El hispanista Ian Gibson dedica un libro a Ramón Ruiz Alonso, el dirigente de la CEDA implicado en la muerte del poeta granadino
JUAN LUIS TAPIA //FOTOS: IDEAL /GRANADA
CORPULENTO, violento, bravucón, atrevido, machista, maniqueo, gran orador y ultracatólico son algunos de los calificativos que el hispanista Ian Gibson utiliza para trazar el perfil de Ramón Ruiz Alonso, el diputado de la CEDA que en agosto de 1936 detuvo a Federico García Lorca y lo condujo a su destino fatal. Es el nombre que aparece en todas las investigaciones sobre el asesinato del poeta como uno de los máximos responsables. El próximo mes de septiembre aparecerá en las librerías 'El hombre que detuvo a García Lorca', de Ian Gibson (Ed. El País-Aguilar).
«Es un personaje que forma parte de mi vida y quería publicar lo que sé de él», comenta el hispanista. «Así que me fui a Granada a consultar el archivo de IDEAL. Pero desconocemos muchos aspectos de este personaje, aunque en Granada hay gente que tiene algunos recuerdos de Ruiz Alonso». «Con el libro, lo único que pretendo es conocer la verdad», insiste el escritor, que con este título da por cerradas sus investigaciones sobre García Lorca y anuncia que donará sus fondos lorquianos al museo casa-natal del poeta en Fuente Vaqueros.
Un encuentro en 1967
Un joven Ian Gibson se entrevistó en la Granada de 1967 al que ya consideraba uno de los culpables de la muerte del poeta. «Pude entrevistarme con él a través del artista Bernardo Olmedo, y me presenté en su lugar de trabajo», narra Gibson. «Ruiz Alonso trabajaba en el Instituto Balmes, un centro vinculado al CSIC, en la calle Medinaceli, que creo existe todavía. Me presenté por sorpresa, sin anunciar mi llegada, y le dije que estaba escribiendo un libro sobre García Lorca», cuenta el hispanista irlandés. «Me dijo que era la segunda persona que se había atrevido a preguntarle por el tema, y que la primera fue un mariquita yanqui (Agustín Penón)». «Era un hombre a quien le gustaba exhibir su virilidad, presumir de macho y enfatizar su catolicismo», recuerda Gibson.
En aquella entrevista, reconoció haber llevado a García Lorca desde la casa de los falangistas Rosales, donde el poeta se había refugiado, al Gobierno Civil. «Pero siempre me dijo que obedecía órdenes y eludió el término 'detenido'», recuerda el especialista. «Él sabía quién había acusado a García Lorca y quién era el responsable, pero me dijo que se llevaría el nombre a la tumba porque tenía unas profundas creencias católicas y no podía delatarlo», rememora el investigador.
Gibson confiesa que pasó miedo: «Porque para escribir aquella entrevista necesitaba tenerla grabada y a Ruiz Alonso le molestaban las grabadoras, pero me descubrió, y empezó a gritar. Yo estaba aterrorizado. Era muy joven y tenía miedo, porque me encontraba en una dictadura y en un país extranjero. Además, Ruiz Alonso era muy enfático, corpulento, con un vozarrón y violento». Gibson recuerda que aquella imagen de 'hombre de fe', católico practicante y creyente en la fraternidad universal de todos los seres humanos, «se caía en cuanto 'rascabas' un poco su persona».
El entonces joven estudiante se atrevió a preguntarle incluso que había una teoría que culpaba a una 'guerra entre homosexuales' del asesinato de García Lorca. «Su contestación no pudo ser más brutal y me dijo: trae a la mujer y a las hijas de quien ha dicho eso, y va a ver qué clase de hombre soy».
Líder derechista
Si algo revela la investigación de Ian Gibson es que no se trataba del humilde tipógrafo, de un 'obrero amaestrado', de un hombre inculto o poco preparado, de un desconocido. «Uno de los aspectos que desconocía es que Ruiz Alonso llega a Granada en el año 1932 para la fundación del periódico IDEAL, pero no sólo como tipógrafo». Gibson asegura que «fue enviado por el cardenal Herrera Oria -fundador del diario católico 'El Debate' y de IDEAL- como propagandista». «Tiene un odio feroz a los socialistas, porque sufrió mucho durante su estancia en Madrid y fue rechazado por la Casa del Pueblo. Culpaba a los socialistas de su situación, de estar sin trabajo y de verse convertido en un peón de albañil», relata el hispanista. «Era un maniqueo radical; todos los socialistas eran malos; los únicos buenos eran los miembros de la ultraderechista Acción Popular y los de la CEDA», añade.
«Ruiz Alonso llega a Granada y se convierte en el miembro más destacado de la derecha, el diputado más conocido de la CEDA en la provincia, y sólo hay que ver las páginas de IDEAL para comprobarlo ya que todo lo que dice o hace aparece publicado en el periódico», asegura Gibson.
Los asesinos
Ese odio sembrado y mantenido de Ruiz Alonso hacia la izquierda granadina le llevó a participar en el asesinato de García Lorca, y no únicamente, según Gibson, en la persona que le detuvo. Una de las incógnitas que aún se ciernen sobre la muerte del poeta se refiere a la denuncia, al papel en el que se argumenta la detención y posterior ejecución, a las firmas que aparecen en ese documento. «La denuncia no ha aparecido, pero creo que existió y que lleva la firma de Ruiz Alonso, porque el asesinato de García Lorca se gestó en Acción Popular», señala el investigador.
Tras la detención de Lorca en casa de los Rosales, su amigo, el falangista José Rosales 'Pepiniqui', se personó en el Gobierno Civil para recriminar la acción al comandante Valdés. «'Pepiniqui me comentó días antes de morir que existía esa denuncia firmada, pero no ha aparecido», insiste el escritor.
Ruiz Alonso siempre dijo cumplir órdenes del comandante Valdés, y éste a su vez del general Queipo de Llano, -uno de los militares más sangrientos del Ejército sublevado- quien le recomendó dar «café, mucho café» a García Lorca, una frase que sentenciaba a muerte al poeta.
Gibson culpa a la cúpula de Acción Popular, la facción más extremista de la coalición de derechas, de la CEDA, de haber sido la responsable del asesinato del poeta.
A Ruiz Alonso se le unen en este círculo de muerte los nombres de Juan Luis Trescastro, Luis García-Alix, Manuel Luna, el capitán Fernández y los hermanos Roldán. Estos últimos eran familiares del poeta, quienes se vieron insultados por el drama de 'La casa de Bernarda Alba'. Juan Luis Trescastro fue el más brutal y se permitió decir en un bar a las pocas horas del crimen: «Acabamos de matar a García Lorca. Yo le metí dos tiros por el culo, por maricón».
La verdad de los hechos podría encontrarse en ese testimonio escrito que el diputado de la CEDA dijo haber dejado tras su muerte y que podría estar en manos de sus hijas, las actrices Terele Pávez, Emma Penella y Elisa Montés, pero Gibson no ha logrado confirmar la existencia de un libro que Ruiz Alonso tituló 'Así se escribe la historia'. «Envié varias cartas a Emma Penella y a Terele Pávez, pero no he recibido contestación. Es un tema desagradable para la familia. Una vez más aparece el silencio y estaría bien que hablaran de lo ocurrido», declara el hispanista.
La sombra del asesinato de García Lorca eclipsó la vida de Ruiz Alonso, quien a la muerte de Franco solicitó un visado para marcharse a Estados Unidos, a Las Vegas, donde se encontraba otra de sus hijas, Mari Juli. Desde entonces no se sabe nada de él. Sólo que murió en 1978 en aquel país. Se desconoce dónde está enterrado.
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