“A los cuatro años a mí me preguntaban cómo me llamaba, yo daba un nombre de hombre.
Si mi mamá me ponía vestidos, lloraba por horas.
”En la adolescencia, en mi cabeza, yo me sentía como hombre, pero ver mi imagen de mujer
al espejo me daba repulsión”. Así describe Mario (nombre ficticio, a petición del protagonista
de esta historia) su condición de persona transgénero.
Mario explicó que ese sentimiento de “estar en un cuerpo equivocado” no se quitó al pasar
los años. La adolescencia fue una de sus peores etapas porque socialmente era obligado
a vestirse como mujer y comportarse de acuerdo a su género.
Mario sufría de burlas y humillaciones cuando su interior masculino salía y se desnudaba
frente al público que siempre mostraba un dedo acusador.
“A mí siempre me gustaron las mujeres. A los 25 años decidí declararme gay porque era
la única explicación que podía darle a cómo me sentía. Sin embargo, esto iba más allá”,
contó.
Tras ver un programa donde hablaban de las personas trans , Mario se identificó como uno
de ellos. Fue ahí donde encontró una explicación, razonable para él, sobre qué le ocurría.
Habló con su pareja y decidieron ir a un endocrinólogo para comenzar su transformación
de mujer a hombre.
“En noviembre del 2013 me dieron la receta para comprar testosterona. Empezó a hacer
efecto: me cambió la forma ósea de la cara, un 90% de mi cuerpo se llenó de vello, mi voz
cambió y se fue la menstruación ¡Qué alivio!”, expresó.
Tras ver los cambios, Mario se sentía realizado, por fin veía en el espejo la imagen que
durante años fantaseó en su cabeza. Sin embargo, la protuberancia de sus senos,
delataba su sexualidad.
“Decidí de una vez por todas hacerme la mastectomía. No quería esos senos. Con los
cambios me sentía feliz, por fin era ese hombre que habitaba en mi mente”, relató.
La felicidad de verse como siempre había querido resultó opacada porque la cédula le
recordaba su sexo femenino y lo descubría ante la sociedad.
“Una simple fila para pagar en el supermercado se volvió un martirio . Yo con bigote,
saco, corbata y presentando una cédula, y una tarjeta de débito con un nombre
superfemenino. Era imposible que el cajero no me mirara raro y, mientas le explicaba
mi condición de trans , ya todos en la fila se habían dado cuenta. Me miraban como un
adefesio”, detalló.
Por esta y muchas situaciones similares es que Mario decidió comenzar el trámite para
cambiar su nombre de mujer por uno masculino en su cédula.
“Todas las humillaciones y vergüenzas que me hacen pasar por tener en mi identificación
un nombre de ‘ella’ cuando me veo como ‘él’ se podrían evitar si le dieran a uno la identidad
que merece y el derecho a ser quien soy”, manifestó Mario.
Mario contempla su nueva figura en el espejo y se siente “atractivo” saliendo a la calle.
“Me siento completo con mi apariencia. A veces los sueños sí se vuelven realidad”, finalizó.
Con informaciones de "Nacion.com"