Enviado Humming Albus el 08 junio 2011
Kirk Andrew Murphy fue encontrado ahorcado en su piso de Nueva Delhi (India), donde trabajaba para una empresa financiera estadounidense, en 2003. Sus hermanos han investigado la causa de su muerte para concluir que, probablemente, tuvo su origen en el enorme sufrimiento al que fue sometido desde los cinco años por culpa de una “terapia” para reconducir su comportamiento “femenino”.
La historia comienza en los años 70, cuando la madre de Murphy, preocupada por el comportamiento de su hijo mediano, lo apuntó en un programa de la universidad de California (UCLA) y financiado por el Gobierno sobre una “terapia experimental”. Kaytee Murphy había visto un anuncio en televisión en el que se animaba a las madres a apuntar a sus hijos si estos, por ejemplo, jugaban con muñecas en lugar de con juguetes considerados masculinos. La intención de la madre de Murphy era “cortar de raíz” esos comportamientos antes de que “llegaran más lejos“, ya que quería que su hijo “tuviera una vida normal“.
En la UCLA, Murphy fue “tratado” por el entonces doctorando George Alan Rekers, posterior difusor de posiciones beligerantemente homófobas y fundador del Family Research Council, NARTH o el el falso American College of Pediatricians (por fortuna, Rekers perdió recientemente gran parte de su crédito tras conocerse que se había marchado de vacaciones por Europa con un prostituto). En la documentación que registra el caso de Murphy, Rekers se refería al mismo como Kraig. Sus estudios concluyeron que “el comportamiento femenino de Kraig” había desaparecido y que se había vuelto “indistinguible de cualquier otro niño“.
Los experimentos a los que fue sometido el entonces niño de cinco años consistían en introducirlo en una habitación con dos mesas, en una de las cuales había juguetes y disfraces considerados masculinos, y en la otra, femeninos. Kaytee Murphy entraba con su hijo en la habitación y se le indicó que debía darle su aprobación cuando utilizara los materiales “de niños”, mientras que debía ignorarlo completamente cuando lo hiciera con los “de niñas”. En estos momentos, Murphy lloraba y gritaba pidiendo la atención de su madre, quien no debía ceder según las instrucciones que le fueron dadas.
Pero la parte más cruel de la “terapia” se producía en el hogar familiar. El niño recibía fichas azules cuando mostraba un comportamiento “masculino” y fichas rojas cuando este era “femenino”. Las primeras daban derecho premios como caramelos, mientras que las segundas conllevaban castigos físicos, que eran infligidos por su padre. La hermana menor de Kirk, Maris Murphy, recuerda que “se tumbaba en su habitación con una almohada en la cabeza” para no oír los gritos de su hermano al ser golpeado. Maris también comenta que Kirk “nunca mostró enfado” después de las palizas. “Simplemente estaba paralizado“.
Según Maris, el experimento “dejó a Kirk totalmente herido, con la creencia de que estaba destrozado y de que era diferente de todos los demás“. Su madre también es de la opinión de que la experiencia por la que hicieron pasar su hijo destruyó su vida. “Los culpo por la manera en que terminó su vida“. “Si una persona causa la muerte de otra, no me importa si es 20 o 50 años después, para mí es equivalente al asesinato“, añadió.
Nunca sabremos si el horrible sufrimiento que se le infligió a Murphy en su infancia fue la causa principal de que se suicidara, pero desde dosmanzanas volvemos a advertir contra los daños psicológicos que pueden causar las “terapias” reparadoras de la homosexualidad. Sobre sus graves efectos potenciales han alertado organizaciones como la Asociación Americana de Psicología (APA) o la Asociación Médica Británica.