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En el franquismo, la situación para las mujeres, no sólo las lesbianas, era muy complicada. Las que no tenían posibilidades, estaban sometidas sin remisión a las normas imperantes en el ámbito de la moralidad y si se atrevían a desobedecer la ley de género eran castigadas duramente por sus propias familias.
Miles de mujeres como se explicaba hace un tiempo en la revista MiraLes–fueron sometidas a escarnio público durante los años de la dictadura. Entre las costumbres de la época estaba la de raparlas al cero, purgarlas con aceite de ricino para purificar su «alma tóxica», y colgarles para siempre la etiqueta de «mujeres de dudosa moral».
A pesar de estos durísimos registros, la represión del lesbianismo se dejaba mayoritariamente al espacio privado, que es el lugar de las mujeres y el ámbito en el que se custodia, como dice Beatriz Gimeno, el honor y la pureza de las mujeres. «Las mujeres no iban a la cárcel, iban al manicomio. O se las trasladaba de ciudad porque las madres siempre pensaban que su hija no era así, que era culpa de alguna amistad inconveniente y por tanto era mejor que se fuera a vivir con unas tías en otra ciudad para ver si se curaba. Pero la niña, no se curaba». Para ellas, para las lesbianas, el ámbito de represión se ejercía dentro de su propia familia.
Boti García explica: «Lo peor que podía pasarle a una familia era tener una hija lesbiana. Que ni siquiera se las llamaba así. A esas hijas raras se las llevaba al psiquiatra».
A Gloria Ruiz Gardeano, que también da testimonio de su experiencia en “Salir del armario a los 60”, su madre la llevó al ginecólogo para ver si «había algo raro». Le recetaron hormonas.
A los hombres sí se les hacía responsables de su sexualidad, a las mujeres, no. En este sentido, el Estado, condescendientemente delegaba en los varones de la familia: padres, esposos, hermanos.
Sólo conocemos dos casos en los que se aplicara la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social a lesbianas.
El primero viene referenciado en el libro “Redada de violetas”, de Arturo Arnalte. El autor, en el capítulo titulado Invisibilidad lesbiana, escribe: «Una sola mujer aparece como encarcelada por su condición de homosexual durante los años en que estuvo vigente la Ley de Peligrosidad Social, en la Memoria de Instituciones Penitenciarias de 1978. Es la única referencia oficial a una lesbiana condenada entre 1971 y 1978. Hasta el 2028 no se podrá investigar la historia de esta solitaria, aparentemente, mujer homosexual que cayó en manos de la justicia española que trató de rehabilitarla metiéndola en la cárcel»
El segundo caso ha sido recuperado por el historiador Víctor Bedoya, y es el de María Helena N.G., que tiene el expediente número 296, fechado el 30 de marzo de 1968. Se trata de una mujer joven, de 21 años, que fue detenida por la policía en la comisaría de las antiguas Atarazanas el 26 de marzo de 1968 y que fue enviada, precisamente al juez de Vagos y Maleantes, Antonio Sabater Tomás. María Helena fue trasladada a Madrid con un expediente en el que se señalaba su “contagiosidad” y su tendencia a la perversión. La sometieron a exámenes médicos y psiquiátricos y en el expediente se especifica que odia las faldas, tacones, prendas íntimas femeninas y que en cambio utiliza calzoncillos y zapatillas deportivas. Le impusieron un internamiento de entre 127 días y un año; dos años de exilio de Barcelona y dos años de vigilancia.
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Descripción del Vídeo:
"Mujeres bajo sospecha" de Raquel Osborne (ed.), un volumen coral, fruto del trabajo de profesionales de diferentes ámbitos de la Academia. El resultado es un estudio profundo sobre "las sexualidades disidentes bajo el franquismo, con un especial énfasis en las relaciones entre mujeres", tema abordado desde una perspectiva de género. Facebook: [COLOR=rgba(6,95,212,1.000)] http://on.fb.me/QtJrqY[/COLOR]
Fuente: https://lgtbarcelona.wordpress.com/2015/09/25/las-lesbianas-en-el-franquismo/
