El travestismo aparece a menudo en muchas obras de la literatura castellana clásica. Generalmente como recurso humorístico. Dado el férreo control inquisitorial de la época, queda la duda de hasta que punto pudo ser causada por la autocensura.
Aunque los mayoría casos de travestismo son atribuidos a personajes femeninos, también podemos encontrar el caso contrario. Incluso tratándose de un elemento cómico y erótico, generalmente se nos presenta a una mujer que lucha por su honor en un mundo de hombres, cosa nada fácil en la oscura Castilla del llamado Siglo de Oro.
Era una época donde los cambios en las personas intersexuales podían pasar de ser "cosa del diablo" a "bendición divina", o podían acabar santificados o procesados, como lo fue Elena/o de Céspedes. El travestismo podía ser visto como obra del diablo, o bendecido por el Papa como el caso de Antonio de Erauso la monja alférez. En las actas de Torquemada podemos leer: “en un lugar no muy lexos de donde agora vivimos, estava una muger casada con un hombre labrador no muy rico, y como esta muger no tuviese hijos, el marido y ella estavan mal avenidos, y ansi se dava tan aspera vida, fuese de celos, o por otra causa, que la muger una noche hurtando los vestidos de un moço que en casa estava, vestida con ellos se fue y anduvo por algunas partes fingiendo ser hombre, y asi sirvió y ganaba para sustentarse, y estando asi, o que la naturaleza obrasse en ella pujante virtud que bastase para ello [...] ella se convertio en varon, y se caso con otra muger...”(1)
Posiblemente Cervantes en el Quijote va más allá. La sexualidad del Quijote es ambigua, ¿fruto del temor inquisitorial o por deseo cervantino? Todos los personajes son enamoradizos, incluso el pobre Rocinante, pero nunca llega a tener el más mínimo contacto sexual. ¿Don Quijote adora a las mujeres, pero realmente las desea? La mujer aparece en múltiples identidades, generalmente son fuertes, libres y lejanas al papel pasivo que la sociedad les otorgaba. Pero las que me llaman la atención son las mujeres travestidas, creo Cervantes va mucho más allá de lo que ha ido jamás la literatura en castellano.
El primer caso de travestismo que comparto lo encontramos en los capítulos 26 y 27 de la primera parte. El cura y el barbero conspiran para hacer regresar al Quijote a casa:
"Después, habiendo bien pensado entre los dos el modo que tendrían para conseguir lo que deseaban, vino el cura en un pensamiento muy acomodado al gusto de Don Quijote, y para lo que ellos querían, y fue que dijo al barbero que lo que había pensado era: que él se vestiría en hábito de doncella andante, y que él procurase ponerse lo mejor que pudiese como escudero... Mas apenas hubo salido de la venta, cuando le vino al cura un pensamiento, que hacía mal en haberse puesto de aquella manera, por ser cosa indecente que un sacerdote se pusiese así, aunque le fuese mucho en ello; y diciéndoselo al barbero le rogó que trocase trajes, que era más justo que él fuese la doncella menesterosa, y que él haría el escudero"
Travestir al cura¡¡¡ Pero Cervantes sabe que se la juega y al final es el barbero quien opta por travestirse como mujer, pues "asi se profanaba menos su dignidad". Brillante, Cervantes indica una línea infranquable, pero antes ha travestido al cura y ha salido indemne.
En el siguiente capítulo, también en Sierra Nevada, oyen alguien quejarse:
"no hubieron andado veinte pasos, cuando detrás de un peñasco vieron sentado al pie de un fresno a un mozo vestido como labrador, al cual, por tener inclinado el rostro... El mozo se quitó la montera, y sacudiendo la cabeza a una y otra parte se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada."
A continuación Cervantes nos cuenta la terrible realidad de una mujer hija única de una familia rica, pero no noble. Su destino es don Fernando, hijo menor de un Grande de España. Los pensamientos del noble " más se encaminaban a su gusto que a mi provecho, y que si yo quisiese poner en alguna manera algún inconveniente para que él dejase de su injusta pretensión, que ellos me casarían luego con quien yo más gustase" Cede al final a las pretensiones y promesas del noble hasta que la final se entera de que este se ha casado, y es así como decide huir al monte travestida como un mozo.
El capítulo 60 de la segunda parte es uno de mis preferidos, pues en él se encuentra con Roque Guinart, ( el bandolero Perot lo Lladre, personaje real) . De repente "
"Ya le iba a dar las gracias don Quijote, cuando sintieron a sus espaldas un ruido como de tropel de caballos, y no era sino un solo, sobre el cual venía a toda furia un mancebo, al parecer de hasta veinte años, vestido de damasco verde, con pasamanos de oro, greguescos y saltaembarca, con sombrero terciado, a la valona, botas enceradas y justas, espuelas, daga y espada doradas, una escopeta pequeña en las manos y dos pistolas a los lados. Al ruido volvió Roque la cabeza y vio esta hermosa figura, la cual, en llegando a él." Era la bella Claudia, una audaz jineta, una hábil amazona armada hasta los dientes. No os cuento como sigue, sencillamente os animo a leer el Quijote.
En el capítulo 63 aparece el caso del caballero mancebo " cuya belleza se deja atrás las mayores que encarecer se pueden" y de como se transviste para evitar males mayores:
"Tuvo noticia el rey de mi hermosura, y la fama se la dio de mis riquezas, que en parte fue ventura mía. Llamóme ante sí, preguntóme de qué parte de España era y qué dineros y qué joyas traía. Díjele el lugar y que las joyas y dineros quedaban en él enterrados, pero que con facilidad se podrían cobrar si yo misma volviese por ellos. Todo esto le dije, temerosa de que no le cegase mi hermosura, sino su codicia. Estando conmigo en estas pláticas, le llegaron a decir como venía conmigo uno de los más gallardos y hermosos mancebos que se podía imaginar. Luego entendí que lo decían por don Gaspar Gregorio, cuya belleza se deja atrás las mayores que encarecer se pueden. Turbéme, considerando el peligro que don Gregorio corría, porque entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un mochacho o mancebo hermoso que una mujer, por bellísima que sea. Mandó luego el rey que se le trujesen allí delante para verle y preguntóme si era verdad lo que de aquel mozo le decían. Entonces yo, casi como prevenida del cielo, le dije que sí era, pero que le hacía saber que no era varón, sino mujer como yo, y que le suplicaba me la dejase ir a vestir en su natural traje, para que de todo en todo mostrase su belleza y con menos empacho pareciese ante su presencia. Díjome que fuese en buena hora y que otro día hablaríamos en el modo que se podía tener para que yo volviese a España a sacar el escondido tesoro. Hablé con don Gaspar, contéle el peligro que corría el mostrar ser hombre, vestíle de mora, y aquella mesma tarde le truje a la presencia del rey, el cual, en viéndole, quedó admirado y hizo disignio de guardarla para hacer presente della al Gran Señor..."
Entre los capítulos 63 y 65 aparece la historia de la pobre Ana Felix, quien narra a Quijote como salva a Don Gregorio, de costumbres que Cervantes conoció en primera persona. Ella que a pesar de ser cristiana, la expulsan por tener descendencia morisca y finalmente es capturada en un bajel morisco travestida como un pirata. La historia debe acabar bien, pero Cervantes nos cuenta una realidad que conoció la presencia de mujeres piratas en los barcos de estos, adoptando siempre una identidad masculina:
"Miróle el virrey, y, viéndole tan hermoso, y tan gallardo, y tan humilde, dándole en aquel instante una carta de recomendación su hermosura, le vino deseo de escusar su muerte; y así, le preguntó:
-Dime, arráez, ¿eres turco de nación, o moro, o renegado?
A lo cual el mozo respondió, en lengua asimesmo castellana:
-Ni soy turco de nación, ni moro, ni renegado.
-Pues, ¿qué eres? -replicó el virrey.
-Mujer cristiana -respondió el mancebo."
Ana Felix cuenta a continuación la historia de un bello mancebo, Gregorio a quien recomendó travestirse como una mujer, pues su belleza era tal que todos habrían querido tenerle
El Quijote merece siempre una relectura, con ojos abiertos a leer entrelineas y lejos de la lectura lineal a la que muchas veces se ha sometido, Seguro sorprende.