Fuente: sentidog.com
El escritor alemán Thomas Mann se pasó toda la vida ocultando su fascinación erótica por los hombres, y ahora, con motivo del cincuentenario de su muerte, el Museo Gay (Schwules Museum) de Berlín le dedica una exposición.
A diferencia de sus tres hijos -el historiador Golo, la actriz Erika y el escritor Klaus-, Thomas Mann (1875-1955) no vivió nunca abiertamente su pasión por las personas de su mismo sexo, sino que la sublimó en una larga serie de sugerencias en multitud de pasajes de sus novelas, relatos y ensayos.
Disciplinado escritor de diarios, Mann dejó constancia a los 75 años del enamoramiento de un joven camarero de un hotel de Zúrich, en un momento en que su estado físico vivía una especie de 'segunda primavera' que le llevó a encabezar entradas de esos cuadernos con observaciones como 'Fuerte sexualidad' o 'Potencia máxima'.
El camarero es un trasunto de Tadzio, el joven polaco del que se enamora el viejo escritor laureado en 'La muerte en Venecia', relato suyo llevado al cine por Luchino Visconti y una especie de obra de culto de un supuesto canon mundial de la cultura homosexual.
La exposición de Berlín -titulada 'Hay que aplaudir' y abierta al público hasta el próximo día 5 de septiembre- tiene el mérito de reproducir algunas de esas citas sin sacarlas de contexto.
'A Thomas Mann le divertiría', señaló a EFE el comisario de la muestra, Wolfgang Theis, pues a pesar de no vivirla abiertamente, el autor de 'La montaña mágica' abordaba su homosexualidad sin prejuicios en sus escritos y en círculos reducidos de amistades.
La muestra es un repaso exhaustivo a la vida de Mann que reclama al visitante muchas ganas de leer, aunque la multitud de fotografías, esculturas, cartas originales, objetos personales y ediciones antiguas de sus libros entretienen el recorrido.
'Sin duda el homoerotismo, la unión amorosa entre hombre y hombre, disfruta hoy de un cierto favor del clima de los tiempos y no se ve sólo a la luz de la monstruosidad clínica', escribía Mann en una cita de su ensayo de 1925 'Sobre el matrimonio' reproducida en grandes dimensiones en una pared de la primera sala del museo.
Los años veinte en Alemania fueron una década de fuertes tensiones entre el militarismo y el conservadurismo de las élites monárquicas y una República de Weimar que propagaba una modernidad desacostumbrada, a la que el burgués Mann acabó adhiriéndose con todas las consecuencias y marcó su experiencia del exilio.
Mann fue en 1922 uno de los firmantes del manifiesto del pionero de la sexología moderna Magnus Hirschfeld por la abolición del párrafo 175 del Código Penal alemán, que castigaba la homosexualidad y no se abolió nada menos que hasta 1994.
La lucha contra ese párrafo fue uno de los caballos de batalla del movimiento gay alemán no sólo entonces, sino también tras el paréntesis dictatorial, en una República Federal cuyo Derecho Penal no sólo asumió mucho del nazismo, sino también ese párrafo.
Al defender su abolición entonces, Mann se sumaba a una especie de 'internacional de solidaridad homosexual' que, por ejemplo, llevó al poeta inglés homosexual Wystan Hugh Auden a casarse en 1935 con la lesbiana Erika Mann para que ella, ante su inminente expatriación por parte de los nazis, obtuviera la nacionalidad británica.
La historia del homoerotismo de Thomas Mann se cuenta en la segunda sala de la exposición a través de citas de sus prolijos diarios, y pone de manifiesto que no sólo fue una fuente de privaciones e inspiración literaria al mismo tiempo, sino también algo con lo que la familia se acostumbró a apechugar.
Quien más debió sufrir por ello fue la esposa de Mann, la poco agraciada Katia, una mujer que después de criar a tres hijos extravagantes y ejercer de esposa de un Nobel de Literatura aficionado a los efebos era capaz de declarar en 1975 a una revista, a los 92 años: 'Yo fui 'sólo' la señora de Thomas Mann'.