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2. Parte: Tres décadas que alumbraron la liberación homosexual: una visión internacional de Jordi Petit
Las tres décadas que van de los años 50 a los años 70, implican una profunda transformación de valores culturales y morales. A la vista de hoy, y considerando el concepto de revolución clásico de toma del poder e instauración de un régimen nuevo, esos cambios no se adaptan a tal definición, ni a la toma de la Bastilla, ni del Palacio de Invierno. Sin embargo fueron muy profundos y en varios casos incluso contestando algunos de los valores de la izquierda tradicional.
Luego, tras la caída del muro de Berlín, se diluye el concepto de revolución en cuanto a contenidos y referente de lo que fuera la URSS, así que en la actualidad no hay consenso claro de que significa el término revolución respecto del futuro.
Cambios sociales profundos
Esas tres décadas incluyen unos cambios importantísimos en algunos aspectos que liberaron o incluso fomentaron la aparición de insospechados movimientos sociales, como el caso de los y las homosexuales.
Si bien la economía siguió un ritmo de recuperación lineal tras la contienda mundial, hay que destacar dos fenómenos importantes. En primer lugar la reconversión agrícola que con nuevos métodos y maquinaria se industrializa, ahuyentando a gran cantidad de campesinado hacia las grandes ciudades. La mejora de las clases medias en occidente permite en pocos años ampliar su base y poder disfrutar de servicios y electrodomésticos antes considerados como un lujo.
Paralelamente asistimos a otro cambio trascendental y es la masiva incorporación de la mujer a la vida social y laboral, hecho que comporta casi mecánicamente situaciones de discriminación que conllevan protestas feministas que irán progresando a lo largo de esos años en todas partes (incluidos ya en los setenta los países en vías de desarrollo). No olvidemos que fue una mujer negra en EE.UU. quién negándose a ceder su asiento en un autobús a un blanco, encendió la chispa del movimiento antirracista.
Otro fenómeno importante fue la también masiva incorporación de jóvenes a los estudios superiores y el corte generacional que ello supuso por dos razones. El nivel de formación de éstos enseguida superó al de sus familiares, toda vez que se confrontaron actitudes distintas ante la mejora del nivel de vida de aquellas clases medias. Padres y abuelos nunca habían soñado tener televisión, por poner un ejemplo, mientras que para sus hijos eso formaba parte de lo usual y no apagaba su natural inconformismo. Es más, las infraestructuras educativas no estaban preparadas para el alud de jóvenes que llegó en poco tiempo a las aulas y las dificultades que se presentaron enconaron los ánimos contestatarios. El desarrollo universitario y su interconexión facilitó la circulación tanto de conocimientos como de ideas, generándose un potente movimiento estudiantil que apostaba por una revolución anticapitalista que desbordaba a una clase obrera reticente a aventurismos, dada la mejora de su nivel de vida.
Estas convulsiones sociales retroalimentaron unas y otras corrientes de pensamiento que influyeron en nuevas alternativas políticas, en el arte y la cultura y en los valores de los nuevos o renovados movimientos sociales, así como en la juventud contestataria. En definitiva entrados los setenta se consagró una ideología de superación de los ideales de la modernidad, todo empezó a ser “post”, sin definir muy bien nada más o tendiendo quizá a inventar, provocar y sintetizar.
Antecedentes para el surgimiento del movimiento homosexual
El desarrollo de los movimientos antes mencionados en Europa y EE.UU. fue alentando la toma de conciencia de las personas homosexuales, aún siendo consideradas entonces como enfermos y en muchos países como delincuentes. En conjunto las ideas del feminismo y la contestación estudiantil convergieron en reconocer la separación de sexo y reproducción y en afirmar los valores del individuo frente a la sociedad y sus normas impuestas. A ello hay que añadir varios aportes científicos esenciales. En primer lugar el Informe Kinsey de 1947, una primera macroencuesta sobre sexualidad en EE.UU. a 12.000 personas que conmocionó a la opinión pública al exponer, entre otros temas tabú, que hay un 10% de la población que mantiene preferentemente prácticas homosexuales y que otro 20 % ha tenido al menos alguna o varias experiencias satisfactorias de este tipo a lo largo de su vida. Tras ese demoledor informe, siguieron otros parecidos y más tarde las universidades añaden otras evidencias sobre las prácticas homosexuales en una mayoría de culturas del mundo, así como entre mamíferos (trabajos de los profesores Ford y Beach de la universidad de Yale).
Paradójicamente hasta los primeros años cincuenta se realizaban aún lobotomías en Europa (extirpación de la parte del cerebro que regula la sexualidad) para “curar” la homosexualidad, toda vez que las terapias aversivas con electro-shock casi han llegado hasta la actualidad.
La segunda y tercera generación del movimiento homosexual: 1945-1969 / 1969-1981.
Se ha convenido en llamar primera generación del movimiento homosexual a las organizaciones surgidas principalmente en Europa a finales del siglo XIX y primer tercio del Siglo XX, lideradas por el Comité Científico y Humanitario de Magnus Hirsfelch en Alemania. Período poco estudiado del que destaca el volumen y peso de tales grupos en un ambiente ciudadano tolerante que terminó abruptamente con la ascensión nazi y el holocausto homosexual en los campos de exterminio. Un libro que relata en primera persona estos hechos y que además incluye interesantes notas históricas a pie de página es ”Pierre Seel, deportado homosexual”, de Jean Le Bitoux y Pierre Seel, editado por Bellaterra, Barcelona 2001.
La segunda generación del movimiento homosexual sería una tímida y precavida continuación de la primera, tras la segunda guerra mundial. Hasta entrados los años sesenta hablamos de grupos de homosexuales clandestinos en lo social y en muchos países en lo legal. Si bien los pioneros alemanes de los años veinte se autodenominaban “tercer sexo” y buscaban respuestas científicas, en los 50 el conservadurismo de los gobiernos de unidad nacional en Europa tras la guerra y el rechazo tanto de la izquierda estalinista como de la derecha democristiana y de la opinión pública, los sumió en un gran silencio. Algo más llegaron a hacer en los EE.UU., en Holanda y Escandinavia.
Por otra parte la revolución castrista en Cuba, sea por el machismo imperante en la cultura latinoamericana, sea por influencia soviética, en sus primeros años se ensañó contra los homosexuales.
Entrando ya los años sesenta se hacen notar progresivamente los efectos económicos y sociales de las transformaciones antes referidas. En base a los aportes científicos de Kinsey y otros, más las revueltas feministas, estudiantiles y antirracistas, surge un nuevo movimiento o tercera generación en 1969 que cambia la palabra homosexual, sinónimo de enfermedad, por “gay”, alegre y divertido, que ya no busca “comprensión” sino que la sociedad cambie para aceptar a todos y todas los gays, lesbianas, bisexuales y travestís (la palabra transexual y transgénero es de uso más reciente). Precisamente esta tercera generación surge donde menor control social existe, las grandes urbes de los países democráticos.
Esta ciudad fue durante la Segunda Guerra Mundial lugar donde fueron a parar muchos hombres y mujeres que licenciados del ejército del Pacífico por causa de su homosexualidad, desembarcaban allí y allí se quedaban, básicamente por dos razones: el miedo a volver a sus conservadores pueblos natales y el anonimato y vida bohemia que ofrecía la ciudad. Eso produjo tras el fin de la guerra un efecto llamada que congregó a más homosexuales que empezaron a reunirse en bares específicos. Uno de estos resultó ser el legendario “Black Cat” que tras el acoso policial, logró en 1951 que el Tribunal Supremo de California declarase ilegal cerrar un establecimiento por causa de que su clientela fuera homosexual, entonces todo un hito.
A finales de la década y gracias al apoyo del movimiento “beatnik”, opuesto a la ola conservadora que asolaba EE.UU., los homosexuales dan el salto de los bares nocturnos a la calle, a relacionarse a plena luz del día y actuar en política. La propaganda sensacionalista de época adujo la tolerancia de los “beat” hacia éstos como una prueba de su desvarío, lo cual sirvió de nuevo como efecto llamada de muchos homosexuales que llegaron a San Francisco huyendo de sus lares. En este clima florecen nuevas asociaciones reivindicativas, incluidas las lesbianas y la revista decana “Advocate”.
Cuando en 1961 los propietarios de estos establecimientos empezaron a denunciar las extorsiones y corrupción a la que se veían sometidos por la policía, ésta replicó con redadas masivas y la retirada de licencias a 12 de los 30 bares de la ciudad. Este tira y afloja se resolvió de parte de la legalidad y gracias a que el empresariado constituye una sociedad para defenderse.
La cultura hippy de los sesenta, californiana de nacimiento, como los “beat” en los cincuenta, también apoyó con simpatía a los homosexuales de San Francisco y de todo el mundo por extensión. En 1964 se funda la Sociedad para los Derechos Individuales que agrupa a mil miembros.
La revolución de Stonewall de 1969 con el nacimiento del Orgullo Gay en Nueva York no haría más que encontrar terreno abonado en la meca homosexual por excelencia.