Fecha de publicación: 18/04/2005
Por Suplemento Crónica de El Mundo
Cinco testimonios de personas que crecieron en familias donde "el padre" era otra mujer
La sociedad camina por delante de las leyes y, a veces, la práctica de la Justicia, también. Así lo ha demostrado la titular del Juzgado de Familia de Pamplona que, por un auto del 22 de enero dado a conocer esta semana, ha convertido a dos gemelas navarras de un año en las primeras españolas con dos madres legales.
Casi como cada vez que las palabras homosexuales e hijos se pronuncian juntas, la decisión de la juez ha hecho que el debate cobre fuerza en nuestro país. Argumentos, réplicas y contrarréplicas.
Las preguntas de fondo, las mismas que vienen planteándose nada más ni menos que desde los años 70, cuando en algunos estados norteamericanos comenzaron a darse las primeras sentencias de adopción a favor de homosexuales. ¿Pueden ser gays y lesbianas buenos padres y madres? ¿Deben los estados democráticos ser fieles a uno de sus principios fundacionales, el de no discriminación, y reconocer el derecho a la adopción y al matrimonio a las personas no heterosexuales? ¿Supone todo ello un atentado contra la naturaleza de la familia y las leyes del parentesco?
La ciencia no ha permanecido indiferente ante este asunto. Desde hace tres décadas, decenas de estudios empíricos sobre los efectos de tener un padre gay o una madre lesbiana han visto la luz en algunas de las publicaciones más prestigiosas.
Su primer hallazgo consistió en que estos padres y madres ejercen sus funciones parentales de cuidado, afecto y orientación de un modo no diferente al de los padres heterosexuales.El segundo, que los roles de género de estos chicos y chicas (es decir, las conductas propias de cada sexo, preferencias de juguetes y juegos, personajes favoritos, ropa preferida ) son perfectamente normales. Y, por último, que su orientación sexual tampoco parece diferir de la del resto de la población: el 90% de los jóvenes adolescentes en esta situación se consideraban a sí mismos heterosexuales.
La única investigación española que existe al respecto, publicada por miembros del Colegio de Psicólogos de Madrid y del Departamento de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla en 2002, llegó a la conclusión de que estos niños «están razonablemente bien, en hogares estables y cálidos, con padres y madres implicados y competentes, apoyados por redes sociales amplias y variadas».
No es difícil deducir entonces que muchas de las adversidades que puedan tener los hijos en estas circunstancias provienen más de la dureza de los juicios y de las reprobaciones sociales que tienen que sufrir ellos y sus padres que de la propia naturaleza de la condición que están viviendo.
Pero la realidad ofrece sus propios datos, más allá de los que concluyan los estudios o de lo que permitan o no las leyes. A estas alturas, se calcula que existen en Estados Unidos no menos de un millón y medio de niños viviendo en hogares homosexuales (hay quien estima, incluso, que más de 10 millones). Y otro tanto está sucediendo en Europa.
Alemania es uno de los pocos países con estimaciones oficiales al respecto. Un informe encargado por el Senado alemán en 1997 sacaba a la luz la existencia de un millón de padres y madres homo. En España no existen estimaciones generales.
Sí una mínimamente orientativa: cada año, alrededor de 400 mujeres lesbianas colman en clínicas de reproducción asistida sus anhelos de descendencia. Así es que, guste o no, también aquí existen miles de homosexuales con menores a su cargo, hijos no sólo provenientes de la inseminación, sino fruto de la adopción o de relaciones o matrimonios anteriores. Miles de familias invisibles.
Y es esta cantidad ingente -y creciente- de niños y niñas la que ha introducido una nueva perspectiva en el debate: la necesidad de proteger, no ya los derechos de sus padres, sino los suyos propios. En este principio ha basado precisamente la juez de Pamplona su auto. Y al interés de los menores han apelado también los obispos para criticarlo duramente.
Han opinado los obispos, los jueces, los sociólogos y los psicólogos.Pero hace falta saber qué es lo que piensan los verdaderos protagonistas.Hemos hablado con cinco de ellos para saberlo. Vaya por delante una aclaración, que también dice mucho en este asunto: ninguno de ellos ha estimado oportuno aparecer fotografiado en este reportaje.
Pero hoy existen trabajos, suegros, parejas e incluso hijos propios de por medio.Fanny y Laura, la pareja de madres belga cuya imagen abre este reportaje, no decidieron aparecer fotografiadas, con esa enorme barriga en primer término, porque anhelaran popularidad, sino como un acto reivindicativo. Y es que la visibilidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones de las familias homoparentales.No en vano hay quien piensa que lo que no se ve, es como si no existe.
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