“Ay, lo mío es para hacer una película”, comentaba una dicharachera Cristina Ortiz en Esta noche cruzamos el Mississippi. Era 1996 y, de la forma más inesperada, La Veneno se acababa de convertir en uno de los personajes más carismáticos del momento. Sus apariciones televisivas hacían trasnochar a millones de espectadores, y sus duras anécdotas, contadas con gracia y soltura, enganchaban a todo aquel que se parara a escucharlas. Su prohibitiva belleza embelesaba y sus palabras atraían; continente y contenido formaban un dúo perfecto para triunfar delante de las cámaras y ella lo sabía… ¡Digo que lo sabía!
El late night dejó de emitirse al año siguiente, en julio de 1997, pero el fenómeno Veneno seguía dando guerra –y audiencia–. Eran muchos los programas que querían contar con su presencia, y ella fue saltando de uno a otro con el descaro que la caracterizaba. Por aquel entonces, Fran Ortiz no era más que un bebé, y su llanto nocturno probablemente impidiera que sus padres disfrutaran de las apariciones estelares de La Veneno en televisión. Él era su sobrino recién nacido y aún no tenía ni idea de que Cristina era hermana de su padre.
Pasaron los años y, con cierta frecuencia, tía y sobrino entablaban conversaciones de lo más cotidianas vía telefónica. “Es gracioso, porque yo hablaba con ella por teléfono, pero siempre quería que la llamara Joselito”, nos cuenta. “Hay gente que no lo entiende, pero ella prefería que mi familia la llamara así. No quería que cambiara nada, porque realmente era la misma persona”. Fran hablaba por teléfono con su tío Joselito sin ser consciente de que al otro lado de la línea se encontraba una mujer tan fascinante como La Veneno. “Un día, viendo un programa de Zapping, apareció ella en pantalla y mi padre dijo: ‘¡Mira, tu tía, La Veneno!’. Yo reconocía la voz perfectamente, pero no entendía nada”. Fue entonces cuando, gracias a Internet Explorer y a los vídeos de YouTube en 4:3, Fran pudo atar cabos y comprender que la persona que le pedía que le enviara las fotos de la comunión a una dirección de correo con “algarroba” –que no arroba– era, además de su tía, todo un icono de los 90.
Desde el ordenador de su cuarto, Fran Ortiz fue relacionando todo aquello que encontraba por la red con las anécdotas que él ya sabía. De repente, comprendió que lo que su familia solía cantar no era Veneno pa’ tus pies, sino pa’ tu piel, y que el hombre que estrechaba la mano de su abuela en una antigua foto colgada en la pared no era otro que Pepe Navarro. Su investigación fue casi clandestina, pues él, por aquel entonces, comenzaba a descubrirse a sí mismo y evitaba hacer demasiadas preguntas. “Lo iba entendiendo por mi cuenta, pero al mismo tiempo tampoco quería involucrarme mucho. Yo estaba en una lucha interna y sentía que preguntar por mi tía La Veneno haría que comenzaran a preguntarme a mí sobre mi homosexualidad…”.
Pasaron los años y con ellos se fueron sus miedos e inseguridades. Fran ya era el chico abiertamente gay que es ahora, y soñaba con charlar cara a cara con su tía. Fue entonces cuando, con la inestimable ayuda de Valeria Vegas, Cristina publicó el libro ¡Digo! ni puta ni santa: Las memorias de La Veneno, que Fran devoró en un par de horas. Él ya estaba preparado para conocerla en persona y quería buscar la forma más correcta de hacerlo, pero las circunstancias no se lo permitieron. Cristina Ortiz murió el 9 de noviembre de 2016, apenas dos meses después de que su biografía saliera a la venta. “Me hubiese gustado leer el libro con ella, aunque a ella no le gustara mucho leer. Que me contase cómo se sentía en cada momento o por qué ha añadido algunas anécdotas y omitido otras”. Fran no pudo despedirse de su tía, pero lo cierto es que ni siquiera llegó a presentarse realmente. “Ella intuía que yo era gay, pero nunca lo escuchó de mí, y me gustaría habérselo podido decir; gracias a ella me entiendo y soy más fuerte”.
“Nos parecemos bastante en cuanto a personalidad. A veces, cuando estoy hablando con mi padre, él se me queda mirando y me dice que le recuerdo a ella”
Salvando las largas distancias y con tres décadas de por medio, Fran, al igual que su tía, ha experimentado lo que es ser ‘el maricón del pueblo’… “Ser gay en Adra ha sido una lección de vida”. Haber pasado por algo parecido a lo que ella sintió, de alguna forma, le ayuda a comprender la historia de La Veneno mejor que muchos miembros de su familia.
“Hubiese sido maravilloso pasar tiempo juntos para que viese que yo de verdad la entendía, que viera que yo me he apoyado en ella en muchas ocasiones. Es una espina que tengo clavada”.
Una espina cuya herida se volvió a abrir cuando el joven de 22 años vio a través de Instagram que se iba a hacer una serie basada en la vida de su tía. “Para mí era una prueba de que estaba muerta, de que era algo que ella jamás podría ver. Era un recordatorio de que se fue sin conocerme realmente”. Un rechazo inicial que pronto convertiría en entusiasmo: “Si se iba a hacer la serie, teníamos que intentar aportar nuestro grano de arena para que el resultado fuera lo más real posible. Es lo que ella hubiese querido”. Es por ello por lo que su padre, Paco, el hermano más cercano a Cristina, le pidió a su hijo que intentara contactar con alguien del equipo. Quería ofrecer su ayuda de manera desinteresada, contar cómo era la vida de su hermana en el pueblo. A través de Valeria Vegas, Fran pudo facilitar la visita a Adra de Los Javis, y más tarde la de Jedet, quien interpreta a La Veneno en su etapa más desconocida, antes de su primera aparición en televisión. Padre e hijo llegaron a la conclusión de que “el bien que la serie podía hacer era mucho mayor que el daño que causaba inicialmente”.
Veneno se estrenó hace una semana en Atresmedia Premium, y Fran, como todos, no tardó en devorar el único episodio disponible. Se trata de un prólogo que no solo nos descubre al personaje que la televisión de los 90 quiso enseñar, sino que también consigue desvelarnos una pequeña parte de su gran personalidad. Un primer capítulo que bien sirve como lección de empatía y que deja ganas de más, de mucho más. “Si Los Javis han conseguido hacer este pedazo de capítulo sin todavía contar ninguna de las historias que hay detrás de La Veneno, madre mía cuando lleguen más al fondo…”, cuenta un emocionado Fran, que espera que la serie consiga educar a todo aquel que la vea y que dibuje a su tía tal y como él la recuerda: como una incansable pero sonriente luchadora. “Esa gente que solo la ve como la mamarracha que salía en la tele enseñando las tetas va a entender, gracias a la serie, por qué actuaba así y por qué hay personas que ven a mi tía como un referente”. Aunque tiene claro que La Veneno –que era mucha Veneno– miraría hasta el más mínimo detalle, Fran ha quedado tan fascinado con este primer episodio como todos nosotros, y agradece todo el trabajo que hay detrás: “Se nota que todos lo hacen con mucho respeto, admiración y cariño”.
Con tan solo un capítulo, Veneno nos ha hecho recordar por qué todos nos enamoramos de un personaje tan fuerte y a la vez tan sincero y vulnerable. Nos ha hecho recordar por qué su existencia ya era una reivindicación en sí misma. “Ay, lo mío es para hacer una película”, comentaba una dicharachera Cristina Ortiz en Esta noche cruzamos el Mississippi. Razón no le faltaba, pues su vida viene ahora en formato serie. Minutos y minutos de metraje dispuestos a rendir tributo a quien fue una mujer adelantada a su tiempo. Veneno para todos, veneno contra la ignorancia.
Fuente: https://shangay.com/2020/04/07/fran-...-veneno-serie/