Existen personas que sienten un profundo temor a envejecer. Se resisten a ello, no llevan bien la cosa de cumplir años, esconden su edad a propios y extraños, y ellos mismos pasan de puntillas por su DNI.
Es lo que se denomina técnicamente “gerascofobia”, o miedo irracional y persistente a envejecer, y lleva de la mano el deseo de ser “eternamente joven”. A veces va acompañado de gerontofobia, o temor irracional a los mayores o a los coetáneos, si se es viejo. Las personas gerascofóbicas pretenden actividades, relaciones amorosas o diversiones impropias de la edad que tienen; o sea, son jóvenes irreales.
Para aportar algunos datos sobre este tema parto del análisis de un film interesante a la vez que divertido: En la flor de la vida, obra que ya he analizado.
Es una película de 2012 que fue dirigida por el francés Nick Quinn, quien relata fielmente la idea de cómo el curso de los años es eludido por algunas personas que pretenden continuar en perenne juventud y por otras como una etapa mal asumida llena de auto reproches y rabietas.
La edad cognitiva o subjetiva
Se dice en Psicogerontología que, además de la edad cronológica, hay una “edad cognitiva” o “subjetiva”. Esta edad está más en el corazón que en la fecha de nacimiento.
Se puede medir sencillamente preguntando a un adulto con qué edad se ve a sí mismo y cómo de satisfecho está con esa edad. Se cuantifica preguntando sobre la década en la que se “siente” (20, 30, 40, 50, 60, 70, 80 años o más); la década en la que le “parece” que está; con qué década asocia las cosas que “hace”; o qué década expresa mejor sus “intereses”.
La Edad cognitiva o subjetiva resulta de promediar estas edades: la “edad sentida”, la “edad parecer”, la “edad hacer” y la “edad interés”. (Ejemplo de edad cognitiva o subjetiva para una mujer de 80 años que se siente parte de otras décadas = 70 ES + 50 EP + 30 EH + 60 EI /4 = 52,5 años). En este supuesto caso observaríamos la ‘negación’ que la persona hace de su edad real, con una discrepancia (Edad real – Edad Cognitiva) de 27,5 años.
Análisis de la película
En la película, Gaspard Dassonville es un famoso productor y presentador de TV en el ocaso de su carrera. A pesar de sus 63 años largos pretende vivir como si fuera un joven. Entre otras, anda con mujeres treintañeras y no reconoce signo alguno de envejecimiento; incluso a veces su estado físico no le da para poder acometer todo lo que proyecta.
Por cosas de la vida, su anciano padre sufre un accidente doméstico y queda postrado en una silla de ruedas. Gaspard se ve obligado a acogerlo en su casa. Pero su padre es otro personaje que encara singularmente su “cuarta edad” de ochenta y bastantes, con una actitud indómita y furiosa. El anciano no hace más que entorpecer la vida de su hijo, el cual, antes de tenerlo a su cargo hacía lo que le venía en gana.
Tráiler en español de la película En la flor de la vida (Nick Quinn, 2012).
Una tras otra, las cuidadoras se van marchando de la casa ante la actitud ofensiva y gruñona del padre. Hasta que llega una singular cuidadora de gran imaginación y encanto personal. La figura y el talante de la joven provocarán que padre e hijo rivalicen por la mujer, pues cada uno a su manera se ha enamorado de ella. Y a la vez, en ambos se producirán cambios sustanciales.
En relación a lo que antes decía, esta comedia cumple su cometido como film entretenido y simpático, a la vez que aborda el tema de la vejez como edad que rechazan de manera obstinada los dos personajes mayores. Se subraya un tipo de adulto mayor que pretende hacerse pasar por joven, obviando su edad y sus limitaciones. Esto recuerda una famosa frase de Dalí: “Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta”.
Tanto la negación de la edad del hijo como la no aceptación de la misma por el padre son formas de defensa psicológica contra la angustia de envejecer y contra un intenso temor a la muerte. Así como el hijo es un candidato a Peter Pan, el padre es un anciano cascarrabias e insufrible que ha llegado a la cima de la vida desalentado.
La introducción de la nueva y atractiva cuidadora en la historia hace las veces de solución angelical o de hada caída del cielo. Zana, que así se llama la mujer, logra que los hombres “vuelvan a la vida”. El espectador presencia unos felices acontecimientos que siguen el trazado que apuntara Sigmund Freud denominado “la cura por amor”.
Rememorar para asumir
En la vida real, a estas personas que temen el envejecimiento se les aconseja que participen en un tratamiento grupal compuesto por individuos de la misma edad y que el moderador o terapeuta del grupo propicie la “reminiscencia”. Se trata de que los componentes del grupo hablen de acontecimientos pasados de su infancia o juventud. Recordar y contar acontecimientos antiguos y ejercitar la memoria remota es algo que gusta a las personas de edad.
Esta forma de tratamiento, a pesar de su sencillez técnica, hace que los componentes del grupo se aproximen por afinidad al hecho de que todos pertenecen a la misma generación. Esto les hace ir tomando poco a poco conciencia de la edad de manera gradual y, a la vez, placentera.
Fuente: http://theconversation.com/gerascofo..._Z-XHydZAd2cOQ