Por: Jorge Cancino
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La inmigrante salvadoreña Rosalina Rivas Menjívar está feliz porque lo consiguió. Ella paró su deportación y ganó su caso de asilo. Violada, torturada y quemada con ácido, su terrible historia muestra también lo complejo que es lograr protección en suelo estadounidense. Solo consiguió asilo tras pasar 14 meses en el centro de detención de Adelanto, en California.
Pero incluso con todo lo ocurrido, la felicidad de esta luchadora no es completa. Como cuenta entre sollozos, ahora necesita encontrar a su hijo único, José Menjívar Membreño, de 18 años, al que le perdió la pista cuando huía de El salvador tras ella. "Ya no supe más de él desde que entró a México. Venía rumbo a Estados Unidos para encontrarse conmigo".
Rivas huyó de El Salvador en 2004. Dice que por ser gay ya no podía seguir viviendo en su país. Dieciséis años antes, en 1998, fue violada por dos individuos, quienes además la torturaron arrojándole ácido e intentaron cortarle los dedos de las manos.
"Fue horrible", recuerda. "Uno me decía: 'Te vamos a enseñar lo que es ser hombre'". Los atacantes la amenazaron incluso con cortarla en pedazos. De esa violación quedó embarazada de su hijo José.
La huida a California
Rivas cuenta que crio a su hijo hasta que este cumplió 5 años. Pero todo dio un vuelco cuando se topó nuevamente con los hombres que la habían violado. Andaban en compañía de otros tres y todos iban armados.
En ese momento se armó de valor y huyó hacia el norte, a California, para de esa manera proteger las vidas no solo de su primogénito, sino también del resto de su familia. Cuenta que al pequeño José lo dejó al cuidado de su hermana y que su cuñado fue quien le dio el segundo apellido al niño.
Los primeros años en Estados Unidos no fueron fáciles. La distancia de su hijo y el trauma de la violación cobraron factura y comenzó a abusar del consumo de alcohol y sustancias.
Cierto día la policía de Fontana la detuvo y le dio una infracción por manejar bajo la influencia (DUI). Y en 2016 fue arrestada en un parque por no cumplir con presentarse ante una corte. La Policía entonces la entregó a la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE), agencia federal que la puso en proceso de deportación.
El DUI, durante el gobierno del entonces presidente Barack Obama, era una de las prioridades de deportación. Y lo sigue siendo.
La cárcel de Adelanto
Rivas fue enviada a la cárcel de ICE en Adelanto, uno de los centros de detención de inmigrantes más criticados del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).
Pensó que el mundo se había acabado y llegó a imaginar que si la deportaban a El Salvador su vida y la de su familia, en especial la de su hijo, corrían peligro.
"Ella estaba aquí indocumentada y la inmigración (ICE) estaba yendo por personas que entraron aquí ilegalmente y tenían algún tipo de antecedentes", dice Erika Román, abogada de Rivas. "Los agentes fueron a su casa para detenerla".
Román cuenta que su cliente permaneció 14 meses en la cárcel de Adelanto, meses que fueron muy difíciles. "Además, ella está enferma de diabetes y en ese lugar no tenía la atención de salud adecuada que requiere su condición médica".
"Hubo un momento en que le dieron una fianza de 20,000 dólares. Es absurdo. Hoy en día ningún indocumentado tiene disponible ese dinero para poder pagar, teniendo en cuenta que, para efectos de inmigración, se paga el monto total y no el 10% como ocurre con otros casos", señala Román.
El asilo
Aunque su historia se ha conocido solo hasta ahora, Rosalina recibió asilo en mayo, cuando ICE le comunicó que quedaba libre. "Ese día me sentí muy feliz", cuenta. "Y mucha alegría, tranquilidad porque ya no voy a tener la presión de policías o de ICE, o de cualquier grupo del gobierno que me pueda perjudicar en este país y enviarme de regreso a El Salvador".
"Pero, como le dije, es una alegría a medias, porque no tengo a mi hijo conmigo. El huyó de El Salvador hace como un año, entró a México y desde entonces no sé dónde está", reitera.
Román cuenta que no fue un caso fácil de llevar, y que "desafortunadamente las mujeres tienen menos acceso a defensa legal mientras están detenidas".
"Los argumentos aportados durante el proceso, tal como la violación, el ser víctima de un acto de violencia brutal por ser gay, fueron determinantes para ganar el caso de asilo", explica la abogada.
La defensa de Rivas fue gratis, probono. "Ella conoció que tiene derechos en Estados Unidos y supo pelear por ellos. Rosalina supo alzar la voz y luchar. Peleamos por ella, especialmente durante este tiempo, con este gobierno. El ejemplo para otros inmigrantes es que deben luchar por sus derechos y alzar la voz para poder lograr beneficios migratorios", dice Román.
La otra batalla
La felicidad de Rosalina no es completa hasta que encuentre a su hijo José en territorio mexicano.
"Ahora que tengo papeles voy a trabajar y hacer una vida digna en Estados Unidos, a olvidarme de todo lo malo que viví en el pasado", cuenta. "Me estoy congregando en una iglesia, y pues me siento que todo va bien, y primeramente Dios todo irá avanzando".
Tras una pausa, suspira. "Ahora quiero a mi hijo conmigo. Se ha venido para acá, está en México, pero no sé dónde puedo ir a buscarlo", dice.
"Ser gay en El Salvador es más complicado que en Guatemala o en otra parte. Es difícil para una persona ser gay. Fui torturada y quemada con ácido, y también violada. Y de esos abusos tengo a mi hijo. Y a pesar de que fue contra mi voluntad, amo a mi hijo y siempre lo voy a amar. Ahora tengo ese sufrimiento porque no lo tengo conmigo. Pero pienso ir a buscarlo, no sé por dónde, pero voy a buscarlo y tenerlo conmigo", continúa con la voz entrecortada.
Fuente: Univision.com