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“El vouyerismo es participación”,

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    Gabriela Velázquez Shortbus



    “El vouyerismo es participación”, dicen a Sofía, la concejera matrimonial, uno de los anfitriones del antro underground Shortbus. Dirigida por John Cameron Mitchell, también director, escritor y actor de la cinta Hedwig and the Angry Inch, un divertido musical sobre el tema de la transexualidad ambientado en Berlín, exactamente junto al lugar donde se encontraba el muro.
    Se dice que la sociedad estadounidense cambió a partir de septiembre 11. Nada será igual después de esta fecha. Ahora se saben vulnerables, imperfectos, vacíos, insatisfechos y sobre todo, deben lídiar con la soledad.
    En Shortbus convergen tres historias que un común denominador sería este cúmulo de sensaciones a las que se tienen que enfrentar para seguir adelante. En la historia tenemos a los “Jaimies”, una pareja gay que se encuentra en crisis después de cinco años de relación. Ellos acuden al consultorio de la terapeuta sexual, Sofía, quien nunca ha tenido un orgasmo. Los “Jaimies” la llevan a Shortbus, es así como Sofía descubrirá en este lugar un laberinto de nuevas sensaciones y espacios de posibilidad.
    También tenemos la historia de Severine, que no usa su verdadero nombre porque le avergüenza llamarse igual que una actriz famosa. Ella es una joven lesbiana y dominatrix, prostituta y fotógrafo aficionada, que nunca ha tenido una relación con nadie, además de ser una persona solitaria se queja de que la ciudad está acabando con los artistas porque no puede solventar sus gastos ni vivir con decencia. En el antro conocerá a Sofía con quien intenta abrirse y ayudarse mutuamente.
    Shortbus, “un salón para los talentosos y los discapacitados; después de 9/11 fue lo más real que les pudo pasar”, dice Justin Bond en su recorrido por el lugar, donde el sadomasoquismo, la masturbación, el fetichismo, el voyeurismo y el sexo en grupo, formas denostadas de la práctica sexual y erótica mayoritarias, son la norma y no la excepción. No sólo orgías se celebran en el club sino que estas forman parte de la vida cotidiana y las fantasías más o menos encubiertas de los protagonistas.
    Justin Bond es el dueño y anfitrión del Shortbus, y su ambiguo aspecto y alta estatura lo confieren una suerte de poder ceremonial y poder de convocatoria. Bond es irritable, impredecible y directo, sabe estar en su lugar y tiene un corazón tierno. Al final dirige la orquesta del momento coral y colorista en el que se reencuentran felizmente todos los personajes, que están en el camino de aclarar sus problemas. El nombre del personaje es el nombre del actor y su oficio en la vida real es el mismo que aparece en el filme ya que, según ha declarado el propio realizador, todavía existen en Nueva York clubes como los que aparecen en el filme. Bond dicta una de las sentencias más tristes del filme. “Es como en los 70 pero con menos esperanza”. Y es que en los setentas los cambios se dieron por añejas reglas sociales y derechos que ciertos círculos demandaban para el cambio. Esta vez la transformación es porque los Estados Unidos está en constante terror a la violencia, a la sexualidad, etc. El filme no es sobre sexo, sólo se usa como una excusa para conectar la idea de la inestabilidad emocional en las parejas o sobre la pregunta que más nos da miedo hacernos: “¿viviré mi existencia solo o acompañado?”. Y es eso lo que cuestiona Cameron Mitchell, también entre el punto de vista político, sexual y económico. El propio director argumentó que “mis personajes se sienten desconectados aún estando a milímetros el uno del otro y comparten fluídos”.
    EL ULTIMÁTUM: BOURNE
    El cine norteamericano en general ha tomado esta bandera de ser otro a partir de 9/11. Más de un realizador y actor han opinado al respecto. Los directores se ha visto en el dilema de reestructurar la historia a contar, por ejemplo, Paul Greengrass alguna vez comentó que a partir de esa fecha las cintas de espionaje y terrorismo debieron cambiar su punto de vista. Por eso es que en esta tercera parte sobre las aventuras de Jason Bourne, visita las ciudades afectadas por el terrorismo, fuera de Medio Oriente, Inglaterra, Madrid, Nueva York. El propio Matt Damon dice en una entrevista que “el filme refleja el espíritu del 2007, a muchos jóvenes se les engaña para pelear una guerra sin sentido”. Así que ahora veremos con otros ojos esta cinta que critica al Estado norteamericano, la fragilidad de la privacia y el costo social que ha implicado. Hacia el final de la película el mismo Bourne le pregunta al otro asesino si sabe por qué debe matarlo. Es el mensaje que desean enviar a todos los jóvenes que se encuentran peleando ya sea en Iraq o en algún otro lugar.
    decineecosdelacosta@yahoo.com





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