Pequeño universo gay
Los iconos del festival Loveball se enfrentaron en Barcelona a salas medio vacías, problemas de sonido y la fría respuesta del público
JAUME BAUZÀ - Barcelona - 06/08/2007
La gran noche del Loveball se quedó en noche a secas. El mayor festival gay de ocio y cultura de Europa, que este año cumple su segunda edición en Barcelona, llegó en la madrugada del sábado a su cénit, el Great Ball of Love, con actuaciones musicales y performances de algunos de los representantes más destacados de la escena gay internacional. Acudieron todos, pero uno tras otro se fueron estrellando con problemas de sonido y con la frialdad de un público que a esa hora no llenaba ni la mitad del aforo del pabellón de deportes de L'Hospitalet de Llobregat, donde se celebró la fiesta.
La peor parte se la llevó Marc Almond. El cantante británico abrió el espectáculo con una sala prácticamente vacía. En un momento de la actuación lanzó el micrófono al suelo e hizo un amago de marcharse por los problemas de sonido que sufría. Ni su popular versión de Tainted love enderezó su actuación. Le siguió la performer Carmen Xtravaganza, una veterana de la escena gay. Interpretó una canción, intentó provocar a un auditorio mayoriamente extranjero con algunos insultos en castellano, y se marchó.
Tampoco el cantante y compositor Antonio Glamour to Kill logró enderezar la situación. El público empezó a animarse cuando apareció en escena Amanda Lepore. La musa warholiana y musa del fotógrafo David Lachapelle ofreció un desnudo integral que los asistentes aclamaron con una sonora ovación. Las cosas iban algo mejor, y el remate llegó de la mano de Grace Jones. El icono jamaicano de la transexualidad cerró el espectáculo interpretando algunos de sus éxitos disco-pop y acabó erigiéndose en la reina del Great Ball of Love. La sala, con capacidad para 7.000 personas, ya estaba casi llena y los problemas de sonido se habían solucionado. Tras el espectáculo vino la fiesta, que se alargó hasta las seis de la mañana animada con famosos pinchadiscos internacionales.
"Las actuaciones no han estado mal, un poco cortas. Pero lo peor es el precio de las bebidas", dijo Robert, un joven escocés que había viajado a Barcelona con su novio. Los precios del cubata (10 euros) y de la cerveza y refrescos (5 euros) fueron muy criticados por los asistentes. La entrada individual costó 25 euros. Los abonos -que daban acceso a todas las fiestas- costaban 45 euros para los chicos, y 25 para las chicas. La diferencia se debe a que se programaron menos fiestas lésbicas que gays.
El espectáculo del sábado estaba abierto a hombres y mujeres, aunque estas últimas fueron minoría. Los organizadores habían dispuesto autobuses para trasladar a las chicas a una fiesta para lesbianas en el Fórum, justo en el otro extremo de la ciudad.
"Está bien que de vez en cuando se hagan fiestas sólo para chicas", dijo Begoña en la terraza donde se celebraba el festejo. "Tengo una amiga que se ha enfadado mucho cuando ha visto que han venido algunos chicos", añadió. ¿Las lesbianas tienen menos visibilidad que los gays? "No sé qué hacen las demás. Yo vivo escondida", aseguró Patricia
.
El festival se prolongará hasta mañana, y según la organización habrá atraído a Barcelona a casi 30.000 personas. Para los hoteleros y comerciantes la celebración ha supuesto una inyección económica, ya que los turistas gays tienen fama de gastar más que los heterosexuales. Y para la ciudad ha sido otra oportunidad para presumir de ser la capital gay del Mediterráneo