El recital solidario brindó una intensa sesión de éxitos de la música catalana
BARCELONA El poder curativo que podemos atribuir a veces a la música se manifestó anoche de forma literal en el Palau Sant Jordi en un macroconcierto, Les nostres cançons contra la sida, que además de propagar buenos deseos y agraciadas armonías, sirvió a un fin muy terrenal: recaudar fondos para la lucha contra uno de los males contemporáneos. El local olímpico se llenó, con 14.434 personas, y acogió un histórico desfile de artistas que rindieron cuenta de un repertorio de 20 clásicos modernos de la canción catalana.
Fueron más de dos horas de cançó, rock, pop, rumba y flamenco catalán; patums indestructibles, con un pie en la eternidad, y creadores emergentes. Con un cancionero que, tal y como estaba previsto, no concedió minutos muertos al público. Poesía humanista, himnos agitadores y estrofas de amor dedicadas a la labor de Bonaventura Clotet y la Fundación Lluita contra la Sida.
El escenario de Lluís Danès, con una fachada y unas escaleras que hacían pensar en un patio de vecinos, comenzó a cobrar vida con una invitación a la fantasía, la de Sisa y Qualsevol nit pot sortir el sol. Una canción que, como dice su autor, sirve para bautizos, bodas y funerales, y que anoche reveló una utilidad benéfica inédita. Manu Guix, sentado al piano, reclamó luego los focos con un Que tinguem sort, de Llach, con barniz soul-pop, y Marina Rossell tomó el relevo con el canto diáfano de su pieza más universal, La gavina. Luego, una carga de profundidad: El cant dels ocells, en clave jonda por la voz de Miguel Poveda, que precipitó un terremoto emocional en el Sant Jordi.
De la unión de Sílvia Pérez Cruz y la guitarra de Toti Soler solo podía salir un Paraules d'amor capaz de provocar ataques de síndrome de Sten-dhal. La ampurdanesa se quedó en escena cuando aparecieron Lluís Llach y Pep Guardiola. Llach, famoso por los monólogos que solía colarnos en sus recitales, no dijo ni mu. Eso sí, acabó cantando una estrofa de la pieza elegida, Ara mateix, e improvisando los característicos coros dramáticos del clímax. Su retirada del escenario dio lugar a fuertes cánticos independentistas que se repetieron en varios momentos.
CONTAGIO RUMBERO / Lax'n'Busto atacó con Llença't, y Pep Sala reanimó su Tren de mitjanit con Gemma Recoder, entusiasta en su proclamación de Catalunya como competidora en «la Champions de la lucha contra el sida». Un bloque rumbero alteró la cadencia de la noche. Primero, con Sabor de Gràcia y Gerard Quintana, engulliendo L'Empordà. Luego, con el patriarca Peret y El mig amic, a la que añadió una propina no prevista, L'emigrant. Y finalmente, con La Troba Kung-Fú, que presentó La cançó del lladre con palabras metafísicas. «Diuen que Catalunya serà sardanista, galàctica o rumbera, o no serà».
Remató esa parcela la banda valenciana Obrint Pas con el ska agitador de La flama y la defensa, por parte de su cantante, Xavi Sarrià, «de la sanidad pública y de nuestros derechos sociales». El pop moderno tomó la palabra con Antònia Font, Mishima, Els Amics de les Arts y los adolescentes de Teràpia de Shock, en un tramo final que incluyó la cita de Beth con Joan Masdéu. Tras más de dos horas, Gerard Quintana abordaba Camins, de Sopa de Cabra, y Pep Sala hacía realidad los deseos de los lectores de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA y los oyentes de Catalunya Ràdio capitaneando un Boig per tu colectivo. Estrofas sentimentales consagradas a un amor más grande, más genérico y universal del que imaginaron sus autores. La música produce efectos como ese.
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Fuente: El canto contra el sida llena el Sant Jordi