LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD HOMOSEXUAL
Durante siglos y siglos en el llamado mundo occidental, lo que hoy entendemos por homosexualidad y bisexualidad no existieron como tales, según hoy las concebimos como categorías estancas.
Entonces eran prácticas sumidas bajo el término genérico de la sodomía tal como establece la Biblia y las tres religiones monoteístas, cristianismo, judaísmo e islam. La sodomía era un grave pecado que podía realizarse entre personas de distinto o mismo sexo y con animales. Es decir, hasta finales del siglo XIX no aparece ningún tipo de resistencia ante ese pecado-delito, que se convirtió luego en enfermedad. La historia está llena de casos de relaciones entre personas del mismo sexo, a pesar de la persecución vigente desde el siglo IV de nuestra era, cuando el cristianismo devino en religión oficial del Imperio Romano, ya en crisis. Hubo periodos de mayor o menor tolerancia ante esas relaciones “contra natura” y cuyas excepciones tan bien nos narra Leopold Estapé, pero en definitiva no hubo una comunidad identitaria en torno a esa circunstancia personal.
En el contundente libro “Identidades asesinas” de Amin Maalouf (Alianza Editorial, 1998), se nos describe como las personas tenemos una identidad formada por muchas circunstancias existenciales, nación, lengua, sexualidad, profesión, etc y cuando una de éstas condiciones se ve atacada, ese rasgo se sobrepone a los demás. Por otra parte, aunque tengamos muchas cosas en común, ninguna identidad es exacta a otra, porque la vida de cada cual es diferente. Amin Maalouf pone el ejemplo que para los homosexuales de los años 30, supuso el ascenso del fascismo y del nazismo, su condición sexual se sobre-puso a las demás, respecto de su lengua, nación, etc. Estaban en riesgo.
Alberto Mira en “De Sodoma a Chueca” (Ed. Egales, Madrid 2004), establece los orígenes de la aparición de la identidad homosexual, fruto de la medicalización de las relaciones sexo-afectivas entre personas del mismo sexo, es decir, de su categorización como enfermedad. Ese sesgo donde coincidían pecado, delito y enfermedad, creó la conciencia de riesgo y a la vez de auto-homofobia, para llegar a desembocar en la resistencia ante las leyes represivas. Mira insiste en que esa práctica podía haber continuado como un rasgo más de algunas o muchas personas, sin mayor relieve, a no ser por la intolerancia religiosa que la convirtió en pecado y delito, y sobre todo cuando los médicos le pusieron nombre.
En 1868 el escritor austríaco Karl-Maria Kertbeny utilizó por vez primera los términos heterosexual y homosexual, especialmente para combatir el castigo a las relaciones sexuales entre varones contenidas en el párrafo 143 del Código Penal prusiano y cuyo espíritu punitivo pervivirá en el párrafo 175 del Código Penal alemán. De hecho la psiquiatría alemana se apropió de este término precisamente para combatir su castigo y de hecho creó así esta categoría explícita.
Anteriormente aunque los códigos penales que instauró Napoleón en los países ocupados, despenalizaban la sodomía, ese paréntesis duró poco. En el estado español así fue durante el breve reinado de José I Bonaparte (1808-1812).
A partir pues desde finales del siglo XIX la ciencia empezó a discutir si la homosexualidad era congénita o adquirida, y se fueron sucediendo teorías para todos los gustos. En 1885 Gran Bretaña recrudeció su legislación homófoba y su principal victima fue el aclamado y luego rebelde escritor Oscar Wilde. En ese año Wilde fue acusado y condenado a dos años de trabajos forzados, por “indecencia grave”. Allí siguió escribiendo y al salir de la cárcel se exilió en París, donde fallecería en 1900, en plena indigencia.
Sin duda pues, Wilde encarnó la primera resistencia pública de referencia contra la homofobia, si bien en Berlín ya se había fundado poco antes el Comité Científico y Humanitario.
Jordi Petit