Foto: Isabel Franc
A los pocos años, se vio en la cruel disyuntiva de elegir entre carrera profesional o familiar: ¡estaba embarazada! Su marido se negó a pedir la baja de paternidad aludiendo a su enorme responsabilidad (él llegó a directivo de forma más meteórica), su apretada agenda y el pudor de explicar a sus compañeros lo mañoso que era cambiando pañales. Sin embargo, ella jamás ha pronunciado la frase: “Manolo lleva tú el coche al taller que yo llevo el niño al pediatra”.
Tuvo el crío y se le multiplicó la faena, porque seguía haciendo un 30% más de tareas en el hogar (el otro 70% lo hace la asistenta) y como estaba de crianza, se le escapó el puesto de directiva frente a un compañero más joven, dinámico y soltero; lo de tener menos experiencia no fue relevante.
Susi, que es de carácter positivo y optimista, pensó que en cuanto el crío se independizara conseguiría el cargo, pero el crio va avanzando en edad sin posibilidad de abandonar el nido (tanto por los desorbitados alquileres como por la dificultad para encontrar trabajo) y, de todas formas, en el único intento que hizo cuando era estudiante, seguía comiendo en casa de mamá y llevándole la ropa para lavar.
Ahora combate niño, marido, empresa e informativos con altas dosis de ironía y eso, no solo le aporta resultados muy saludables, además, retroalimenta su autoestima. Hasta se plantea montar su propia empresa; de risoterapia, por supuesto.
¿Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y usted, lectora que se siente identificada, es la excepción? No se amedrente, le aseguro que resistir con humor es un ejercicio que las mujeres hemos hecho durante toda nuestra existencia, muchas veces en privado (como algunos políticos cuando hablan lenguas minoritarias) y siempre nos ha dado resultado. Invierta en humor.
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Las Humoristas
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