Las prácticas y dinámicas machistas no discriminan espacios. La estructura de dominación se da también al interior de los colectivos LGTBI, lo que se ve reflejado en el posicionamiento de demandas afines a grupos de hombres y en la figuración mediática de los voceros de dichas agrupaciones: hombres homosexuales, blancos de clases media alta y con apariencia masculina tradicional.
El sábado 23 de junio una significativa masa de gente -cerca de 80 mil personas- se desplegó por la Alameda en el contexto de una nueva Marcha por el Orgullo, dedicada a la defensa y demanda de derechos para la comunidad LGTBIQ+.
La convocatoria, impulsada desde el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) y la Fundación Iguales, se realizaba en paralelo a “La otra marcha”, una movilización convocada por grupos que no sienten sintonía ni afinidad política hacia los grupos que lideraban la marcha principal. En el evento de Facebook anunciaban: “No más machismo en el movimiento, no queremos que solo nos representen hombres homosexuales cisgenero blancos de clase acomodada y de derecha llevando a cabo la lucha que es de todes quienes nos sentimos vulnerades”.
El dardo era teledirigido. Los liderazgos del Movilh y Fundación Iguales se han caracterizado históricamente por cumplir con un estereotipo que genera desconfianzas dentro del mundo del activismo de la diversidad y la marcha en cuestión fue un fiel reflejo de eso. Antes de llegar al punto cúlmine de la caminata, ambos grupos se enfrentaron. Rolando Jiménez, presidente del Movilh, fue acusado de agredir a algunas participantes de la convocatoria alternativa y existen videos de Óscar Rementería, vocero de la misma organización, involucrado en empujones.
“Lo cola no te quita lo macho”, le gritaron a Rementería. “No somos el Movilh, no somos Iguales, no somos neoliberales”, agregaron los cánticos disidentes. Frente a las acusaciones de agresión, desde el Movilh las desmintieron de manera categórica a través de una declaración de su vocera Daniela Andrade: “Rementería reaccionó a los golpes que este sujeto propinó a las mujeres lesbianas del Movilh, tras lo cual fue golpeado y agredido por representantes de grupos anarquistas que de feministas nada tienen”, explicó.
El “homopatriarcado”
El episodio sirvió para evidenciar una disputa que, al momento, se había mantenido en los subterráneos del debate público.
“El concepto de homopatriarcado tiene que ver con la internalización del concepto de patriarcado, que se basa en la dominación del hombre, pero también en la reproducción de esta dominación, consciente o inconsciente. Tiene que ver con que la estructura de dominación que se da también al interior de los colectivos LGTBI o en relaciones de parejas del mismo sexo. También los vínculos que establecen los hombres gay respecto de sus compañeras lesbianas, trans, bisexuales, etc. contra lo femenino. Lo que hay ahí es esta lógica de que como hombre siempre deben resaltar. Una dinámica que se da también en la sociedad. Somos criados todos en la misma cultura. No por ser gay o lesbiana estás fuera de la cultura”. Las palabras son de Nicole Rojas, socióloga de Rompiendo el Silencio, organización de carácter feminista e inclusiva de mujeres identificadas afectiva/sexual y políticamente como lesbianas o bisexuales.
¿Cuántas mujeres son las lideresas de los movimientos por la diversidad que tienen mayor figuración pública? ¿Es una casualidad que no figuren en medios de comunicación? ¿Por qué son el Movilh y Fundación Iguales las principales organizaciones asociadas a la lucha por la diversidad?
Tal como lo mencionaba la convocatoria alternativa en su evento de Facebook, los referentes en materia de diversidad son (a excepción de la figuración que ha adquirido Daniela Vega) hombres blancos y de clase acomodada. La disputa de la comunidad lésbica (además de la trans, bisexuales y otras identidades sexuales o de género) ha sido crónicamente eclipsada producto de lo que se ha denominado el “homopatriarcado”.
En síntesis, las prácticas machistas, amparadas en la estructura patriarcal, no discriminan en la transversalidad de su impacto, llegando incluso a plasmarse en los colectivos y agrupaciones LGTBI.
La Fundación Iguales y el Movilh son los principales blancos de estas críticas, a pesar de que también se apunta a organizaciones en el amplio espectro de la lucha por la diversidad. Iguales cuenta con un directorio conformado por cinco personas, de las que dos son mujeres (Emma de Ramón y Karen Atala) y tres son hombres: Pablo Simonetti, Juan Enrique Pi y Sebastián Gray. En cuanto a vocerías, históricamente han sido protagonizadas por hombres, salvo casos excepcionales. Los micrófonos fueron monopolizados por Simonetti, Luis Larraín (luego candidato a diputado por Evópoli en 2017) y ahora el mismo Pi.
La realidad del Movilh no se aleja de esa situación. Rolando Jiménez (candidato a diputado por el PRO en 2013) y Oscar Rementería (candidato a senador por Amplitud en 2017) han sido las figuras con mayor posicionamiento mediático. A pesar de que la vocería del movimiento la comparte Rementería con Cristina Poblete, la figuración de esta última en medios de comunicación es escasa.
Pero el posicionamiento comunicacional es solo una arista del fenómeno.
Las demandas políticas
“Hay diferencias. Los gays han instalado el tema del matrimonio como prioridad, incluso la adopción también. Para nosotras, si bien es importante, no es la única vía que tenemos para tener hijo. Tenemos los tratamientos de inseminación asistida, pero ellos instalaron lo que a ellos les convenía. Una de las demandas es el tema salud sexual, el tema de la atención en salud sexual, donde no hay políticas públicas en cuanto a las formas de atendernos en cosas de prevención. Nosotras instalamos el tema de la violencia hacia nosotras, sobre el acoso que recibimos en las calles, sobre todo las mujeres que demuestran su afecto en público. La objetivización por ser lesbianas, la sexualización de la pornografía por ser lesbianas. Eso tampoco lo hablan. Sobre el tema de los hijos, la adopción no es la única vía que tenemos, pero se invisibiliza lo demás. Por eso nos sentimos más cercanas al movimiento feminista que al movimiento de diversidad sexual”, sostiene Érika Montecinos, directora de Rompiendo el Silencio.
Otro de los reflejos de las diferencias que existen entre las organizaciones se desarrolla en torno al posicionamiento de ciertas demandas. La ley de matrimonio igualitario y la ley de adopción homoparental son, sin dudas, las dos demandas más cubiertas en este contexto. Solo la ley de identidad de género ha logrado ganarse un espacio en ese terreno, luego del éxito de la película Una mujer fantástica, protagonizada por la actriz trans Daniela Vega. Es precisamente esta ley la que será votada en el Senado este martes 4 de septiembre. El proyecto consta de las siguientes aristas: “la incorporación del derecho a la identidad de género autopercibida; la inclusión de principios y garantías aplicables al derecho a la identidad de género; la regulación de procedimientos de cambio de nombre y sexo registral para personas mayores de 18 años, niños, niñas y adolescentes y personas con vínculo matrimonial no disuelto; artículos relativos a la igualdad y no discriminación por identidad y expresión de género; y la regulación de programas de acompañamiento profesional multidisciplinario para niños, niñas y adolescentes”, señala Consuelo Valdés, asesora legislativa de Claudia Mix (Poder) y activista trans. La iniciativa será votada al día siguiente por la Cámara de Diputados. Se espera que sea aprobada, pero no en su totalidad, excluyendo del proyecto a los menores de 14 años.
En ese contexto, y considerando la excepción que representa la ley recién mencionada, el mundo lésbico ha quedado nuevamente invisibilizado producto, probablemente, de la hegemonía de los hombres incluso en el mundo de la diversidad sexual. Y así nace otro problema: la competencia entre demandas.
“La causa que tiene más visibilidad actualmente es la del matrimonio igualitario. Eso viene principalmente de organizaciones como el Movilh e Iguales, que son espacios en donde reina el homopatriarcado. Acá hay dos cosas: existe una lógica patriarcal y también que nos encontramos con lógicas de una estructura económica neoliberal que llama a la competencia. Si entendemos que cierto grupo tiene cierta causa, tenderá a tratar de ocupar todos los espacios para visibilizar su causa, pero no sé si existe una reflexión sobre cuál es el impacto que se tiene al tener tanta visibilidad invisibilizando otras. Viéndolo de una forma dicotómica y patriarcal, existe mayor competencia asociada a lo masculino. Las causas LGTBI compiten, no colaboran”, reflexiona Ingrid Aros, activista de Visibles, organización de lesbianas y bisexuales.
La demanda por derechos filiativos ha sido desestimada por la agenda pública y a eso también se atribuye la lentitud que ha adquirido su proceso para convertirse en ley. En síntesis, se resume así: el proyecto de derechos filiativos busca que mujeres puedan regularizar el vínculo entre parejas lesbomaternales e hijos adoptados o concebidos a través de la reproducción asistida. “Ha tenido poco avance porque no es una causa que haya tenido mucha visibilidad. Esta invisibilidad sí tendría que ver con la visibilidad de otras causas, porque mediáticamente no existe el espacio suficiente para que existan causas de forma colaborativa”, insiste Aros.
El caso de Nicole Saavedra
Los empujones que Oscar Rementería, el vocero del Movilh, le propinó a una participante de la marcha fueron luego de la increpación de la misma hacia la organización por no tener una participación activa en la búsqueda de justicia y verdad para el caso del crimen de odio que derivó en el homicidio de Nicole Saavedra.
Nicole Saavedra fue encontrada muerta, con señales de tortura y las manos atadas, en el Embalse Los Aromos de Limache. Siete días atrás, la joven de 23 años había sido secuestrada mientras se dirigía a su casa después de una fiesta.
Hoy, a dos años ya de su muerte, la causa de Nicole Saavedra sigue sin culpables ni pistas que puedan conducir a encontrarlos, y el silencio de la justicia ha ido de la mano con el de organizaciones que en un pasado alzaron la voz reclamando por el homicidio de Daniel Zamudio.
El criterio de involucramiento para ciertas ocasiones, señalan desde organizaciones antipatriarcales, es ambiguo, pero, sobre todo, tendría que ver con perspectiva de género. “Mientras no cambien sus actitudes nada va a cambiar. Por eso es tan necesario hacer esta conexión entre el feminismo y la comunidad LGTBI, porque el día de mañana quizás vamos a tener los mismos derechos que todo el resto de las personas, pero la mayoría de la comunidad de hombres gay va a seguir siendo machista, va a seguir invisibilizando a las mujeres. La movilización feminista tiene a mucha gente involucrada de la diversidad sexual y de género que apunta a erradicar la desigualdad de género, a lograr igualdad entre mujer y hombre, a eliminar el machismo, el acoso y abuso que la comunidad LGTBI también la sufre. Me hace mucho más sentido que andar luchando por un par de leyes que logran la igualdad, que en verdad es una igualdad más formal que material. Ahí se ve como también a la gente no le mueve mucho luchar por leyes como casarse o cosas así”, sostiene la abogada Consuelo Valdés.
“El hecho de que a la fecha no haya mayores movimientos en el caso de Nicole Saavedra, que se haya tenido que pelear para que se cambiara un fiscal… Con Daniel Zamudio se logra un proyecto de ley, con Nicole Saavedra a la fecha no hay culpables, no hay pistas. Tiene que ver con esto mismo. Lamentablemente la vida de las mujeres es validada menos”, cierra Ingrid Aros.
Las diferencias dentro de la comunidad de activismo por los derechos de la diversidad siguen en constante desarrollo. La doble discriminación que sufren las mujeres lesbianas se convierte en realidad en la medida en que las lógicas patriarcales ocupan todos los espacios de réplica. “Esta comunidad de hombres homopatriarcales no se da cuenta de verdad cómo los sectores políticos son machistas, misóginos y que no apuntan a la erradicación estructural del machismo y solamente ven como una moneda de cambio o una demanda muy bonita la lucha por los derechos LGTBI. Siempre hasta un cierto límite. El grupo feminista de la comunidad lo ve como algo estructural, que debe partir por una educación no sexista, y que no se acaba en una ley”, concluye Constanza Valdés. Los alcances del patriarcado, dice, son transversales y no discriminan entre grupos políticos o sociales.
Fuente: https://radio.uchile.cl/2018/09/01/h...tivismo-lgtbi/