Guillermo Cárceles de la Hoz
La colección “Buena Memoria” de editorial Oberon pretende rescatar algunos de los aspectos olvidados del franquismo y, en esta ocasión, el periodista Fernando Olmeda se ha adentrado en el oscurantismo de la vida de los homosexuales durante la España de posguerra en la que fueron sistemáticamente considerados: enfermos, viciosos, pervertidos, degenerados, peligrosos…
El látigo y la pluma es un estudio, ampliamente documentado e ilustrado con algunas fotografías inéditas hasta ahora, que nos ayuda a conocer cuáles fueron las peripecias que vivieron los homosexuales durante una época de intolerancia, resentimiento y persecución. Desde de la dura represión legal –las distintas leyes aprobadas por el régimen- y la social, pasando por las cárceles para homosexuales activos en Huelva, a la de pasivos en Badajoz o los “famosos” palomares (pabellones de invertidos) en la cárcel Modelo de Barcelona, que, afortunadamente, pusieron a salvo a algunas personas que no hubiesen sobrevivido entre los presos comunes o políticos, pues hasta estos llegaban a rechazar a los “invertidos".
Fernando ha utilizado casi cien testimonios que de forma abierta o anónima (el miedo aún existe en muchos de ellos) han contado cuáles eran los mecanismo de sociabilización que se utilizaban: los cines –los verdaderos cuartos oscuros del franquismo-, urinarios, estaciones, descampados, etc. los únicos lugares donde podían encontrar algo de ternura entre personas como ellos.
Un libro que me resulta difícil de resumir pues su lectura me ha impactado tanto como la grata charla que pude mantener con Fernando durante la comida de prensa y la posterior presentación en Antinous.
Un libro recomendable (casi de forma obligatoria, me atrevería a decir) para todos los públicos: homosexuales y heterosexuales pues, aunque muchas cosas han cambiado, no lo ha hecho la más importante: la mentalidad de las personas y por ello, por ejemplo, el pasado año hubo más de 100 denuncias en Barcelona por agresiones a homosexuales. Fernando Olmeda y otras muchas personas aún creemos que, desde la educación, se podrá conseguir el respeto que toda persona merece por el simple hecho de ser persona.