Su padre le introyectó una gran lesbofobia, pero aún así ella tuvo una novia por 40 años
Elisabet Riera explora en la biografía Fresas silvestres para Miss Freud la apasionante vida de la continuadora del legado del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud.
Una historia llena de luces y sombras que nos habla del padre, y no del científico, como alguien poco fiel a sus propias reglas. Y es que Freud recomendaba fervientemente no analizar a los familiares pero sentó en el diván a su hija Anna durante años. El resultado, como bien señalaría el psicoanalista a cualquier otro colega, fue un desastre.
El famoso vienés descubrió conceptos que hoy en día todavía son vanguardia en el ejercicio del psicoanálisis, pero también rellenó con sus propias distorsiones todas las lagunas científicas que le quedaron por investigar, posiblemente porque su narcisismo no le dejaba dejar puntada sin hilo. (Foto portada e inferior: Anna y Sigmund Freud).
Así es que le decía a su hija que la masturbación femenina que esta le confesaba en sus análisis no era más que "envidia del pene". Ese era solo el principio. Como cumplido hombre, falocéntrico, de su época, obvió todo sentimiento homosexual de su hija desplazándolo a cualquier otra causa. Así hizo con sus otras pacientes lesbianas -eso será otro artículo-.
Por supuesto, como "hija devota de su padre", Anna también defendió en varias conferencias que la homosexualidad era una desviación que debía ser tratada.
Pero su vida fue ya otra historia. Conoció a Dorothy Burlingham cuando esta le trajo a su hijo mayor a su consulta. Ella era la hija del creador de la firma Tiffany y acababa de separarse de su marido. Anna y ella no se volvieron a separar en 40 años.
Se compraron una casita, vivieron juntas, se escribieron desgarradas cartas de amor los pequeños lapsus de tiempo que el nazismo o la enfermedad las separó, compartieron amigos, Anna cuidó como una madre de los hijos de Dorothy. La propia autora del libro explica que no puede afirmar que fuera un amor consumado, pues Anna obedecía cualquier designio de su padre, pero no le cabe duda al referirse al enamoramiento que estas dos mujeres tuvieron y la orientación sexual de Anna. Las cartas que la autora comparte en el libro lo evidencian. Eran "obvios sus impulsos de enamoramiento hacia otras mujeres", impulsos que Freud trató de redirigir hacia una "feminidad al uso, tradicional y heterosexual".
Lo sentimos, eminencia, pero el amor fue más fuerte que los prejuicios inconscientes heteronormativos que proyectaba en su hija.
Fuente:http://www.mirales.es/anna-freud-la-...DWJCR4sQgv49tU