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El perfume travestido de los pimpollos del Rosedal

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    12.08.2007 | Clarin.com | Sociedad




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    El perfume travestido de los pimpollos del Rosedal






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    Marcelo A. Moreno





    Esta es la Capital del país de las valijas voladoras.Una ciudad en la que el apellido Yabrán vuelve a resonar y en la cual en el velorio de un barrabrava sus acongojados amigos les pegan tranquilamente a los periodistas ante la más respetuosa inexistencia policial. Bueno, aquí, por estos días hubo una reunión importantísima para tratar un tema vital en una ciudad que, por lo demás, tiene casi todo solucionado: las travestis del Rosedal.

    La cosa había empezado con una iniciativa de un funcionario, quien quiso borrar de un plumazo la prostitución transexual en ese jardín de senderos que se bifurcan. Pero como descuidó consultar a sus superiores tuvo que dar marcha atrás. Más, las noches siguieron como hasta ahora, con el desfile ritual de unos 3.000 proclamados machos porteños que cada jornada buscan el calor interior que les proveen cerca de 200 travestis en la oscuridad de los parques.

    Lo que hubo sí fue una "mesa de diálogo", convocada por el Gobierno porteño, en el campo municipal de golf, en la que no acaeció diálogo alguno pero sí el reguero de una cuarentena de discursos, capaces de derrotar al más robusto de los insomnios.

    Entre los argumentos esgrimidos por los vecinos se destaca el de la suciedad. Dicen que se topan con preservativos usados en el parque. Eso, al parecer, es causa de escándalo, a diferencia, por ejemplo, de la caca de perro que suele tapizar ese espacio público, caca de lo más higiénica al parecer, pero sobre todo libre de cualquier connotación sexual.

    El juicio (o pre) se completa con que ese es un lugar destinado al esparcimiento familiar, cosa jamás establecida. Ahora, el preservativo, más allá de las pasiones y objetivamente, ¿no es el medio más eficaz de mantener a las personas -y por ende, a las familias- lejos de toda enfermedad de trasmisión sexual, empezando por el sida?

    Una vecina de otro barrio, sensata, inquietó a la reunión: "La suciedad del Rosedal no puede ser más importante que lo que sufrimos diariamente quienes vivimos cerca de la zona roja de Constitución". Olvidó, quizá, que una cosa es la ¿sana? ¿edificante? prostitución heterosexual y muy otra, muy otra, esa otra que involucra a perfectos padres de familia con gente imperfecta y peligrosamente trans. Y una cosa es el norte y muy otra, el sur.

    Una travesti historió que primero las corrieron de Palermo, ahora las quieren correr del Rosedal y si siguen corriéndolas como proponen hacia la Costanera, las van a terminar tirando al río, cosa que seguramente cruzó más de una mente bendecida por Von Wernich.

    En realidad, la urticante pregunta que parece esconder el batifondo de semejante polémica en medio de una ciudad estragada está dirigida hacia deseo irrefrenable que provocan las travestis en sus miles y miles de asiduos clientes.

    "Todos los enigmas del mundo nos parecen leves en comparación con el minúsculo secreto del sexo", escribió Michel Foucault.


Trabajando...
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