A pesar del creciente espacio de homosexuales en altos cargos y ámbitos sociales y culturales como el cine, la música y la televisión, ahora donde se aprecia cada vez más la discriminación es dentro de nuestras propias filas. Sí, entre nosotros. Y especialmente hacia aquellos que no cumplen con los cánones normativos.
Recopilamos en seis capítulos, seis ejemplos de discriminación que se reproducen dentro del colectivo y por parte del mismo.
Enol se ha despertado un tanto cachondo debido a la gran cantidad de alcohol, popper y sustancias varias que ingirió la noche anterior en la famosa discoteca Tanga!. Sin pensárselo dos veces, coge el móvil, abre el App Store y vuelve a descargarse Grindr (a pesar de haberse prometido, la última vez que la desinstaló, que no volvería a utilizarla).
Decidido a encontrar un hombre con quien desfogarse en esa tontorrona mañana, empieza a hablar a los perfiles que le aparecen más cerca de su ubicación. El primero le pregunta si tiene pluma, y cuando Enol le responde que sí, el usuario le contesta con: “Lo siento tío, me cortan mucho el rollo los chicos afeminados, busco macho dominante”, y acto seguido le bloquea.
El segundo le dice que “solo busca a chicos de gym o con penes muy grandes”, y el tercero le comunica que si quiere tener relaciones sexuales con él, primero deberá rasurarse todo el vello corporal. Dando por perdido el polvo mañanero y con la autoestima por los suelos, Enol acaba masturbándose con su nuevo dildo de cristal y borra la app (esta vez, queriendo pensar que sí sería la última).
Esta historia es una de muchas que viven los homosexuales a diario. Más allá de estas aplicaciones, observamos cómo no solo a la hora de ligar, sino en cualquier contexto, dentro del colectivo gay existe una notable discriminación entre sus propios integrantes. Pero, ¿a qué se debe? Vivimos y hemos crecido en una sociedad patriarcal y capitalista donde se establecen una serie de cánones heteronormativos que también se encuentran presentes dentro de la comunidad homosexual. Esto genera en ocasiones una serie de discriminaciones no por ser homosexual, sino por no cumplir con el estereotipo normativo (gay blanco, cis, masculino, musculoso, etc.), como por ejemplo, los gais con pluma, los gais racializados, los gays gordos, etc.
La plumofobia o cómo muchos homosexuales siguen rechazando la pluma en pleno siglo XXI
Nos metemos en Grindr y comenzamos a leer algunos perfiles: “No tíos con pluma”, “masc4masc”, “Solo masculinos”, “No me van las locazas”, entre otros similares. Le preguntamos a un usuario en cuyo nombre de perfil se describe como “masc morbo discreto” si le atraen los hombres con pluma y por qué, y su respuesta es la siguiente: “No me atraen sexualmente los chicos con pluma simplemente porque me gustan los hombres rudos y varoniles y la pluma no me hace sentir lo mismo“. Le preguntamos a otro con nombre de perfil “masculino hot” y nos contesta: “Considero la pluma como una actitud que puede tener tanto un hombre como una mujer. Hay hombres con pluma y mujeres sin pluma. A mí esa actitud no me gusta, y por lo tanto no me gustan los hombres con pluma”. Pero, ¿por qué razón una gran parte de la población homosexual siente rechazo hacia la pluma?
En un estudio realizado por Cal Strode en 2014 y publicado por Gay Times y Attitude –entre otros medios internacionales–, donde participaron 280 homosexuales de California y Reino Unido, el 37% de los entrevistados afirmaron que los gais con pluma dan una ‘”mala reputación” al colectivo homosexual masculino. Más de la mitad de los gais que estaban de acuerdo con esta afirmación se autodenominaban “sin pluma” (56%), y eran prácticamente los mismos que también aseguraban no haber sido víctimas de homofobia en la escuela.
El youtuber Parodi Paradise, que se describe en su cuenta de Instagram como “Ceniciento”, cuenta en su canal su experiencia personal con la plumofobia: “Hay gente que me dice que tengo mucha pluma y gente que me dice que no tengo ‘tanta’ pluma, como si tenerla fuese algo negativo, o como si por decirme que no tengo ‘tanta’ me estuvieran haciendo un favor o un halago. Nací con ello, no me lo voy a quitar, y aunque pudiese tampoco lo haría. El hecho de tener pluma o de ser homosexual a secas no me hace menos merecedor de un respeto que se le da a un heterosexual o un homosexual que parece heterosexual”.
Se podría definir la plumofobia como la discriminación hacia un hombre que tiene actitudes femeninas. Ese rechazo hacia la pluma. Ese rechazo hacia el amaneramiento que tienen algunos gais. Esa gestualización que se considera femenina.
Parodi Paradise explica en uno de sus vídeos cómo muy frecuentemente experimenta a través de estas apps de ligoteo esa superioridad con la que actúan los ‘machos’ a la hora de interactuar con él: “A pesar de mi pluma, tengo un aspecto físico y unas facciones muy varoniles, por lo que en numerosas ocasiones me han hablado chicos diciéndome que aunque no les ponen los tíos con pluma no les importa y conmigo harían una excepción. ¿Perdona? Yo soy excepcional, no tu excepción. Me da mucha rabia esa condescendencia y esa forma de hablar como si me estuvieras perdonando la vida. Para empezar, ni siquiera sabes si me gustas o no, y aún así tienes los huevos de decirme que vas a hacer una excepción conmigo, que casi te vas a rebajar a mi nivel“. A lo que añade: “Hay mucha gente que no tiene ningún problema de homofobia interiorizada y, simplemente, les atraen los hombres masculinos. Evidentemente, todos tenemos nuestras preferencias, pero la línea entre los gustos personales y la discriminación es muy fina. Mucha gente no sabe dónde está, y la sobrepasa”.
De la misma forma que el resto de prejuicios y estigmas adyacentes a la pluma, el origen radica en la educación. “Desde pequeños, siempre nos han dicho que un hombre tiene que comportarse como un hombre, y en el momento en que eso no ocurre así, nos reímos de él y le hacemos sentir vergüenza. Hemos aprendido que un hombre varonil es algo positivo, y que un hombre femenino es algo negativo. Y eso también se ha trasladado al mundo gay“, declara el periodista y activista LGTBI+ Rubén Serrano para PlayGround. “Muchos pueden argumentar que ‘bueno, es que son gustos, y no veo atractivo a un hombre con pluma’. Cierto, son gustos. Pero a veces hay que ver qué se esconde detrás de estos gustos. Si no te gusta la pluma es porque consideras la feminidad en un hombre como algo inferior y no deseable, y eso te causa rechazo“, continúa Rubén, que recalca el claro trasfondo machista y sexista que tiene esta discriminación a causa del sistema patriarcal en el que vivimos.
Respecto al estudio mencionado anteriormente, Strode analizó que “los homosexuales con aspecto ‘heterosexual’ o ‘normativo’ tenían menos probabilidades de haber sufrido homofobia, y con ello, menos probabilidades de ver esta discriminación como algo que les pueda afectar personalmente. Sin embargo, aquellos que habían experimentado la homofobia tenían más probabilidades de desempeñar un papel activo dentro del colectivo para combatir estas opresiones sociales, luchando por la comunidad gay, en lugar de desasociarse de esta, como hacen los normativos”.
Walter Adrián, periodista freelance, nos narra una de sus anécdotas de la noche en el ambiente, donde advierte de la supremacía con la que actúan estos homosexuales normativos: “En Madrid hay una fiesta muy divertida a la cual he ido mucho y que todos conocemos, que es ‘Baila Cariño’, pero el tipo de gay que acude es muy heteronormativo. Yo creo que al vestir, al ser y al parecer, y al encajar tanto en el statu quo de la normalidad, ellos se piensan que son superiores al resto de maricones. Con cualquier persona que sea un poquito diferente suele haber una discriminación innata, como que los miran con aires de superioridad, como con un poco de asco, o así al menos lo he percibido yo”.
“Es muy curioso que algunos hombres homosexuales nos exijamos entre nosotros que nos comportemos como unos machos y que seamos unos ‘hombres’. Justo lo que nos pedían en el colegio antes de darnos un empujón y llamarnos ‘maricones’. El acosado se ha convertido en acosador”, manifiesta el periodista Rubén Serrano, a lo que agrega: “Si por algo se caracteriza el colectivo LGTBI+ es por romper etiquetas y desafiar los roles de género. Gracias a la pluma hemos ganado visibilidad y hemos ganado muchos derechos que hoy tenemos. Ser masculino o ser femenino no tendría por qué condicionar nuestros sentimientos ni tampoco nuestro día a día. Así que, ¡viva la pluma!“.
Strode expone –en lo que fue su tesis universitaria– que no es partidario de demonizar a los gais que se definen como “de aspecto hetero” o “sin pluma”, sino de hacerles entender que actúan desde una posición de homofobia interiorizada, algo que no es sencillo, aclara. “No podemos esperar que todo el mundo tenga un entendimiento académico de lo que significa la opresión, el privilegio y los roles sociales. Tenemos que encontrar una forma constructiva de iniciar un diálogo con estas personas de forma que finalmente consigamos tenerlas junto a nosotros“, alega.
Fuente: https://shangay.com/2021/06/22/maric...sa-del-pasado/