Público
Federico García Lorca (Granada, 5 de junio de 1898) fue, sin duda, uno de los poetas más representativos de la poesía y del teatro español del siglo XX. Adscrito a la generación del 27, compartió ideas con poetas como Rafael Alberti, Luís Cernuda o Dámaso Alonso. También creó la Barraca, una compañía de teatro ambulante que acercaba a los pueblos la dramaturgia. El 18 de agosto del 1936, un mes después del golpe de Estado, fue asesinado a manos de las autoridades franquistas por "socialista", "masón" y "homosexual". Fue de madrugada cuando asesinaron al granadino, cerca de un barranco, a dos kilómetros de Fuente Grande, en un terreno que todavía abraza sus restos ante la dificultad de hallarlo.
Este año se cumplen 85 años desde su asesinato y al autor de La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre o Yerma le recordamos con algunos de sus versos más emblemáticos.
Recogemos cinco fragmentos de los poemas que le han encumbrado como lo que es hoy, uno de los poetas españoles con mayor influencia.
Oda a Salvador Dalí (1926)
Oh, Salvador Dalí, de voz aceitunada!
No elogio tu imperfecto pincel adolescente
ni tu color que ronda la color de tu tiempo,
pero alabo tus ansias de eterno limitado.
Alma higiénica, vives sobre mármoles nuevos.
Huyes la oscura selva de formas increíbles.
Tu fantasía llega donde llegan tus manos,
y gozas el soneto del mar en tu ventana.
El mundo tiene sordas penumbras y desorden,
en los primeros términos que el humano frecuenta.
Pero ya las estrellas ocultando paisajes,
señalan el esquema perfecto de sus órbitas
Poema de la soleá (1931)
Vestidas con mantos negros
piensa que el mundo es chiquito
y el corazón es inmenso.
Vestida con mantos negros.
Piensa que el suspiro tierno
y el grito, desaparecen
en la corriente del viento.
Vestida con mantos negros.
Se dejó el balcón abierto
y el alba por el balcón
desembocó todo el cielo.
¡Ay yayayayay,
que vestida con mantos negros !
Soneto de la dulce queja (1936)
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.
Romance sonámbulo (1924)
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.
Poeta en Nueva York (1930)
Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.
Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
lo sé.
Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.
Fuente: https://www.publico.es/culturas/85-anos-del-asesinato-federico.html#Echobox=1629231484