Por Jesús Estomba/Coordinador del Servicio de Información y Asistencia de GEHITU
Diario Vasco-. En primer término, quizá resulte obligado precisar el concepto de transexualidad en un intento por llegar a comprender su significado último. En este sentido, podríamos establecer dos líneas genéricas cuyos distintos planteamientos de base han generado perspectivas dispares, cuando no antagónicas, en relación al tema.
Para el primero de los enfoques, que podríamos denominar como enfoque clínico o patologizante, la transexualidad se situaría en el marco de los desórdenes, sean éstos psíquicos o físicos (desórdenes glandulares, endocrinos, cerebrales ) Sería, en cualquier caso, bien el resultado de un desorden psicológico de la identidad sexual con la consiguiente desviación del psiquismo hacia el sexo contrario, bien la consecuencia de un hecho biológico congénito, o bien la confluencia de ambos. Es, por desgracia, un enfoque habitual frente a toda aquella realidad cuya comprensión se nos escapa.
Una segunda línea de pensamiento, diametralmente opuesta a la anterior, entendería la transexualidad, no como supuesto patológico, sino como aspecto íntimo y personal referido al proyecto existencial de cada uno en su individualidad. Pues bien: ésta será, precisamente, la perspectiva que se configure como línea directriz del presente artículo.
Hablando de 'sexo'. En términos científicos el concepto sexo es la resultante de un complejo proceso de diferenciación y autodiscriminación sexual. No se trata de una realidad unívoca, sino que se estructuraría en diferentes niveles. Serían los principales:
a) El dato cromosómico, constituido por el patrimonio celular heredado en el instante de la concepción y que, como es sabido, consiste en 23 pares de cromosomas, 22 de los cuales son comunes a ambos sexos.
b) Los procesos cerebrales de sexuación (diferenciación sexual).
c) Los caracteres sexuales gonádicos, condicionados por los cromosómicos, que están representados por los ovarios y los testículos.
d) Los caracteres hormonales, condicionados por la actividad endocrina de órganos anatómicos específicos que presentan efectos prevalecientemente femeninos (estrógenos) o masculinos (testosterona).
e) Los elementos genitales, representados por los caracteres externos, que permiten una primera diferenciación sexual que posibilita determinar el sexo del recién nacido a efectos registrales.
f) Los caracteres anatómicos secundarios.
g) El elemento psicológico: este factor, aunque condicionado por factores hormonales y genitales, puede disociarse de los anteriores en tanto es el resultado de vivencias y sentimientos profundos.
Habitualmente existe una concordancia entre los distintos niveles mencionados, pero no siempre es así. El problema del transexualismo consiste, precisamente, en una definitiva disociación presente en el sujeto entre el elemento biológico y su perfil psicosocial, disociación a partir de la cual el sexo psicológico se situaría en un nivel prioritario frente a un sexo biológico vivido como erróneo e inadecuado.
Llegados a este punto debemos hacernos el siguiente cuestionamiento: ¿Es legítimo dicho planteamiento y, en su caso, debería ser argumento reivindicativo básico y requisito suficiente de intervención?
Tal vez no, si partimos de un concepto de sexo originario/biológico definido por la morfología genital y entendido como elemento constitutivo básico e inmutable.
O tal vez sí Sí, si entendemos el sexo, no como un factor concluso e inmutable de la personalidad sino, por el contrario, dotado de una característica fundamental: la de ser una realidad en permanente construcción. Dinamismo sería, por tanto, una palabra clave desde una perspectiva en la que el sexo se constituiría, no sólo, como el resultado de una determinada configuración somática, sino además, y fundamentalmente, como el resultado de una actitud psicológica, de un profundo sentimiento, de una opción personal. Sería, en definitiva, el fiel reflejo de una deseable coherencia vivencial.
Y no debemos de caer en el error de querer ver en éste un artificio argumental acorde a planteamientos subjetivos y carente, por tanto, de rigor científico . Prestigiosos profesionales del mundo de la sexualidad han confirmado la consistencia del mismo. Recogemos a continuación algunas de las reflexiones expuestas por José Ramón Landaarroitajáuregui -prestigioso psicólogo y sexólogo- en su artículo Términos, conceptos y reflexiones para una comprensión sexológica de la Transexualidad (Anuario de sexología Diciembre 2000) y que reflejan a la perfección el aspecto que nos ocupa:
« lo más característico de la sexuación (proceso de diferenciación sexual) es que es un proceso que recorre todo el curso vital: desde la concepción a la muerte. ( ) La sexuación es un proceso constituido por múltiples niveles que son diacrónicamente secuenciales y sincrónicamente interactivos. La sexuación siempre está inconclusa pudiendo producirse acciones sexuantes en cualquier momento del ciclo vital. Sólo un acontecimiento la detiene: la muerte »
Sirvan éstas como botón de muestra de las muchas referencias realizadas por distintos autores en este sentido. Y las recogemos porque encierran la esencia de un aspecto que consideramos fundamental: la libertad del sujeto para vivir de acuerdo a aquel proyecto que mejor sintonice con su propio posicionamiento vital. En este punto, y por tratarse de una tarea absolutamente personal e intransferible, no deberían aceptarse ingerencias externas que la interfieran y desvirtúen. Cualquier intervención externa, sea ésta del tipo que sea, debería basarse en el respeto de esta premisa básica contribuyendo, en su caso, a que dicho proyecto se perfile de forma nítida como el resultado de un planteamiento reflexivo, informado, maduro y libre.
Psicología y transexualidad. Hemos sido tradicionalmente los psicólogos/psiquiatras/sexólogos los depositarios del diagnóstico en materia de transexualidad. Se ha delegado en nosotros, no sólo la responsabilidad de decidir si una persona es o no transexual sino, además, de decidir si la misma habría de tener acceso a ulteriores procesos de reasignación sexual. Como si 'algo' hubiera que detectar o decidir
Nada habría que diagnosticar si entendemos que, tan sólo, de un aspecto íntimo se trata, un aspecto directamente relacionado con la libertad y la coherencia personal. Muchas discusiones y protocolos nos ahorraríamos si entendiésemos y respetásemos la capacidad de cada cual para autoconstruirse de acuerdo a un proyecto vivencial personal e intransferible. Muchos quebraderos de cabeza nos evitaríamos si entendiésemos que todo proceso de reasignación sexual es, en definitiva, un acto de liberación que deriva del derecho irrenunciable al pleno desarrollo de la personalidad o, lo que es lo mismo, de la capacidad natural de todo ser humano para realizarse libremente como tal. Y nada, absolutamente nada, tampoco la identidad sexual, ha de ser una excepción a esta premisa.
Algún día psicólogos, psiquiatras, profesionales en general, llegaremos a comprender esto, y cuando así sea, cuando entendamos que el término transexualidad no designa -o no debiera designar- otra cosa que un posicionamiento individual dentro de un continuo ilimitado, tan sólo entonces estaremos sentando las bases de una adecuada labor profesional.
¿Cuál habría de ser, en consecuencia, el papel de psicólogos o profesionales afines en relación al tema? Consideramos que el paradigma básico de la autonomía en la asistencia sanitaria debería garantizar la emergencia de un posicionamiento personal nítido que posibilite una paulatina definición y toma de decisiones. Debe ser labor del profesional poner todo su saber al servicio de la persona en cuestión para que sea ella quien vaya clarificando y definiendo dicho posicionamiento, un posicionamiento que integre un proyecto vital acorde a su propia individualidad. Y es labor del profesional de la salud el sentar las bases para que éste sea el resultado de un planteamiento congruente, reflexivo, informado, responsable y, en definitiva, maduro.
Esta, y no otra, habría de ser la aportación de la psicología en el área que nos ocupa.
Trimegisto
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