Oualid Halli (Nador, Marruecos, 1994) llegó a Barcelona hace cuatro años sin un euro, sin una gota de insulina y bastante miedo. El Casal dels Infants le tendió una mano y él puso el resto: alegría, vitalidad y empeño.
–Me escapé de casa a los 12 años, sin estudios ni nada, porque mi padre se emborrachaba y maltrataba a mi madre. Por este motivo y por otro, un día no pude más, crucé la frontera de Melilla y me entregué a la policía local. Mi madre se pasó seis meses llorando y sin saber nada de mí.
–Lo llevaron al centro de menores. El centro de Melilla es el peor de toda España; La Purísima, se llama. Allí viví cosas que nunca habría imaginado.
–¿Cosas como cuáles? Dormíamos cinco chicos en cada habitación, mezclados niños de 12 años con otros chavales que ya tenían 16 y 17. Algunos de estos pegan palizas, roban, violan…
–¿Sufrió usted este acoso? Me violaron una vez. Los chicos me amenazaron con marcarme la cara si hablaba.
–Salió de allí en el 2012. Sí. En cuanto cumples los 18 años, te dicen adéu, búscate la vida. No tenía documento alguno, y en Extranjería me pidieron un contrato laboral e incluso el certificado de penales. ¡Pero si yo había llegado a los 12 años y estaba bajo tutela! Encima, fue al salir del centro cuando me detectaron la diabetes.
–¿Cómo se buscó la vida? Trabajé en negro con el contrabando, de matutero, y también en el cementerio ayudando a las mujeres a limpiar los nichos. Al final, conseguí un contrato de mentira como favor para arreglar mis papeles.
–¿Por qué Barcelona? Había contactado por Facebook con un amigo a quien había conocido en el centro de menores y él me animó a hacerlo. Allí, en Melilla, la gente es más cerrada y hay mayor presión social.
–Entiendo que usted es homosexual. Sí.
–¿Prefiere que no hablemos de ello? No, no hay problema. Yo en Marruecos no tenía salida, e incluso una vez intenté suicidarme. Allí está penado con cárcel. Piense que los críos, cuando perciben su identidad sexual, prefieren quedarse en casa sin ir al colegio por miedo al acoso.
–Terrible. Al principio, yo me sentía gay pero no lo aceptaba; creía que era una manía, una desviación, como dicen ellos. Cuando llegué a Barcelona y vi que no era necesario esconderse, no podía creérmelo. Aquí me han aconsejado, explicado, ayudado.
–Los chicos van de la mano por la calle. Mire, la libertad es el valor supremo y está por encima de todo lo demás. He conocido a chicos que han llegado huyendo de otros países por el tema sexual y cuentan unas historias que dan escalofríos.
–¿Cuál es su situación ahora? Tengo permiso, trabajo de camarero en un bar y vivo en el Poblenou, con otros cuatro compañeros, en un piso compartido que nos ha facilitado el Casal.
–¿Ha podido conocer a algún chaval extutelado, de los que esnifan cola? Uf, en Melilla había muchos. Mi hermano, que hace poco se marchó a Alemania, también estuvo con eso y el hachís. A él y a un amigo les pregunté por qué lo hacían si no ayuda para nada; al contrario.
–¿Qué le contestaron? Que lo hacían porque les quita el al-gurba, la pena, la tristeza de la inmigración, de estar lejos de casa, sin familia. Otros, en cambio, escuchan música y se van a bailar por ahí. A veces, yo también me siento así, pero se me pasa llorando; yo nací alegre.
Fuente: http://www.elperiodico.com/es/notici...bertad-6051761