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La justicia santafesina condenó a la dueña de una peluquería a pagar por el período en que trabajó en su local, además del resarcimiento por daño moral.
RosarioNet-. La querellante explicó que siempre concurría al local vestido de varón, por lo que no tenía inconvenientes con la clientela.
La justicia Laboral de Santa Fe condenó a la dueña de una peluquería de Rosario a indemnizar a una empleada trans a la que despidió por su condición de travesti, informaron este lunes fuentes judiciales.
El fallo conocido este lunes corresponde al magistrado Enrique Girardini, titular del Juzgado Laboral 5, quien basó su fallo en abundante jurisprudencia y literatura científica, con lo que refutó los argumentos de la demandada y analizó los orígenes y consecuencias de la discriminación sexual.
El magistrado condenó a la empresaria a abonar la indemnización laboral correspondiente al período entre enero de 1997 a junio de 1999, cuando la travesti trabajó en su local, además del resarcimiento por daño moral.
"La patronal comenzó con diversos planteos en relación a cuestiones privadas, referidos a su condición de travesti, a pesar que siempre concurrió a su trabajo vestido de varón", aseguró el abogado defensor del ex empleado.
El letrado agregó que lo hizo inclusive "utilizando el uniforme que le daba la empleadora, no teniendo inconveniente alguno con la clientela del establecimiento".
Luego sostuvo que "la empleadora comenzó a coartar sus posibilidades de labor, así fue que un día se entera que otro cubriría las funciones que habitualmente desarrollaba, por razones de estética".
Sustento de la justicia en la sentencia
Compañeros y clientes admitieron que el empleado fue cambiando su aspecto en los últimos tiempos: dejó crecer su cabello y las uñas, además de realizarse una depilación permanente en la cara. Cuando comenzó su tarea, recordaron los testigos, tenía bigote, barba y pelo corto.
Clarín-. El juez en lo laboral, Enrique Girardini, plantea en su fallo que esos cambios no se debieron a una "libre elección antojadiza" ni a una "mera provocación contra la empleadora", sino que forman parte de su "personalidad y de su voluntad de construir su sexualidad de un modo diverso", y que por ello debió haber "comprensión y reconocimiento".
A los cuestionamientos personales se sucedieron las presiones laborales. Primero, lo apartaron de algunas tareas. Al pedir explicaciones, le dijeron que ya no trabajaría más en el lugar. Y le dijeron que su presencia resultaba antiestética. En junio de 1999 se formalizó el despido.
La dueña de la peluquería aseguró que al iniciar su actividad en el negocio el joven "no declaró que era homosexual y travesti", sino que lo manifestó "mucho tiempo después". Sin embargo, admitió que aquella revelación no modificó el vínculo porque se trataba de "un buen peinador".
Para la Justicia, pedir que un trabajador declare su orientación sexual es "improcedente" y se enfrenta al derecho a la intimidad.
Para justificar el despido, la peluquera dijo que el empleado comenzó a estar de mal humor, muy nervioso y alterado.
Aseguró se afectó la relación con sus compañeros y empleadores. Y dijo que varias veces el empleado solicitó que se aceptara su pretensión de travestirse para ir a trabajar. "El propio actor comenzó a autodiscriminarse, procediendo antisocialmente y con inconducta laboral", intentó justificar la peluquera demandada.
Para el juez esas aseveraciones fueron "un juicio de censura sobre el comportamiento del empleado e implícitamente una justificación de la actitud discriminatoria". Finalmente, el fallo asegura que "en el despido tuvo un peso decisivo la orientación sexual y de género del actor". Por ello, condenó a la comerciante a pagar la indemnización formal por el despido injustificado y un monto similar por el daño moral provocado. Para asegurar el resarcimiento, el juez dispuso un embargo por 50 mil peso.
Diario digital Carlaantonelli.com
