Por Juliana Rodríguez
La fórmula chico-conoce-chica que el cine comercial convirtió en un género se transmuta en El tercero en chico-conoce-pareja de chicos. La nueva película del director cordobés Rodrigo Guerrero (que ya dirigió El invierno de los raros) se estrena hoy en Córdoba, en el Cineclub Hugo del Carril (San Juan 49), mientras está por cumplir su cuarta semana en cartelera del mítico cine Gaumont de Buenos Aires.
La historia cuenta el encuentro entre un joven estudiante con una pareja gay a la que conoce a través de un chat. La noche del trío es el eje de la narración, que en tres actos muestra la crudeza hot del diálogo por chat, la cena en la que los personajes se conocen y develan su humanidad, y la escena de sexo en la que sus cuerpos se encuentran.
El elenco de El tercero está formado por Carlos Echevarría, Emiliano Dionisi y Nicolás Armengol, más conocido por su trayectoria como bailarín en musicales de Aníbal Pachano y en el certamen de baile de ShowMatch. “Este es mi primer trabajo en cine. Es un protagónico, en una película no convencional, con mucho trabajo de actuación. Claro que tenía mis miedos”, explica Nicolás, que acompañó al director en la avant premiere en esta ciudad.
Las exigencias interpretativas del filme demandan una alta dosis de naturalidad para sostener los diálogos y primeros planos, así como un poder de expresividad realista para la escena de sexo, además de la entrega que la historia requiere de los actores. “Siempre trabajé en musicales. Y lo cierto es que antes de aceptar este papel tenía miedo del prejuicio que a veces hay sobre los bailarines y sobre los que participaron en el “Bailando”. El prejuicio de los demás y el mío también. Pero en todos los casos, siempre que participé en musicales, me interesó decir algo, contar. Cuando canto, bailo o actúo, siempre lo hago porque quiero decir algo”, continúa Armengol.
Todo un gesto
En la película, Nicolás interpreta al novio de Carlos Echevarría. Ambos conforman una pareja estable que hace años que convive, y que decide invitar a ese círculo íntimo al joven que encarna Emiliano Dionisi. Como parte de la preparación para el rol, el director pidió a Armengol y a Echevarría que vivan juntos por un tiempo, para afianzar ese lazo, que en la historia se narra con sutileza: gestos, miradas en confianza, risas cómplices. “La decisión de Rodrigo fue muy inteligente, sensible –asegura Nicolás–, la idea de que convivamos con Carlos para afianzar esa relación de pareja que tenemos en la ficción. Así logramos que se noten algunas cosas muy simples en la manera de expresarnos. La idea era contar algo muy pequeño, con simpleza. Y creo que se alinearon los planetas, lo logramos, entre todos llegamos a una película angelada”.
Y sobre los resultados finales y el trabajo del joven director cordobés, Armengol dice: “Rodrigo logra una historia que supera las actuaciones. Claro que es un filme que necesita estar bien actuado, pero me sorprendió el cuento que contó. El mensaje es naif, a pesar de lo fuerte que es la película. Un buen director tiene que tener claro lo que quiere contar. Y me sorprende que eso suceda con una persona tan joven. Es poco pretencioso y a la vez muy potente”.
Así, con un guion que dejó espacio para la improvisación de los tres actores, en seis días se hizo el rodaje, que transcurrió casi en su totalidad en un espacio cerrado. Para Nicolás, fue una prueba para pasar en tiempo récord de los códigos actorales del teatro (que magnifican, requieren fuerza expresiva y tienen otra dimensión escénica) al minimalismo que pide una cámara y una película tan intimista. “Las primeras escenas fueron muy complicadas para mí, el resto ya no. Nunca estuve en pareja con alguien tanto tiempo y nunca hice un trío. Pero tengo amigos que sí y cuando vieron la peli me dijeron que todo quedó muy natural. Eso de que en el chat ponés cualquier cosa y cuando estás frente al otro surge la timidez. Hay algo más que rescato: pueden pasar cosas malas a partir de un encuentro así, pero también puede resultar bien. Y está bueno contar ese costado”.
El trofeo que Nicolás ganó con Pampita Ardohain en el “Bailando” está en el living de la casa de su mamá. Y aunque evoca esos tiempos, asegura que hoy no sigue ese programa que tuvo el doble poder de hacerlo conocido y, a la vez, encasillarlo. “La gente te pone donde quiere, y Tinelli te pone donde quiere. Si él decía que yo era el mejor bailarín de la Argentina (y estoy lejos de eso), todos en la calle lo creían. La tele tiene un dominio. Pero siempre me sentí cómodo ahí, porque no me metí en ningún quilombo. Todos mis trabajos los encaro con el mismo respeto y dignidad”.
El director
“Este estreno fue diferente al de Buenos Aires, hay gente más conocida, mi familia, amigos. Es un compromiso personal y afectivo”, dice Rodrigo Guerrero, que con El tercero presenta su segunda película después de El invierno de los raros. “Ahora necesitaba hablar de algo concreto, preciso. Quería poner en cuestión la posibilidad de vincularnos sexual y amorosamente. Es algo que a mí me problematiza como sujeto y quería compartirlo. La intención siempre fue no condicionar la mirada del espectador con elementos morales, que todo transcurriera naturalmente. En muchas películas, estas situaciones se presentan fuera del parámetro de normalidad, en estados alterados por drogas, alcohol o cosas difusas. Acá, quería que fuera una decisión, una intención de los personajes, de esta pareja que conoce a este pibe. La peli se plantea la posibilidad de una relación de dos o más personas. No sé si es posible. Eso queda abierto, como una grieta. Quería contar una de esas experiencias fuertes que te hacen sentir que todo podría ser de otra manera, que otra cosa es posible”, explica.
–¿Cuáles eran los ejes de conflicto que te planteaste?
–Me interesaba la instancia virtual y presencial. Jugar con ese contraste, quiénes somos cuando decimos cosas en la vida virtual y quiénes cuando ponemos el cuerpo. Luego, me interesaba el cómo se van conociendo en una cita, ver un relato que se sustente en el devenir de ese primer encuentro. Lo que sabemos de ellos es lo mismo que ellos saben de sí mismos esa noche. Y elegí un planteo formal de tomas fijas, para no condicionar la mirada del espectador con el montaje, la música o el recorte de planos.
–Pero no hay planos generales que muestren los cuerpos en la escena de sexo. ¿Por qué?
–Me interesaba concentrarme en los rostros de las personas. Quería la gestualidad y la sutileza. La decisión de no mostrar desnudos se puede entender porque me interesaba más ver qué pasaba en el rostro que la genitalidad. Es algo que quizás se me cuestionó, pero fue una decisión tomada desde ese lugar.
–¿Sentiste cierta responsabilidad de que el filme sea representativo para la comunidad gay?
–Me saqué esa presión. Salí de ese lugar, por eso creo que la historia fluye naturalmente. No está pensada la historia como parte de una posición política en torno a la condición homosexual, el lugar de la visibilidad o la identidad. Me corrí de eso para poder contar lo que quería, que era otra cosa. Para mí, la película plantea algo que va más allá de la condición gay de los personajes. Algo tan relacionado con lo humano como la sexualidad.
Con informaciones de "vos.lavoz.com.ar"