Aunque existan personas que aún se sorprendan, armarios hay muchos. Armario es ese tema que, por diferente a la “norma” (ley o frecuencia, según a quien le más interese una definición u otra), se le da un trato algo diferente, se nombra menos o se explica más.
Los progenitores divorciados eran un armario hace unos años, las madres solteras, también. Si tu novio es muy mayor, o mucho más joven, si es de otra cultura o raza. Si eres mujeres y no quieres tener hijos. Si eres vegetariano o vegana.
Es esa cosa a la que todo el mundo responde: “no si a mí me parece bien, yo ante todo respeto”, “yo tengo un amigo vegetariano, muy bien claro… lo de los animales, pero no sé cómo vive sin jamón”.
La más conocida es la salida del armario por orientación del deseo. Qué duda cabe, que para hombres homosexuales –más allá de particularidades personales-, mujeres lesbianas y bisexuales existen salidas diferentes. La salida de personas transexuales también tienes sus desarmarizaciones.
En general las salidas masculinas (cis) suelen ser más violentas, pero toman una identidad visible y fuerte y se mantiene en el tiempo. En estos casos puede haber mucho drama, incluso violencia física, es un proceso más catártico. Los insultos son más puntuales, pero más “evidentemente agresivos”. Las de las mujeres lesbianas es más lenta e invisibilizada, menos violenta, pero con agresiones más constantes, son “amigas”, o reciben constantes comentarios paternalistas o sobre deseos masculinos (“porque no has probado un pene”, “qué pena con lo mona que eres” o “qué bien me lo montaría con tu novia”).
Las salidas trans a veces pasan por comentarios de “sí, la verdad que ‘parece’ un hombre” y poesías de ese estilo.
Aprovechando que es el año de las bisexualidades, remarco decir la doble discriminación que recibe esta orientación por la sociedad heterosexual y las comunidades LGTBI: viciosos, no se aclaran, hacen tríos, propagan enfermedades, es una fase, no existen, infieles etc. Estas personas, además, pasan por más salidas del armario, porque a nivel de visibilidad si una mujer es vista con una mujer es definida como lesbiana y si es vista con un hombre se la concibe como heterosexual. Aún usamos prácticas, orientaciones e identidades con bastante lío. De hecho, una queja frecuente por parte de bisexuales, es la necesidad de explicar cada vez el autoconcepto, esto, paralelo al autoexamen que produce un nivel de ansiedad identitaria constante.
Recuerdo una profesional de la traducción que dijo esta frase, “yo salí del armario como lesbiana, me da menos problemas. Como bi, nadie me entiende”.
Hoy no hablaremos de los armarios interiorizados y sus consecuencias en la intimidad, que las tienen. En este espacio me interesaría compartir una reflexión: la salida del armario y la visibilidad es un derecho, no una obligación. Por su puesto que tenemos que facilitar entre todos, todas y todes la visibilidad, pero no a costa del bienestar de nadie.
La salida del armario es un proceso de desarrollo personal muy profundo. Los seres humanos “deberíamos” movernos hacia un crecimiento interno de desarrollo, que llevara a la integración de nuestro ser. De todas estas partes, una de ellas, pero no solo la única, es la orientación. Esto es, incluir una parte de mi de manera amorosa, para llegar cada día a ser más “yo”.
Por eso a mí me gusta más hablar de integrar que aceptar, por su puesto hay una parte de aceptar, y creo que más allá de aceptar es dar lugar a una verdad íntima. Y si, las verdades a veces son mutables, la sexualidad como resultado de la biografía es un continuo. No es algo frío, fijo e inmutable, no es una foto fija.
Dicho esto, sabemos que hemos metido a las personas no heterosexuales en armarios, que no se sepa que no se diga, usando incluso sitios de “cura”. Había que ocultarlo. Y aún hoy es así.
Al mismo tiempo se ha producido y se produce una especie de imperativo de “salir del armario”. -Ocurre como el sexo, antes era pecado y ahora existe un mandato mercantilista de “hacer sexo” a todas horas y de muchas maneras-. En el caso de los armarios, el mandato es que la orientación LGTBI ha de manifestarse y no debe jamás, jamás ocultarse.
Pondré tres ejemplos que me han preocupado.
El primero hace referencia a las declaraciones en blog psicología, donde se afirmaba categóricamente que quien no salía del armario estaba engañando a su gente querida, al mundo y a sí mismo/a.
El siguiente caso –bastante superficial– es de la entrevista de Risto Mejide a Vanessa Martín donde la saca del armario (“me enamoré de ti, pero luego supe que te gustan las mujeres”, o “qué has tenido con Malú”). Y tiene relación con que, a veces, los colectivos LGTBI dicen que tal cantante, político o actriz debería hacer el bien a su comunidad y visibilizarse. Repito, honda y profundamente, que la visibilidad es algo muy necesario socialmente y un potente e integrador a nivel personal. Ahora bien, ¿siempre?, ¿en todas partes?, ¿es una obligación o es un derecho?
Si eres una persona pública puede que sea valiosa tu aportación, pero tu vida es tuya. Puede que tampoco digas que has tenido un aborto o que votas a X partido.
Por otra parte, ¿a costa de todo? ¿Por qué hago esta pregunta? Porque cada persona tiene un proceso, y si bien los armarios son tóxicos, porque lo son, hay lugares, tiempos y formas más adecuados para cada persona.
No todo el mundo puede hacer salidas ruidosas, que son muy liberadoras y catárticas, pero también te pueden colocar en “yo contra todo”. Esto pasa a veces en el chico gay que por fin se ha enamorado y está harto de sus padres y les suelta todo y ahí les deja, temblando con el rosario en mano. En este caso es un “armario-hacha”, uso mi salida como arma. Bienvenida también esta forma. Siempre que sea desde la consciencia.
Pero ¿y si te encanta tu trabajo, pero seguro que te echan porque trabajas con menores y el colegio es ultracatólico?, ¿y si vives en Uganda? O si estás paseando por un sitio skinhead, como hace años era el Parque del Oeste de Madrid, ¿quieres besarte apasionadamente ahí? No incluyo aquí besadas protesta, que son eso, actos políticos. Y aunque lo personal es político, mi cuerpo no puede estar siempre en guerra. O no todos los cuerpos lo quieren. Pero lo más importante es que nadie, nadie tiene el derecho a sacar a nadie del armario. Para quien no lo sepa, es un delito. Si no tenemos cuidado el resultado será más y más LGTBIfobia.
No será único (tercer ejemplo) el caso de la lesbiana que tuvo que huir del pueblo porque su ex, que también estaba en el armario, cuando rompieron se vengó pintando por todo el pueblo “Pepita bollera”.
Creo que nuestro papel como profesionales (terapeutas, educadores, medicas…) es acompañar en este proceso interno de integración y de visibilidad social. Y no seamos tan soberbios/as, no existe una única manera.
Para cerrar esta reflexión: ¿Para qué estás sacando a esta persona del armario? ¿Cómo arma? ¿Para parecer liberal? ¿Para ayudarla? ¿Porque tú no sabes qué hacer con esta información? ¿Para tener una noticia y ganar dinero?
Creo que al menos una vez en la vida son necesarios los actos escandalosos y catárticos, sí, esos que tomas carrerilla y gritas. También creo que sería bonito si en lugar de sacarnos, nos acompañaran, o salimos porque este sitio se nos quedó pequeño y queremos aire.
Qué bonito sería si cada armario roto fuera un mayor respiro y no siempre un dolor y una ruptura. Y si gritas, que el grito sea completamente tuyo.
Delfina Mieville Manni es sexóloga, terapeuta de pareja y experta en género y derechos humanos
Fuente:http://www.cascaraamarga.es/tendenci...igaciones.html