Detrás de cada integrante de esta agrupación hay historias de resistencia y lucha por la inclusión. La música es el medio que utilizan para difundir su mensaje.
Jhonnatan, Andrés y Thomas son los primeros en llegar. Thomas arma la batería, Andrés mueve cables y atriles por toda la sala, y Jhonnatan carga los amplificadores. Poco a poco la sala va tomando cara de ensayadero. Los integrantes de 250 Miligramos son hombres trans, se reúnen todos los martes y viernes en el Centro de Ciudadanía LGBTI Sebastián Romero.
"La cuestión del nombre es importante. Me llamaba Angie Paola. En el colegio me decían solo Angie y era la persona excluida, invisible y tímida. Me gustaba mucho como sonaba Andrés, y cuando lo decía empecé a sentir que era yo”, dice Andrés, que toca la melódica.
Jhonnatan es bajista y el encargado de la gestión del grupo. En los noventa estudió en un colegio femenino, en una época en la que no existía información sobre hombres trans. "Sucedió que me convertí en el único niño en un colegio de niñas, porque así me leían mis compañeras”.
Fue un gran deportista. En una fotografía se le ve mostrando las medallas que lo confirman, cuenta que pertenecer a los grupos de deportes durante el bachillerato era la excusa perfecta para usar siempre sudadera. Porque detestaba la jardinera del colegio.
Sucedió que me convertí en el único niño en un colegio de niñas, porque así me leían mis compañeras” Jhonnatan.
No voy a decir mi anterior nombre porque esa persona está muerta para mí”, dice Jhonnatan, casado por la Iglesia y con una hija de 21 años. Fue hasta cuando cumplió 38 que se dio cuenta que era un hombre trans, y entendió que debía emprender un activismo que permanece hasta hoy. “Me di cuenta que la sociedad debía saber que existimos”.
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Mais, guitarrista, no llegará porque se encuentra fuera de Bogotá por sus compromisos con la tuna de la Universidad Nacional. Asisten al ensayo Viviana, Gustaff y Ale, los que faltaban. Ale es el motor musical de la banda. Thomas marca el tiempo con sus baquetas y de la guitarra de Ale sale un riff que mueve cabezas, todos se le unen y la música invade la sala.
Cuando Ale estudió en la academia Luis Calvo descubrió la música andina de Niyireth Alarcón, y se enamoró por completo. Luego estudió canto lírico en la Universidad Pedagógica y formó el grupo Voz por Voz.
Con ellos grabó un disco y tocó en varios festivales. Cuando Voz por Voz se disolvió entró a conformar 250 miligramos. “Queríamos hacer una relación del tema trans con la banda, una propuesta para el nombre fue Nébido y la otra era 250 miligramos. Pero una amiga me dijo que nos decidiéramos por 250 miligramos, porque no era tan obvio”.
Después de un mes de haber formado la banda tuvieron su primera presentación. Fue en el Park Way y algunos la recuerdan como una pesadilla y otros como una anécdota divertida. “Nos desafinamos, nuestros amigos nos apoyaron pero estábamos muertos del susto. Lo hicimos a pesar de que solo teníamos tres canciones”, recuerda Gustaff. Llovió, el público se fue, pero se llevaron la sorpresa de que después de esta presentación los empezaron a tener en cuenta.
“Me acuerdo que estábamos asustados por la primera presentación, pero pienso que no fue tan estresante porque yo sabía con qué tiempo íbamos, no me iba a poner a exigir, no tenía que sonar perfecto porque la música es un proceso”, dice Ale. Recuerda con gracia que en aquella presentación la base del micrófono empezaba a caer y con la base caía Ale, intentaba no alejar mucho su boca del micrófono.
“Hay veces que se ponen hipersensibles en ciertos días del mes. Que a veces llegan irritables, es increíble ver cómo cambia su comportamiento, pero yo entiendo eso”, recuerda Viviana.
Pero además de ser la vocalista, Viviana también cumple otra función especial en la banda: es la enfermera del grupo. Cada vez que toca, dependiendo del ciclo de cada uno, Viviana alista jeringa y aguja para cargar 250 miligramos de testosterona e inyectárselos a los cuatro miembros del grupo que son hormonados: Thomás, Andrés, Gustaff y Jhonnatan.
Gustaff tiene 30 años, pero parece alguien de 19. Cuando comenzó a construir su identidad, tardó un tiempo en encontrar un nombre. Buscó mucho y dice que su nombre lo encontró a él. Hubo barreras para que pudiera acceder al trabajo, le cerraron muchas puertas. Dice que no era por falta de aptitudes, sino porque en su hoja de vida había un nombre femenino. “Mi tratamiento hormonal es lo mejor que me ha pasado, al principio me vendaba el pecho todos los días, pero luego logré hacerme la mastectomía y fui feliz”, dice Gustaff.
“Conocí a Gustaff antes de que fuera Gustaff. Entonces estuve muy pendiente de su cirugía, su proceso y su cicatrización. Tenemos una amistad de ocho años, luego conocí al resto. Cada mes les inyecto la testosterona”, dice Viviana. Cada dosis de testosterona viene acompañada de una aguja gruesa y se inyecta en el glúteo. Pero Viviana les dice que traigan otra jeringa para que el chuzón no sea terrible. Le dicen que tiene buena mano porque no les duele, y cuando Viviana no les aplica la testosterona duran varios días caminando cojos, dice entre risas la vocalista.
“Hay veces que se ponen hipersensibles en ciertos días del mes. Que a veces llegan irritables, es increíble ver cómo cambia su comportamiento, pero yo entiendo eso”, recuerda Viviana.
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Un día, en un ensayo, ocurrió uno de los momentos que más recuerda la banda. Ale tenía en la cabeza la idea de que un cover puede tomar un aire propio, pero en este caso la canción Todos me miran de Gloria Trevi no despegaba. 250 miligramos no encontraba cómo darle un toque auténtico. Hasta que una gran idea apareció.
- ¿y si le cambiamos la letra?- dijo Gustaff
- Sí, que en vez de Me solté el cabello, que diga Me corté el cabello- respondió Andrés.
- Me corté el cabello… me fajé las tetas- propuso Thomas.
- ¡Cambié los tacones por unas punteras! – dijo Ale.
Y cuando la canción no despegaba su sello autentico apareció: una adaptación a la letra que le dio el toque que la banda quería, tal vez una letra que si no hubiera sido compuesta entre todos no hubiera salido, una letra que solo un grupo así podía escribir.
Me corté el cabello, me fajé las tetas
Cambié los tacones, por unas punteras
Caminé a la farmacia, me inyecté la testo
Me cambié de nombre, y me creció la barba
Y miré la noche ya no era oscura, y deje de ser ella.
Fuente: http://www.semana.com/cultura/articulo/transexualidad-250-miligramos-una-banda-conformada-por-hombres-trans/523086