Irán y la cuestión homosexual
por Ricardo Angoso
Hace unos meses fue portada en todos los medios de comunicación del mundo una imagen aterradora: dos jóvenes iraníes, casi adolescentes, eran llevados con los ojos vendados a la horca en la ciudad de Mashhad. La ejecución, realizada públicamente en la plaza de Edalat, que paradójicamente se traduce por Justicia en farsi, fue difundida por todas cadenas de televisión iraníes y la cruel instantánea publicada con todo lujo de detalles en los periódicos de este país. Era un acto ejemplarizante mediante el cual los líderes religiosos de este anacrónico sistema político-teocrático pretendían avisar a la opinión pública de Irán de cuales son las consecuencias de una visión liberal, u occidental ante su pensamiento, de la sexualidad. También se tiene constancia de la ejecución de dos varones homosexuales de 24 y 25 años, en noviembre del pasado año, en la ciudad de Gorgan, aunque no asistieron medios de comunicación y la prensa internacional no informó del asunto.
La homosexualidad está prohibida en casi todo el mundo islámico y constituye un estigma social a los ojos de una comunidad que padece un estricto control por parte de sus autoridades y el peso de una tradición que tiende a ver las relaciones homosexuales como parte de la nefasta herencia de Occidente. Casi todos los países islámicos, excepto Turquía, persiguen en sus códigos penales la homosexualidad y castigan con severas penas tal condición.
En Irán, que padece una de las dictaduras más implacables e intolerantes del mundo musulmán, la homosexualidad esta perseguida desde el año 1979, en que la revolución impulsada por el ayatollah Jomeini se hizo con las riendas del poder y fue eliminando, una tras otro, a todos los que le ayudaron en la lucha revolucionaria contra el régimen monárquico.
Desde esa fecha hasta ahora, según varias organizaciones internacionales de Derechos Humanos, algo más de 100.000 personas podrían haber sido condenadas a la pena de muerte y de este colectivo unos 4.000 serían gays y lesbianas ejecutadas por su simple condición sexual. En la mayoría de los casos, como ocurrió con los dos adolescentes colgados en Mashhad, los reos pasan antes de morir por una larga temporada en prisión, donde son torturados, humillados, violados y expuestos a la vergüenza del resto de los presos, y antes de cumplir la cruel condena son flagelados en públicos a un número de latigazos que varia en función del capricho del juez religioso que “dicta” sentencia.
Sin embargo, como han revelado algunas organizaciones que actúan en el país, muchas veces la simple sospecha de ser gay sirve para condenar a un acusado con otras penas, como beber alcohol o el acoso sexual, y de paso perseguir la condición homosexual del encausado. Actualmente en Irán constituye delito tener relaciones sexuales antes del matrimonio, en el caso de las mujeres, beber alcohol, ejercer la prostitución, mantener relaciones homosexuales, el adulterio y un sinfín de actos que en Occidente y una buena parte del mundo no lo son.
La pena de muerte es aplicada en innumerables ocasiones y las ejecuciones son públicas, generalmente en estadios y recintos abiertos para que los ciudadanos se sientan amenazados, atemorizados y persuadidos de no cometer tales actos. El año pasado, pese a que las noticias que llegan de Irán siempre están sujetas al estricto control informativo, fueron ejecutadas más de 150 personas, aunque la cifra de muertos podría ser mayor y en la misma no se incluyen los muertos en prisión debido a las pésimas condiciones de las instalaciones carcelarias iraníes y a la práctica habitual de la tortura. Irán es, junto con Arabia Saudí, Cuba, Libia y Sudán, uno de los países del mundo más represivos en lo que respecta a la homosexualidad. Es, quizá, el primer violador del mundo en Derechos Humanos, un infame y vergonzoso récord difícil de superar.