Un valiente Fernando Olmedo, en la convocatoria del GAG. Foto: JOSEP GARCIA
"Fui uno de los primeros que me contagié del VIH y llevo 20 años en tratamiento",. Este es el valiente testimonio de Fernando Olmedo, un médico psiquiatra de 64 años. Su vida ha sido muy dura, pero nunca ha renunciado a seguir siendo tal y como es. Durante 15 años vivió felizmente con el que fue su gran amor, pero este murió en 1989 tras serle detectado el sida. Solo transcurrió un año y medio entre el diagnóstico y el fallecimiento.
Olmedo ha experimentado en carne propia cómo el sida ha pasado de ser una enfermedad mortal a una crónica. "Cuando se me detectó la enfermedad mis propios compañeros de trabajo me recomendaron que me retirara para que viviera el resto de mi supuesta corta vida junto a los amigos y la familia", explica Fernando. Abandonó su profesión y, desde entonces, ya han pasado dos décadas. Un tiempo en el que, a pesar de resistir al sida por la medicación, ha sufrido mucho.
"No sabía qué hacer. Iba de depresión en depresión y tuve que ser internado en un centro psiquiátrico", dice Olmedo. Desde entonces ha estado ingresado en varios centros en los que no ha hallado un trato de comprensión. Ahora por fin vive en su casa con una cuidadora pero considera que "un psicólogo debería hacer un seguimiento de las personas que padecen el sida". "En 20 años las cosas han cambiado, pero te encuentras muy solo", lamenta.
Fernando reclama centros de cuidado específicos para los ancianos homosexuales. "Si todo el mundo fuera tolerante no sería necesario que exigiéramos estos espacios", asegura. Ruben Tosoni, un seropositivo de 61 años, también defiende la propuesta. "Nuestro colectivo ha sido perseguido durante siglos. No vivimos con normalidad por culpa de la sociedad y no quiero que, si voy a un centro de día, se me mire como un bicho raro", dice Tosoni
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