Al cumplirse cuatro décadas de la despenalización de la homosexualidad en el Reino Unido, el periodista y activista gay británico Michael Mason da su visión sobre este proceso y comparte su experiencia personal en estos años de cambio.
En julio de 1967, el Parlamento británico votó para poner fin a la encarcelación de los homosexuales. Esto sucedía cien años después de que el último homosexual fuese ahorcado en Inglaterra.
Cuarenta años después, en 2007, Tony Blair salió del gobierno dejando tras de sí un legado que habla mucho de lo que se ha avanzado en los derechos homosexuales en este país.
En una década de gobierno laborista se consiguió unificar la edad de consentimiento entre heterosexuales y homosexuales (16 años), se declaró ilegal toda forma de discriminación y se aprobó el reconocimiento de las "uniones civiles" entre dos hombres o dos mujeres.
Hace cuarenta años era impensable ver lo que ahora sucede en este país de manera cotidiana: gerentes de empresas que son abiertamente gays o políticos que son elegidos al parlamento siendo honestos respecto a su sexualidad.
Qué lejos los días en que nuestro gran actor clásico, Sir John Gielgud, fue arrestado en 1953 por intentar conocer a hombres en la calle.
Por lo menos él vivió para ver a su sucesor teatral, el actor Sir Ian McKellen, activista por los derechos de los homosexuales (y más conocido ahora como el mago Gandalf, en la trilogía del "Señor de los Anillos") ser nombrado Caballero por la Reina Isabel II.
EL FRENTE DE LIBERACIÓN GAY
Qué lejos también esos días de fines de los años sesenta cuando, después de haberse despenalizado la homosexualidad, un pomposo Lord Arran aconsejaba: «Les pido a ellos (los homosexuales) que muestren su agradecimiento comportándose con calma y con dignidad... cualquier forma de comportamiento ostentoso ahora o en el futuro sería de muy mal gusto».
En 1970 se fundó en Londres el Frente de Liberación Gay (GLF por sus siglas en inglés). Era una pequeña agrupación, de unas 200 personas, cuyo mensaje central a los otros homosexuales era: «salgan del clóset».
El espíritu combativo también fue alentado con el surgimiento de la prensa gay, como la publicación Gay News.
A eso siguieron años de lucha y enfrentamientos. Como ese día, durante una de las primeras marchas gay de la ciudad cuando al pasar por un bar del centro de Londres, los clientes les tiraron latas de cerveza.
AVANCES Y RETROCESOS
Pero en este proceso también hubo retrocesos. La activista en contra de los derechos de los homosexuales, Mary Whitehouse, enjuició con éxito a Gay News por blasfemia en 1977.
Al mismo tiempo, el movimiento gay crecía y sus miembros empezaban a exigir no sólo derechos sino nuevos lugares donde reunirse socialmente.
En las grandes ciudades la gente abandonó los viejos lugares de encuentro: oscuros pubs escondidos detrás de las estaciones de tren (donde ni siquiera había papel higiénico en los baños) o sótanos aún más oscuros, en callejuelas que no han visto una lata de pintura en años.
Así empezaron a surgir las grandes discotecas, como "Bang" y luego "Heaven", en pleno centro de Londres.
EL SIDA Y LA SECCIÓN 28
Pero más tarde se asomó una nube negra. En 1981 comenzaron a correr los rumores sobre una enfermedad misteriosa que aparecía en los diarios como "la plaga gay".
Fueron los años en que la lucha cambió de giro: se trataba de conseguir que la gente en el poder hiciera algo. Y pasaron cuatro años hasta que el gobierno lanzó su primera campaña contra la enfermedad.
El diccionario de inglés Oxford, le atribuye el crédito a la publicación Capital Gay como la primera que se refirió al término VIH (o "HIV" según sus siglás en inglés).
Y por si fuera poco, a fines de los años 80 Margaret Thatcher introduce la llamada "Sección 28", una cláusula de ley abusiva y populista que prohibía a los gobiernos municipales "promover" la homosexualidad.
El blanco, argüían, eran las escuelas que enseñaban que la homosexualidad era un estilo de vida aceptable.
Lo que sucedió en cambio fue una serie de situaciones incompresibles, como la clausura de una exposición de arte en un salón municipal de Edimburgo porque la artista era lesbiana.
O la vez que los niños de Kent no pudieron ir a la ópera porque el compositor, Benjamin Britten (uno de los grandes compositores británicos), era gay.
COMPARTIR LA LIBERTAD
«Cuarenta años después, el impulso es compartir nuestra libertad. Ahí están rusos y polacos, cuyas marchas fueron atacadas por la policía. O los jamaiquinos, que fueron asesinados en las calles».
Fue la lucha contra la Sección 28 que llevó a la creación de Stonewall en 1989. Este fue el momento cuando la lucha por los derechos gay pasó de ser un acto puramente democrático a ser uno profesional.
Stonewall era una organización de presión política que además recibía grandes donaciones privadas. Esto le permitió, por ejemplo, cabildear ante el que se convertiría en nuevo primer ministro británico.
En 1997, la llegada de Tony Blair al poder fue como el estallido de una botella de lejía en un baño. De un golpe fueron exterminados los gérmenes homofóbicos del gobierno de Margaret Thatcher. La sección 28 desapareció (pese a la oposición de los conservadores).
Se les dio la bienvenida a las parejas extranjeras que venían a instalarse con sus novios británicos. Y después se les reconoció el derecho a unirse legalmente. Parecía que ya lo habíamos alcanzado todo.
Pero cuarenta años después, el impulso ahora es por compartir nuestra libertad.
Ahí están rusos y polacos, cuyas marchas fueron atacadas por la policía. O los jamaiquinos, que fueron asesinados en las calles. O los niños paquistaníes que son azotados. O los adolescentes iraníes, que son encapuchados, enterrados en arena hasta la cintura y apedreados hasta la muerte.
Tal vez en otros cuarenta años...
Una reflexión de Michael Mason publicada en BBCMundo.com