Grecia, por ejemplo, era una sociedad que valoraba más esos dos puntos, la juventud como la iniciación a la edad adulta, símbolo de fuerza e ilusión, y la senectud símbolo de la experiencia y transmisión de la experiencia y la sabiduría acumulada, en otras sociedades se valoraba la belleza de la arruga.
Nuestros mayores se están enfrentando a una doble marginación: ser gay o lesbiana y ser ancianos en un mundo que los relega a unos geriátricos en los que se ven arrojados a vivir una situación parecida a la que vivieron en su juventud de tener que esconder sus emociones, su sexualidad, un espacio que habían ganado que de nuevo vuelven a tener perdido por la insensibilización social que hay referente a este tema: una penosa vuelta al armario.
¿Cuál sería la solución? Como siempre desde una sensibilización social, así como una implicación de las instituciones y de los propios mayores creando sus espacios de referencia. Creando desde Grupos hasta pisos tutelados o compartidos donde el anciano, pudiera llevar sus enseres más preciados que sin duda contribuyen a una mejor calidad de vida. Quizás entonces ser anciano sería un poco fácil.
Escribo todo esto porque es lo que estoy viendo a mi alrededor, no tengo demasiada idea de la situación, pero creo que entre todos debemos ir concienciándonos que la juventud como la madurez, como la senectud son estadios de la vida en los que podemos disfrutar. Eso sí, a estas edades tenemos menos obligaciones y por tanto podemos tener más tiempo para dedicar al placer.
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