Canarias7-. El hecho de que sea concejal no es baladí. Ha sido precisamente por su condición de cargo público por la que ha superado sus justificadas reticencias a contar su caso. Cree que puede contribuir a dar dosis de normalidad social a lo que todavía no se ve normal.
«La gente lo confunde mucho, un transexual no es un homosexual o un travestí, es la persona que nace con un cuerpo con el que no se identifica, es la necesidad de pertenecer al sexo contrario porque tu cuerpo es tu propia cárcel». Así lo define Juan Afonso, quien siempre supo que estaba en un caparazón equivocado. «Ya en la infancia tenía claro que yo era un niño. Mi concepción de las cosas, la ropa que me ponía y hasta mi forma de comportarme era la de un niño».
Sus problemas, cuenta Afonso, llegaron con la pubertad, cuando se dio de bruces con la cruel realidad. «No entendía por qué a mis otros amigos les salía bigote, se les ponía la voz ronca o tenían músculos. A mí no me pasaba nada de eso». Para él fueron años difíciles, «un conflicto existencial», hasta que llegó un momento en que decidió que esta circunstancia no podía marcar su vida y optó por adaptarse a su situación hasta que se diesen las condiciones para hacer lo que finalmente ha hecho.
«He dado el paso ahora porque contaba con los medios económicos suficientes para afrontar los gastos que conlleva una operación de cambio de sexo y porque esta decisión requiere un proceso largo, sin prisas, de sosegada madurez». Juan esperó tanto porque la operación y el tratamiento hormonal y psicológico que conlleva no lo cubre la Seguridad Social española.
Su sueño no ha sido un camino de rosas. Tuvo que acudir primero a un psicólogo. Después superó un tratamiento hormonal, prescrito por un endocrino, y, finalmente, se sometió a cirugía. A Juan sólo le falta ahora un trámite, el burocrático, el reconocimiento en el Registro Civil para poder cambiar de DNI.
Condenados.
El caso es que, aún cuando salve este último escollo, su lucha no habrá acabado. Se ha propuesto aportar su granito de arena para, sirviéndose de su experiencia vital, social y política, lograr que no hayan más transexuales que pasen por este peaje. Al fin y al cabo, todo lo afrontó solo, junto a su familia y amigos, y cuando requirió de ayuda profesional, tuvo que echar mano del bolsillo. «Todas mis visitas médicas fueron privadas, y no lo veo justo. La transexualidad es un problema social y de salud, y como tal, debe ser asumido por el Estado».
A su juicio, hay muchos y muchas transexuales sin recursos económicos que se ven condenados a vivir en un cuerpo que no les pertenece, terminando en depresiones o incluso quitándose la vida, porque la sociedad no les da una respuesta a su problema.
Juan (1974), que estudió Derecho y es funcionario, hace ya vida normal. Ha superado el largo postoperatorio y se ha reincorporado a la vida social. No tiene sino palabras de agradecimiento por la «comprensión y el respeto» que han tenido con su decisión su pueblo de Valsequillo, del que se siente muy orgulloso por la tolerancia y la sabiduría de su gente, sus amigos, sus compañeros del trabajo, del PSOE valsequillero y los del resto de partidos de la Corporación.
Sabe además que es un privilegiado por el arrope recibido (no todos los transexuales tienen esa suerte) y por pertenecer a una familia que se ha volcado en un apoyo incondicional. Hasta sus padres, de educación conservadora, estuvieron en todo momento al pie del cañón. Para su hermana tiene una mención especial. Ha sido un pilar central.
Demanda de una norma
En cartera. Juan Afonso tiene la esperanza de que el Gobierno central saque durante este mandato el anteproyecto de ley que reconocerá a los transexuales. Sabe que se está estudiando.
Sanidad Pública. Esa normativa, a juicio de Juan, debería garantizarles derechos que la sociedad y el ordenamiento jurídico aún les niega. Entre otros, la posibilidad de acogerse a la sanidad pública.
Trabas con el nombre. Otro reto de la nueva ley. «A nivel social soy Juan Afonso, pero para cambiar de nombre tengo que interponer un Juicio Declarativo de Menor Cuantía».
Más obstáculos. Es decir, para que la ley le reconozca como es, hoy ha de aportar un informe psicológico favorable, otro endocrinológico, un certificado del cirujano que acredite la operación, dos testigos, etcétera. Otro mal trago innecesario.
«Siempre he sido así, no he engañado a nadie»
Cree que sus vecinos no se han sorprendido por el paso que ha dado, porque «siempre lo han sabido». De hecho, han mantenido una discreción absoluta pese a que Juan hace ya meses que tiene otro aspecto. «Me he comportado, me he vestido y me he dirigido a los demás tal y como me sentía. Siempre he sido sincero con los demás y conmigo mismo», cuenta Juan, quien asegura que tampoco se planteó nunca que su decisión de someterse a una operación de cambio de sexo «pudiera repercutir negativamente» en su cargo como concejal. Dice que siempre ha pensado que «cuando a uno lo eligen para hacer algo por los demás, para desempeñar su trabajo, en este caso, un cargo político, es porque se confía en uno por lo que es capaz de hacer, por su valía, y no por su opción sexual». Pero él sabe que no todo el mundo lo ve así. «Aún hay muchos prejuicios por falta de información». Es consciente que queda mucho por andar y que hay muchos transexuales con la «incertidumbre» que él vivió. Para ayudarlos se está gestando la asociación Tránsito. Para contactar con ellos se puede llamar a Gamá (928-43-34-27) o al correo transito@colectivogamá.com