El barrio es un lugar de acogida para gays y lesbianas latinoamericanos que huyen de la homofobia en sus países
LUIS DONCEL - Madrid - 02/04/2007
Jotos mexicanos, playos costarricenses, putos colombianos, trolos argentinos... Madrid se ha convertido en los últimos años en refugio de multitud de gays y lesbianas latinoamericanos que huyen de todo lo que rodea en sus países a estas palabras despectivas, cargadas de desprecio, humillación y sufrimiento.
Discriminación por 10
Algunos dejan buenos trabajos o vidas aseguradas a cambio de mayor libertad
Nadie especifica el número de personas que han venido desde el otro lado del Atlántico para vivir tranquilamente con su sexualidad en España, pero todos los consultados coinciden en que en los últimos años se ha producido un importante incremento. Y no sólo lo dicen los colectivos. Un paseo por Chueca, el barrio rosa madrileño, basta para convencer a cualquiera de que los rasgos de los nacidos al sur del río Bravo son ya una constante también aquí.
Es el caso de Fernando. En los 15 meses que lleva en Madrid ha logrado recuperarse de los ataques de ansiedad que le provocaba el rechazo que sufría en su Costa Rica natal. La ansiedad se reflejó en su propio cuerpo: llegó a Madrid con 58 kilos y ahora está en los 69.
Sentado en un bar de Chueca, se le ve bien, tranquilo y contento. Con su aspecto de buen chico, no olvida por qué se ha ido a 8.600 kilómetros de su casa. En la empresa de San José donde trabajaba, su jefa le aconsejó -"Ya sabes, la gente empieza a murmurar"- que dejara de tratar con un chico amanerado del departamento de marketing. El consejo iba acompañado de una velada mención al despido.
Sus amigos del colegio también le dieron la espalda. Y su padre, militar, no tiene ni idea de que lleva meses en Madrid saliendo con un chico. "Si se entera de que soy gay, se monta la Tercera Guerra Mundial", dice.
Cuando le abandonaron sus amigos de toda la vida, Fernando se hizo en Costa Rica con otro círculo, formado sólo por gays. "Hacíamos fiestas en casas y ahí comentábamos las ganas que teníamos todos nosotros de vivir en Madrid. No hablábamos de Londres o Nueva York. Todos mirábamos hacia aquí", recuerda.
A esta fijación por España contribuyó la aprobación el 30 de junio de 2005 del matrimonio entre homosexuales. Madrid se convirtió en el centro de las miradas de muchos latinoamericanos a los que un modo de hablar afeminado o un beso en la calle les ha costado en sus países de origen una ristra de insultos, cuando no una paliza o algo peor.
Manuel Ródenas, portavoz del Colectivo de Gays y Lesbianas de Madrid (Cogam) dice que la atención a latinos ha pasado en los últimos años de algo testimonial a ser una de las principales ocupaciones del colectivo. "Recibimos cientos de consultas al año", comenta. Los que más acuden a Cogam son los ecuatorianos. Luego estarían los ciudadanos de Colombia, Venezuela y Argentina. "Funciona por rachas. Ahora notamos el incremento de venezolanos que se van por el chavismo. Se da la paradoja de que oficialmente el régimen hace guiños a la homosexualidad, pero he visto muchos casos de dueños de restaurantes o negocios gays, a los que se les acusa de ser burgueses o capitalistas".
Carlos Olaechea es peruano y lleva ya cuatro años en España. Hace dos que organizó una reunión semanal con homosexuales llegados, como él, de América. Antes de terminar hace un año con este proyecto por falta de fondos, congregaba cada semana a unas 40 personas.
Algo que le llamaba la atención era el choque entre las expectativas que traían y lo que se encontraban en Madrid. "Muchos tenían códigos de comportamiento distintos. Su ideal era tener una pareja, un soporte emocional; y se quejaban de que lo único que encontraban aquí eran relaciones superficiales, un aquí te pillo y aquí te mato", dice Olaechea.
Ródenas asegura que, al llegar a Madrid, no suelen dirigirse a las asociaciones de emigrantes de su país. "No quieren juntarse con sus compatriotas, que son los mismos que les discriminaron". Cuando se le pregunta al portavoz del colectivo de ecuatorianos Rumiñahui si reciben a muchos gays en su asociación, la respuesta que da es bastante reveladora: "Hace años vino por aquí uno, pero desde entonces no ha pasado ninguno más".
Y muchos de estos madrileños de acogida desmienten el tópico de que a la emigración sólo se llega por motivos económicos. "Hay muchos que dejan buenos trabajos y vidas aseguradas sólo para tener la tranquilidad de andar por la calle de la mano con su pareja", cuenta Ródenas, que recuerda el caso de una pareja de ejecutivos bolivianos que se trasladaron porque en su empresa comenzaron a sospechar. Ahora trabajan en Chueca como camareros.
Confirma esta visión Ignacio Pichardo, que prepara una tesis doctoral sobre migraciones y opción sexual. Pichardo critica la "concepción economicista" de la emigración, que obvia cualquier otra variable. "Muchos vienen buscando mayor libertad y respeto a la diversidad. Y España es de los países europeos en los que las encuestas reflejan una mayor aceptación tanto del matrimonio como de la adopción entre parejas del mismo sexo", asegura.
A Fernando lo que más le gusta de Madrid es la variedad. "Aquí te puedes encontrar todo a cualquier hora", dice. Aunque está encantado y quiere vivir siempre en Europa -"A mi país le faltan 1.000 años para llegar a esta libertad"-, tampoco cree que en España esté todo conseguido.
Y como ejemplo, cuenta lo que le pasó hace un año. "Iba a coger un búho en Cibeles. Estaba un poco mareado y me agarré a mi novio. Cuando nos vieron, unos tíos estuvieron a punto de pegarnos. Tuvimos que coger un taxi y salir huyendo".
Discriminación por 10
"Los transexuales que vienen de Latinoamérica sufren la misma discriminación que los gays y lesbianas, pero multiplicada por 10". Es la opinión de Manuel Róde-nas, portavoz de Cogam, que describe un panorama de malos tratos a transexuales por parte de los propios policías que deberían protegerlos. También menciona una ordenanza todavía vigente en Buenos Aires que prohíbe a los hombres ir vestidos de mujer.
La activista Carla Antonelli va más lejos y apunta que, según un estudio reciente, la esperanza de vida de los transexuales argentinos no llega a los 33 años. "Son muertes violentas en muchos casos", dice. Y el resto de países del continente no trata mejor la diferencia.
Antonelli ve "evidente" que hay una oleada de transexuales latinos en Madrid. Según todos los consultados, este colectivo sufre mayores dificultades para encontrar trabajo y, en muchas ocasiones, se ven abocados a la prostitución. "Muchas se autoexcluyen y piensan que sólo pueden dedicarse a la prostitución", dice Lizethe. Ella, colombiana y transexual, sabe bien de lo que habla.
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