De Jordi Petit, activista histórico y persona luchadora.
Las graves agresiones en Barcelona. Han generado preocupación y nos dan la medida- sea mucha o poca- de como aumenta la lgtbi-fobia en la ciudad condal y en toda Catalunya.
Creo que tenemos tres elementos que pueden permitirnos analizar esta escalada, reflexión que pienso puede ser útil para todo el estado.
En primer lugar hay que tener en cuenta que tras las victorias de 2005 (matrimonio igualitario) y 2007 (primera ley de identidad de género), bajó notablemente el eco social que generaron esos retos y discusiones, finalmente ganados. Es decir, las criaturas nacidas entrados los años 90's, por su edad no se enteraron del intenso debate que se produjo durante aquellos años en todos los medios de comunicación. Esta circunstancia generacional explica que una parte de la actual juventud no haya recibido el pedagógico impacto de tales años. Los agresores son hoy en su mayoría muy jóvenes.
No es fácil mantener una actuación constante desde los medios de comunicación, y eso conlleva que la ideología judeo-cristiana dominante, machista y patriarcal de fondo, trascienda y cale de nuevo entre una minoría de la actual juventud, pocos pero feroces. Entre obispos y ultras alientan la intolerancia.
En segundo lugar hay que decir que afortunadamente sigue aumentando la visibilidad de las parejas del mismo sexo que van de la mano por la calle, así como de las personas transexuales, muy visibles siempre y eterna diana de toda repulsa. Esa presencia creciente molesta a los intolerantes e indirectamente provoca su rechazo, desde insultos hasta las brutales agresiones como en estos primeros días junio en Barcelona.
Toca no desfallecer, ni un paso atrás y denuncia de toda discriminación.
Un último factor sería el ascenso de la extrema derecha. En las últimas elecciones catalanas de febrero de este año, subió mucho y alcanzó 11 parlamentarios con más de 217.000 votos, con otro factor preocupante, un 47% de abstención. Poca broma.
El peso de los ultras está ya consolidado pues en las dos elecciones generales de 2019, obtuvieron en Catalunya respectivamente más de 148.000 votos y luego más de 243.000 votos. En total, respecto de todo el estado, han alcanzado un grupo parlamentario de nada menos que 52 diputados.
En este marco creo que podemos concluir que la euforia de los ultras en las elecciones de la Comunidad de Madrid y su gobierno bi-fachito con el PP, dan más alas a los intolerantes, se sienten legitimados y más crecidos que nunca, atacan. Esa campaña electoral, aunque limitada a un solo territorio, ha sido casi vivida como si fueran unas elecciones generales, a todas horas en los informativos y con retroceso final de las izquierdas. Esa campaña ha sido una fuente de odio y de discursos tan simples como agresivos.
Nos encontramos en pocos meses con un escenario inesperado. El crecimiento y la demagogia de la extrema derecha es un hecho incontestable, con el apoyo más o menos descarado de la jerarquía católica.
Nada nuevo si nos comparamos con países tan cercanos como Francia y el avance de Marine Le Pen. En las últimas elecciones presidenciales del 2017, los ultras quedaron con un 38% de los votos en la segunda vuelta y subiendo, aunque Macron le doblase en resultados y le arrebatase la victoria. Las encuestas indican más avances para Le Pen en el 2022. Veremos, pero esa pesadilla ya se nota en nuestro país vecino y en otros varios de la UE. La gran diferencia es que en en Francia y en Alemania, las derechas evitan a toda costa pactar con los ultras, cosa que aquí no ocurre. Un elemento más para que se sientan más prepotentes.
Ante esta ofensiva en toda regla, creo que las fuerzas progresistas deben de replantearse estrategias de futuro inmediato y hacer valer logros conquistados con el gobierno central de coalición, como por ejemplo haber promulgado la ley para una muerte digna, que rechazaron Vox y PP.
Por otra parte, aunque las soluciones a largo o a medio plazo sean la necesaria co-educación en igualdad e información sobre la diversidad sexo-afectiva y de género en las escuelas, de inmediato el mov.lgtbi podría, -en mi modesta opinión-, renovar su actuación. Me parece que no hay más remedio que cerrar filas, aplazar discusiones internas y redoblar mensajes pedagógicos y comprensibles hacia la sociedad, contra la intolerancia y las agresiones.
Los derechos lgtbi son derechos humanos y eso irrita a los ultras y a los curas. Más que denunciar y quejarnos -que también y mucho- es preciso orientar las políticas de las instituciones y de las entidades hacia una comprensión básica de la diversidad lgtbi entre la ciudadanía y de volver a repetir la información fundamental, desde el Informe Kinsey y otros datos científicos, hasta los derechos que ampara la Unión Europea.
El mensaje normalizador de la visibilidad pública y la emisión en redes y televisiones de programas y documentales que aborden esta cuestión, es muy necesario. En eso se notan ya notables pasos, tanto el gobierno central de coalición, como en otras varias comunidades autónomas. Por poner dos ejemplos próximos, la televisión local de Barcelona, Betévé, ha anunciado una serie de películas de temática lgtbi para finales de junio y TVE prepara un especial sobre Miguel de Molina para el 3 el de julio...
Seguimos nadando a contra corriente, a pesar de las leyes ganadas hace casi 15 años. Sin embargo, ha llovido demasiado y el gobierno del PP lastró logros conseguidos.
Es tiempo de estrategias de unidad y de alianzas con las ong's e instituciones que defienden el estado laico y las libertades personales. Ninguna lucha se gana de repente, de un día para el otro, hay que seguir y seguir avanzando sin cesar. Toda victoria parcial es un paso a paso para ir a más y no podemos plantear las cosas como un ahora, o todo o nada. Así, en su momento, reclamamos las leyes de parejas porque queríamos el matrimonio igualitario. Cuando obtuvimos esas leyes, no nos detuvimos, ya reclamábamos el matrimonio igualitario que finalmente alcanzamos. Nada es lineal, hay sus etapas, pactos y estrategias para sumar fuerzas aliadas.
Es tiempo de seguir ganándonos a la gente, de continuar informando a la sociedad, de estar presentes en lo cotidiano, de seguir afirmando que los derechos lgtbi son simplemente Derechos Humanos. Mejor no encerrarnos en debates recurrentes en círculos cerrados, sino saber transmitir hacia la sociedad nuestras conclusiones. Tampoco hay que preocuparse si aparecen contradicciones, lógicas y propias del desarrollo de todo movimiento social, todo puede fluir sin romper la cuerda.
Es tiempo de ser visibles hasta llegar a ser indiferentes, pero para esa meta falta mucho trecho y mucha paciencia. Los éxitos ya conseguidos nos enseñan por donde seguir adelante.