La discriminación por edad supone una percepción negativa de las personas mayores, normalmente por parte del resto de grupos etarios, pero también por el propio colectivo de mayores. Esta percepción negativa incluye ideas como enfermedad, dependencia, deterioro, etc., y sin embargo, la mayoría de las veces no se corresponde con la realidad. El edadismo ha sido señalado como la tercera gran forma de discriminación de nuestra sociedad, tras el racismo y el sexismo, pero ésta es una discriminación que afecta al total de la población (no así el sexismo o el racismo), ya que es una única condición evolutiva común.
Observo con interés sociológico ciertas actitudes de discriminación por motivos de la edad, sin evidencia justificativa, pero resultado de la brecha generacional entre personas jóvenes y mayores, pese a la solidaridad intergeneracional en algunas familias. Y con un origen claro y acentuado por una sociedad altamente consumista y superficial, mediatizada en promesas de éxito, belleza, juventud y riqueza. Parece existir una especie de pacto general en apartar a las personas mayores de decisiones públicas y privadas que fomentan estos estereotipos y prejuicios que no suscitan tanto interés político y científico. No menos importante para analizar, son las formas de actuar de algunos profesionales que indican la presencia de sesgos edadistas y que pueden pasar desapercibidos para ellos mismos, influyendo así en el proceso de comunicación entre éstos y las personas mayores, y afectando en el diseño, implementación y resultados de las intervenciones dado que pueden infravalorar las capacidades físicas y mentales de las personas mayores.
Con todo ello podríamos concluir que existe una necesidad real de combatir estas ideas impregnadas en nuestra sociedad con la ayuda de unas políticas transversales e intergeneracionales que nos ayuden a envejecer con dignidad.
Es una obligación moral profundizar en una reflexión que nos acerque al reconocimiento y respeto de los derechos de toda persona y que no pueden ser mermados, en ningún caso, y mucho menos en función de la edad.
Se trataría de una reflexión muy simple ¿Cómo te gustaría ser tratado cuando seas mayor? ¿Te gustaría que te rechazaran por el simple hecho de tener una piel con arrugas?
Publicado por Libertad Garis en 26 de ene de 2012 |