Barcelona, 1973. Dramaturgo, curtido en teatro y televisión, es el autor de Justicia, la obra revelación de la temporada en Barcelona protagonizada por un ex juez corrupto y homosexual reprimido que interpreta el gran Josep Maria Pou.
Pregunta: Corrupción, alusiones al pujolismo, el caso Banca Catalana, el sida... no se ahorra ningún tema espinoso en la obra.
Respuesta:Sí, tenía muy claro que quería escribir una obra así y que el lugar para estrenarla era la Sala Grande del Teatro Nacional de Cataluña. Quería investigar lo que somos, cómo hemos llegado al ahora y aquí. Es saludable revisitar el pujolismo, sería deshonesto no hacerlo habiendo sido alguien tan poderoso. El protagonista sufre condenas fruto de esa época. En realidad, todos las hemos sufrido como pueblo.
P:También recuerda la manifestación del orgullo gay de 1977 que hubo en Barcelona, algo así como el Stonewall catalán, que las generaciones más jovenes no conocen.
R: Es que en este país somos especialistas en cerrar los ojos y no mirar atrás. No sé si es por supervivencia o ingenuidad, pero a menudo nos negamos a asumir lo que hemos sido. Ya no se habla del sida, es como si no hubiese pasado, como es una enfermedad prácticamente crónica... hemos olvidado a toda la gente que murió.
P:¿La enfermedad le marcó mucho?
R:El sida ha condicionado mi vida, mis relaciones sexoafectivas, mis amigos... pertenezco a la primera generación que no ha conocido las relaciones sexuales sin ese fantasma. Los más mayores sí lo hicieron y lo pagaron. No se habla del trauma que constituyó. El movimiento LGTBI ha caído en la complacencia.
P:¿Eso piensa?
R:Se cree que ya está todo conseguido porque los hombres blancos del acronismo lo hemos logrado. Pero el resto de letras no, y eso está mal. Están subiendo los ataques al colectivo y los partidos de ultraderecha, y de repente nos preguntamos: ¿por qué? Pues porque nos hemos relajado. En los últimos años me he vuelto mucho más revindicativo.
P:¿Por algún motivo concreto?
R:Por la contraofensiva conservadora de la extrema derecha. Soy de los que cree que conseguir más derechos no sólo beneficia al colectivo minoritario que los conquista, sino que hace mejor a la sociedad entera. Estamos viviendo una guerra cultural. Soy consciente de que tengo que luchar en esta guerra y que mis armas son el teatro, las artes y mi voz.
P:Ha trabajado como guionista de telenovelas, ¿cómo es escribir para televisión?
R: Me curtí en El cor de la ciutat, Cataluña entera estaba enganchada. Fue como hacer la mili, me profesionalizó, era mucha presión. Y hace poco he estado en Mercado Central. Siempre defenderé la telenovela, no se me caen los anillos. Es algo que se me reprocha siempre desde la intelectualidad y el ámbito académico, donde se considera que mi currículum ha sido manchado por la televisión. El melodrama les pone furibundos.
P.¿Qué tiene de malo el melodrama? ¡Viva Douglas Sirk!
R:Y Tennessee Williams! Es demostrar un prejuicio muy infantil e ignorante a un género entero. En las críticas a mis obras siempre se me reprocha lo del melodrama.
P:Otra de sus obras, 'Marburg', iba sobre un virus que aparece simultáneamente en cinco ciudades... ¿se siente profético?
La enfermedad, la muerte y la desaparición siempre me han perturbado. Es una obra sobre el miedo al fin del mundo, la psicosis, los milagros... Marburg es una ciudad que, como Wuhan, siempre estará ligada al nombre de un virus. Podría actualizarse, sí.
P:Ha vivido los últimos seis años en Madrid, ¿el público es distinto?
R: Sí, en Madrid hay una tradición teatral popular muy asumida, hay menos prejuicios que en Barcelona, donde ir al teatro es algo más elitista, casi diría que burgués. Los madrileños van al teatro como quien va al cine y eso en momentos de crisis ha salvado al sector.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/cultura...79e8b45bb.html