Las reflexiones del filósofo Michael Foucault entrados los 80’s sobre las relaciones internas entre parejas de hombres gays, hoy pienso que son igualmente útiles para la igualdad en las relaciones del resto de personas. Las diferencias obligan a reflexionar e investigar sobre cada cual y sobre como nos relacionamos con los demás. Eso es útil para todo el mundo.
Foucault partía de que el modelo heterosexual clásico matrimonial del siglo XIX, ya hoy en descomposición por la violencia machista, tampoco era útil para los hombres gays en cuya gestación poco había de cortejo, (entonces ni se intuía que pudiese existir matrimonio homosexual, ni familias homoparentales). La distribución de roles por cuestión de género resultaba absurda entre iguales. Es la tontería convencional de lo que es para hombres o para mujeres (perfumes, colores, profesiones, etc). Pero permanece.
HOMBRES ENCORSETADOS
En primer lugar Foucault hacía referencia a la prohibición de la expresión emocional entre varones o en público, los “hombres” no lloran, ni se tocan entre ellos: se dan la mano mecánicamente.
Cierto es que en las culturas latinas hay más cercanía masculina que en el resto de países occidentales, es una excepción notable, pero socialmente prevalece la distancia entre machos. Recuerdo que mi segundo compañero, holandés, paseando un día por Barcelona se asombró al ver como besaba a mis primos y primas, que nos encontramos por casualidad. El solamente había besado algunas veces a su madre, pero nada más, ni a nadie más de la familia. Otra cosa eran los ligues y amores.
Con este ejemplo quiero confirmar el cuestionamiento que hace Foucault -y hoy los hombres por la igualdad- de la auto-represión cultural de la emotividad masculina. Este gran pensador ponía el ejemplo de la ruptura de esta distancia entre varones al darse situaciones límite: los futbolistas se abrazan efusivamente al marcar un gol, soledad/fraternidad en las cárceles (homosexualidad circunstancial) y tragedias en los frentes de guerra (compañerismo extremo)…Nos han educado en el duro ejercicio de reprimir sentimientos y en la pubertad esa lacra deviene en signo de machismo para afirmarnos como hombres (de ahí la msoginia y la homofobia para completar su masculinidad, atacando a los “diferentes” ).
Foucault ante la igualdad de género entre varones homosexuales, descartaba pues los roles masculino-femenino (esa fastidiosa pregunta que nos hacen a las parejas gays, lesbianas o trans, “¿quien hace de hombre y quien de mujer?”) y apostaba por un valor universal igualitario: la amistad.
Entiendo que ese valor, la amistad en sus más variados caminos, es útil y básica para establecer relaciones nuevas entre todo tipo de personas, con independencia de su sexo, de su orientación sexual y de su identidad de género. Foucault definía la amistad como la suma de todas aquellas cosas que -entre dos o más-, nos dan placer. Ahí cabe incluso el polyamor.
No es casualidad que la Real Academia de la Lengua aceptase los términos “amigovio/a”. Refleja la transformación y versatilidad del amor. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino me decía un día que hay dos fases en toda pareja que se quiere. Primero el enamoramiento o pasión, él lo diagnosticaba como “brote psicótico pasajero”, o sea, con fecha de caducidad, pero maravilloso. Luego aparecía la “filia” el conocimiento real y mutuo entre las dos personas que, aunque se alejaba de la locura inicial, permitía una vida conjunta, especialmente si había un proyecto en común, tal como afirmaba el sociólogo italiano Francesco Alberoni en los 80’s en sus obras “Enamoramiento y amor” y “La amistad”. Vinicius de Moraës tenía una frase que delataba la fragilidad de los idealismos: “El amor es eterno, mientras dura”.
Tanto Foucault como Alberoni insisten en hablar del pacto o código propio de valores que cada relación amistosa/amorosa puede establecer, mantener o revisar más tarde, nada es estático.
Creo que los hombres desconocemos mucho la emotividad de las mujeres en la que han sido educadas y ellas rechazan la prepotencia masculina. Incluso el machismo y la misoginia aparecen entre gays, lesbianas y personas trans, no tanto por su orientación homosexual o identidad de género, sino por los clásicos roles atribuidos por la educación según su sexo genital en el momento de nacer. Los textos de Olga Viñuales, de Oscar Guasch, de Daniel Gabarró y de Gabriel J. Martín, profundizan mucho en la deconstrucción de los roles de género que impiden la igualdad. Quizá haya algo de biológico en nuestras conductas, pero como seres racionales podemos apostar por el reto de la igualdad amable, a través de la amistad.
Los feminismos están en la base de toda esta reflexión y por mi parte me parece innecesario abundar en el pensamiento liberador de las mujeres, pues ya ellas se expresan perfectamente, con debates, contrastes y aportaciones diversas.
EL MITO DE HOLLYWOOD
Ciertamente a partir de la pubertad ya nos encontramos con valores muy enraizados (que acabamos de describir) en nuestra psique y que para la mayoría se asientan todavía en el mito del “amor romántico” que Hollywood nos indujo. Amor para siempre, posesión… Luego es complicado transformarlos, no es cuestión de leer un libro o de apretar un botón. Eso necesariamente ha de conllevar dificultades y contradicciones en como manejamos nuestra personalidad y nuestra conciencia, en nuestras relaciones íntimas y sociales. De-construir con la razón no es difícil, nos ayuda la corriente queer como método de análisis, pero re-construir sobre profundos sentimientos idealizados desde la niñez, es más complejo y tenso. Aparecen problemas en el día a día. De la ideología a la práctica hay un largo y complicado trecho.
La felicidad no es un estado permanente, es un conjunto de emociones propias que nos llenan de agrado y que podemos compartir si existe una pareja dispuesta a compartir también. La felicidad es una idealización que solemos situar en formar una familia del tipo que sea, pero esto no es óbice para una soltería feliz, tan denostada en la vida cotidiana. Poco después de conocer a alguien, te pregunta si estás o no en pareja. Hay una tremenda presión para estar en pareja. Las fórmulas de vivir a dos son muy variadas, incluidos domicilios separados.
Las dificultades culturales y educativas con las que nos enfrentamos las personas lgtbi, a mi parecer,
son de interés para el resto, puesto que hemos debido de afrontar barreras añadidas por la idelogía dominante.
Jordi Petit
Septiembre 2020