El doble estigma de la prostitución transexual
«Todos los problemas que genera la prostitución los sufrimos multiplicados». Lo dice Ari, nombre supuesto de una mujer que nació atrapada en un cuerpo de varón y que huyó de Argentina en busca de un nuevo horizonte vital. Desde hace unos años se busca la vida en España prostituyéndose. Dice haber padecido discriminación laboral y estar harta de insultos, «de agresiones verbales y físicas» y de «un acoso policial sistemático». Aún así, «mi vida -reconoce- es más fácil aquí que en mi país, donde podemos pasar seis meses en un calabozo mugriento sin ninguna acusación formal».
Ari es una de las casi sesenta mujeres transexuales que ha tomado parte en el primer estudio que se realiza en nuestro país sobre la cruda realidad de un colectivo que vive al límite. Realizado por la Fundación Triángulo y el Centro Sanitario Sandoval con patrocinio del Ministerio de Sanidad y Consumo, constata «el doble estigma que soportan estas trabajadoras del sexo», según la terminología utilizada por su autores, la psicóloga Daniel Rojas y los trabajadores sociales Iván Zaro y Teresa Navazo. Igual que Ari, desde la fundación denuncian el «acoso policial que padece las prostitutas transexuales y sus clientes».
La fundación ha logrado una muestra de 58 'trabajadoras transexuales del sexo', pero es incapaz de dar una cifra aproximada de cuántas personas constituyen este castigado colectivo en nuestro país.
Víctimas
Con todo, ha podido trazar un perfil profesional, psicológico y sanitario «de estas personas atrapadas en una inadecuación entre su sexo biológico el ideológico». Unas mujeres que nacieron varones, que han transformado dramáticamente unas anatomías que no dejan de hormonar y que en un 90 por ciento de los casos se dicen discriminadas.
El 50 por ciento denuncia ser víctimas de agresiones físicas y el 93 por ciento, de agresiones y vejaciones verbales.
La mayoría de las prostitutas transexuales proceden de países como Brasil, Venezuela o Colombia -con minoría de españolas y rumanas- donde ya optaron por prostituirse.
Decisión libre
Rondan los treinta años y llevan una media de diez años en nuestro país. Aunque un 9 por ciento asegura tener estudios universitarios, en todos los casos, y ante la falta de oportunidades laborales, optaron por la prostitución «libremente y sin ningún tipo de presión, extorsión o amenaza de terceras personas».
Ejercen su oficio mayoritariamente en la calle y minoritariamente en bares y clubes. Internet se está convirtiendo en un herramienta cada vez más utilizada para establecer sus contactos en pisos.
En un 80 por ciento de los casos su situación en España es irregular, aunque estén empadronadas en el mismo porcentaje. El empadronamiento en el único recurso para disponer de asistencia sanitaria de un colectivo con alto riesgo de padecer sida, una infección por VIH que afecta a una de cada cuatro de estas mujeres, afectadas también por sífilis, herpes y condilomas.
Utilizan preservativos en su contactos profesionales, pero bajan la guardia en sus relaciones personales, en las que sólo un tercio recurre a los condones. Además, desde la Fundación Triángulo se denuncia la presión creciente de los clientes para mantener contacto sexual sin preservativos [ver información subordinada].
Todas se hormonan y lo han hecho durante más de cinco años, pero sólo una de cada cinco lo hace bajo control médico. No tiene información clara de la posibilidad de acceder a la cirugía de cambio de sexo y la posterior reasignación de género.
Consumo de drogas
Paradójicamente, las que conocen esta posibilidad admiten que una operación sería contraproducente «ya que originaría una pérdida de clientes». «La operación les equipararía a las trabajadoras del sexo biológicas, impidiéndoles ofrecer determinados servicios que son mejor pagados» apunta el informe.
Las drogas y el alcohol están presentes en las vidas de estas trabajadoras del sexo. El 82 por ciento admite que consume alcohol; el 67 por ciento, cannabis; el 60 por ciento, cocaína; y el 38 por ciento, éxtasis. Unos consumos que simultanean en su vida privada y profesional.
Mayoritariamente refieren cuadros de baja autoestima, depresión, adicción, difíciles relaciones de pareja y problemas laborales. «Un colectivo tan fuertemente marcado por al discriminación y el rechazo de la sociedad necesita programas que contemplen estrategias capaces de fortalecer la autoestima, que permitan un entrenamiento en habilidades y herramientas para el autocuidado», apunta en sus conclusiones el estudio de la Fundación Triángulo.
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