Este pediatra y psiquiatra asesora a otros especialistas sobre cómo ayudar a los adolescentes que viven su orientación sexual como un problema
LUIS PARDO
EDDY KELELE
Es un pionero: de su mano los problemas de identidad sexual del adolescente han empezado a tener un espacio en los congresos médicos. Josep Cornellà i Canals (Gerona, 1950) ha conseguido que cada vez más galenos tomen conciencia de que la esfera sexual del menor no se limita a prevenir un embarazo no deseado o una enfermedad infecciosa. «Hay chicos que se sienten chicas y viceversa, padres que se agobian porque su hijo varón juega con muñecas, menores que se angustian ante una polución nocturna o adolescentes que se deprimen porque su orientación sexual no coincide con la de la mayoría», señala este experto, responsable en la provincia de Gerona del Programa Salud y Escuela de la Generalitat de Cataluña y que en su doble condición de pediatra y psiquiatra impartió la semana pasada un taller sobre orientación sexual en el congreso de la Asociación Española de Pediatría celebrado en Barcelona.
Pregunta.- Al adolescente pueden asaltarle dudas sobre su orientación sexual. ¿Cuándo consultarlo?
Respuesta.- Aquí vale esa frase que dice que un problema es un problema cuando causa problemas. La sociedad no admite como normales cosas que lo son. Cualquier adolescente debe seguir un proceso para adquirir su identidad sexual, en el que aprenderá a superar sentimientos de culpa y vergüenza, a cortar gradualmente lazos con los padres o a reconocer aquello que le es eróticamente placentero o desagradable. En éstas y otras etapas pueden vivirse situaciones de conflicto. Cuando esto sucede el médico no debe intervenir, porque no sería ético, pero sí puede acompañar, ayudar, escuchar, etcétera.
P.- Antes de que la orientación sexual se defina en el menor, ¿hay muchos padres que se adelantan a los acontecimientos temerosos de que se cumpla una sospecha de homosexualidad en sus hijos?
R.- A la consulta acuden padres porque comprueban con desagrado que al hijo varón no le gusta el deporte y en cambio se entretiene con las muñecas de su hermana. Se les aclara que es pronto, que hay que observar y dejarlo estar, pero es indudable el temor que experimentan ante una posible homosexualidad. En cualquier caso, el profesional debe adelantarse y explicarles que, si así fuera, estaríamos ante una situación normal, no patológica. Suele darles igual porque en estos casos cobra todo su sentido eso de 'yo no soy racista pero que mi hija no se case con un negro'. Cuando el problema toca de cerca preocupa.
P.- ¿Qué consejos se puede dar al adolescente agobiado porque su orientación sexual no coincide con la de la mayoría?
R.- Que no haga juicios anticipados. Debe saber que en la primera fase de la adolescencia las dudas sobre la orientación sexual son más comunes de lo que se piensa. Un estudio de EEUU reveló que, a los 12 años, un 25% de los niños tiene incertidumbre y este porcentaje se va reduciendo de forma progresiva.
P.- Es difícil que el menor no se angustie.
R.- Claro. Tuve un paciente dispuesto a suicidarse. Sólo le pedí que antes de quitarse la vida me llamara y nos tomáramos unas cervezas. Me llamó tres veces. La primera vez que vino a la consulta su madre me dijo: 'mi hijo le tiene que contar algo que prefiero no escuchar'. Tenía 14 años y somatizaba toda su angustia por sentirse distinto con unos tremendos dolores de estómago. Lo superó y trabaja en una organización de apoyo a enfermos de sida.
P.- ¿Se resiente mucho la salud mental del adolescente que vive como un problema su orientación sexual?
R.- Es el verdadero motivo de consulta. Mis pacientes no vienen diciendo que son homosexuales o que se sienten chico en un cuerpo de chica. Vienen porque atraviesan una depresión o están abusando de las drogas. En ellos es más alto el riesgo de tomar estupefacientes, sobre todo cocaína, como escape.
P.- Es curioso que afloren tantos casos mal asimilados en una sociedad que dice ser cada vez más abierta.
R.- No podemos engañarnos: la homofobia lo impregna todo. Aún hoy es posible encontrar libros presuntamente científicos que hablan de niñas 'marimacho' o niños afeminados. En España todavía hay algún médico que trata la homosexualidad con fármacos y corrientes. Recuerdo un paciente con depresión que me decía que el reconocimiento social de la homosexualidad que proyectan los medios es falso, que ese entorno amable que vemos no es el que rodea a la mayoría.
P.- ¿Es posible que cosas naturales como la menarquia o la eyaculación puedan causar conflicto interno en el adolescente?
R.- Sucede por falta de información. En las niñas el esfuerzo de normalización ha dado sus frutos y quedan pocas madres que afirmen que su hija tiene la 'cosa'. En el varón, todo esto está menos explicado y las poluciones nocturnas [eyaculaciones durante el sueño] siguen siendo motivo de preocupación. Hace poco una serie de televisión mostraba un ejemplo revelador: un chico las tenía y pensaba que aquello era cáncer.