Es la agónica llamada de desesperación de un preso gay del Centro Penitenciario de Valladolid la que ha despertado la empatía de toda la comunidad LGTBI. A sus 45 años, ya ha cumplido 21 entre las cuatro paredes de su celda, a la que llegó por la acumulación de diversos delitos de robo.
Según afirma en una carta enviada por él mismo al periodista Paco Tomás, las drogas fueron el resorte de una serie de malas decisiones que le llevaron directo a la cárcel. Con una caligrafía precisa y redondeada, en su misiva deja constancia de la doble complejidad a la que se enfrentan los presos de la comunidad LGTBI en España, “los grandes olvidados de las instituciones y las entidades de apoyo LGTBI”.
En dos hojas de una libreta, relata la dificultad de sobrellevar el peso de la soledad de la celda, en la que pasa quince horas al día recluido. Según cuenta, a ello tiene que sumar la exclusión que sufre por parte de otros reclusos y que le mantiene alejado de cualquier compañía. A pesar de ello, el sonido de un pequeño transistor ha sido su ventana a la sociedad estos años, durante los cuales ha tenido tiempo de estudiar la carrera de Derecho y de poner punto final a su etapa con las drogas.
Gracias al programa de RNE Wisteria Lane, dirigido por el propio Paco Tomás y enfocado al tratamiento de temas LGTBI, este preso ha podido encontrar consuelo en la cálida voz de un periodista que cada fin de semana ofrece comprensión y empatía frente al micrófono. La bandera de tolerancia que ondea durante los treinta minutos del programa ha permitido que muchas personas víctimas de la represión social, como este recluso anónimo, dispongan de un lugar seguro en el que abstraerse de un entorno dañino.
En su carta, el oyente le pedía a Paco Tomás que ofreciera a sus oyentes la posibilidad de dirigirse a él por correo postal a la cárcel. Desde entonces, más de trescientas solicitudes colapsan las redes del periodista, que afirma sentirse “superado por todo lo que está pasando”. No ha conseguido tiempo suficiente para responder a todos los mensajes que piden la dirección a la que poder enviar sus cartas.
Gays y lesbianas no son el único grupo vulnerable de la comunidad LGBTI que se encuentra a la cola en la agenda de preferencias del sistema disciplinario. Cualquier tipo de disidencia sexual que transgreda la normatividad consagrada por la sociedad forma parte del último eslabón en las cárceles. Entre ellos, el grupo transgénero sufre la peor parte por una falta de amparo legal y por el debate constante al que se somete su realidad.
Según afirma un trabajador del Centro Penitenciario de Valladolid, “una cárcel es el fiel reflejo de la sociedad. Hay que tener en cuenta que, si la población peca a veces de homófoba, aquí dentro todo está más acentuado”.
La interseccionalidad es un factor clave de la dificultad que encuentran los presos durante su proceso de reintegración en la sociedad. Según María del Olmo Rojas, psicóloga clínica especializada en género y diversidad sexual, “una persona heterosexual siempre va a tener más fácil el proceso de reinserción que una persona de la comunidad LGTBI, porque va sumando a su condición elementos de su identidad que le enfrentan a una mayor exclusión”. La falta de estímulos en las cárceles crea un entorno pobre en el que un radio puede convertirse en un salvoconducto para las personas con penas de privación de libertad.
Como apunta Del Olmo, dentro del sistema penitenciario “es necesario un programa especializado en atención a personas LGTBI que asegure sus derechos y su seguridad por encima de todo. Educación, atención y seguridad son las claves para una reinserción exitosa”.
Algunos estudios indican que la exclusión social o la homofobia interiorizada inhabilitan los recursos de los que dispone el ser humano para su crecimiento personal. La falta de una red de apoyo familiar o social que aporte seguridad a la persona puede derivar en soledad, ansiedad u otros trastornos que impidan la reincorporación en la sociedad. “El bagaje que llevamos por haber sido excluidos puede marcar nuestro futuro”.
En otras zonas del mundo, como es el caso de una cárcel de Mendoza en Argentina, se ha habilitado una zona del centro para el uso exclusivo de homosexuales. A pesar de los intentos por encontrar una solución al acoso a la comunidad LGTBI en las cárceles, este tipo de medidas han recibido críticas por la estigmatización a la que conduce la separación de los hombres homosexuales como si estuvieran enfermos. Por el momento, gracias a una carta escrita a mano, el programa de radio no será la única ventana a la que se asome este recluso.
Los cientos de muestras de afecto que recibirá durante los próximos días en el Centro Penitenciario de Valladolid le acompañarán hasta el 2025, cuando se prevé su salida de la Cárcel de Villanubla. Un momento que espera con impaciencia mientras cierra su carta con una frase de Carl G. Jung: “El error es una condición tan importante para el progreso de la vida como la verdad”.
Fuente: https://shangay.com/2020/02/11/carta...edes-sociales/