- EFE
Luisa Salmerón tiene 83 años y ha vivido en primera persona el miedo a reconocer durante el franquismo que era lesbiana. Ahora puede decirlo porque, en su opinión, "la sociedad ha dado un giro de 180 grados" y asegura que los que aún señalan con el dedo a los homosexuales son los "incultos".
Antes de intervenir en el seminario "Memoria y sexualidad de las mujeres bajo el franquismo", que se celebra en Madrid hasta mañana, domingo, Luisa cuenta en una entrevista con Efe que nació en 1926 en Granada aunque a los 20 días sus padres se mudaron a Almería, donde permaneció 20 años, edad en la que decidió trasladarse a Barcelona.
Durante el tiempo que vivió en Almería afirma que nunca se fijó en las mujeres, incluso salió con hombres, pero al llegar a la Ciudad Condal se hizo amiga de una chica que tenía novia y poco a poco fue integrándose en su círculo de amistades, la mayoría homosexuales.
Conoció a una mujer, Teresa, empezaron a salir y al tiempo se fueron a vivir juntas, un hecho que le costó el rechazo de su familia.
"Le dije a mi madre que me iba a vivir con Teresa y mi hermano le dijo que yo era tortillera" relata Luisa, quien dice con pesar que en ese momento su progenitora le puso entre la espada y la pared: "O esa mujer, o tu familia, pero no te quiero ver más como seas así".
Luisa, quien se confiesa católica pero no practicante, escogió quedarse con su compañera sentimental a sabiendas de que el camino que había elegido estaba lleno de piedras y baches al vivir España en una sociedad "conservadora" y bajo la dictadura de Francisco Franco.
"Era un disparate decir que estaba con ella. ¿Cómo iba a decir eso a nadie?", dice la mujer, quien señala que si hubiera reconocido su homosexualidad la hubieran metido en la cárcel.
De hecho, relata que a una conocida suya la detuvieron por estar besándose con otra amiga y la metieron "en un campo de concentración en Madrid" durante tres años como castigo por su condición sexual y en ese tiempo, cuenta Luisa, "la pelaron e incluso le dieron pastillas para quitarle la regla y no molestara". "Cuando salió "parecía un cadáver", apunta.
"Franco quería eliminar a las lesbianas", asevera con rotundidad Luisa, que lamenta no haber tenido libertad para expresar su condición sexual y comportarse con normalidad en público con su pareja.
"En público fingíamos e íbamos separadas de aquí y allá. Durante muchos años hemos estado en silencio y siempre saliendo con chicos en el mismo grupo", apunta la mujer y añade que estos amigos eran homosexuales y que iban todos juntos para despistar y dar la imagen de que las parejas eran heterosexuales.
De hecho, cuenta que siempre que salía a la calle lo hacía con un papel de la empresa en la que trabajaba en el que se aseguraba que Luisa "era honrada y trabajadora", por miedo a que la detuvieran.
Reconoce que en los últimos años de la dictadura "ya no se metía tanto" con ellas porque la preocupación "era otra", sobre todo tras la muerte del que entonces era presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, además, añade que en Barcelona "había un poco más de manga ancha".
Confiesa que tiene un hijo, porque tanto ella como Teresa siempre lo habían deseado, así que Luisa se quedó embarazada de un chico de su pandilla.
Sobre este asunto, considera que las lesbianas están preparadas a adoptar niños pero no se muestra tan conforme con que lo hagan los gays.
Luisa no dijo en los últimos tiempos a sus vecinos que ella y Teresa eran pareja, sino que les dijo que eran cuñadas, a pesar de que subraya que la sociedad "ha dado un giro de 180 grados" y es más tolerante.
No obstante, considera que los que "siguen señalando con el dedo a los homosexuales es la gente inculta, los que todavía no han visto el mundo nada más que por un agujero".
Su historia de amor ha durado 57 años hasta que hace dos Teresa murió, víctima de alzheimer.