(text disponible per el moment en espanyol, disculpeu les molèsties)
Confinamiento. Aislamiento Social. Ansiedad colectiva. La pandemia ha impuesto nuevos padrones para socialiciarse en todo el mundo y aún no se sabe cómo viviremos cuando los contagios estén mínimamente controlados y podamos, despacio, retomar a acciones de la vida cotidiana y convivir con el Covid-19 como uno más de los tantos otros virus que existen en el mundo.
Durante estos tiempos de incertidumbre, grupos sociales que ya sufrían marginalización social tuvieron sus cotidianos aún más complejos por factores como la soledad compulsiva o la convivencia forzada. No por casualidad, el número de agresiones domésticas hacia personas mayores o con algún tipo de discapacidad ha disparado. La violencia de género también ha aumentado.
Buena parte de las personas que trabajan en la prostitución perdieron buena parte de sus ingresos, pues esta coyuntura pandémica no les permite trabajar ni en la calle, ni en los locales de ambiente ni tampoco en las casas de sus clientes. Algunas ya hacían sexo virtual, ahora más que nunca practican esta modalidad, pero ganan muchísimo menos que en los encuentros sexuales tradicionales. En resumen, tales personas están con sus vidas aún más precarizadas.
Este 23 de abril de 2020 será en Cataluña un día de Sant Jordi muy atípico (en realidad las festividades fueron aplazadas para el 23 de julio 2020). Es decir, el intercambio de libros y rosas y principalmente la mayoría de las demonstraciones de afecto de esta tradición cultural será llevada a cabo online o aplazada para julio.
Delante de todo eso, el sexo virtual está más fuerte que nunca. Aplicaciones como Zoom o Google Duo incluso permiten videollamadas con la participación de grupos en una misma actividad. Chatbots[1] que utilizan inteligencia artificial y con los cuales los usuarios pueden dialogar y realizar parte de sus deseos y fantasías. También aumentaron los casos de personas adictas al sexo virtual y que, como en otras adicciones, utilizan estas tecnologías de forma descontrolada.
Desde que las redes sociales y aplicaciones de encuentro son accesibles a gran parte de la población en los inicios de este siglo XXI, la difusión y el compartimiento de imágenes y vídeos se ha proliferado, como también las videollamadas de carácter erótico. Es decir, lo que podemos llamar sexo virtual ya hace años que no es ninguna novedad, pero en estos tiempos de confinamiento, a menudo y para muchas personas, la virtualidad se ha transformado en la única opción para hacer el sexo.
Considerando que cuando llegue la fase “post-confinamiento”, el sexo virtual dejará de ser la única opción para muchas personas, deberíamos preguntarnos: ¿Lo qué estamos aprendiendo de esta fase de virtualidad compulsiva en relación al sexo? ¿Estaríamos, por ejemplo, ampliando nuestras percepciones sobre la sexualidad o, por desgracia, estaríamos reforzando los estereotipos, los reduccionismos, los prejuicios, el falocentrismo, el genitalismo, los padrones estéticos hegemónicos y otros elementos sociales que mantienen simbólicamente el cispatriarcado, el machismo, la misoginia y la LGBTfóbia?
Como antropólogo, me llamó la atención el caso de Juan (nombre ficticio), un amigo e enfermero andaluz que comentó que su cuerpo obeso siempre fue muy fetichizado por algunos amigos gays. Antes del inicio de la pandemia, el practicaba sexo virtual con ellos, pero desde que les comenzó que fue contagiado por el Covid-19, mitad de estos usuarios le ha rechazado aunque él ya esté curado. Uno incluso le dijo: “Perdona, pero hasta que se arregle todo eso, no quiero ilusionarme contigo. Me gusta follar por aquí, pero con la intención de quedar después. Yo no tendría coraje de follar con uno como tú que estuviste dentro del hospital“. No es un caso aislado, el covid-19 y el desconocimiento entorno a este virus refuerza los prejuicios y crea nuevas discriminaciones dentro de la población en general y dentro de la heterogénea colectividad LGTBI particularmente.
El sexo virtual continuará existiendo en la época post-Covid19. ¡Ojalá! podamos desde ahora reflexionar críticamente sobre cómo nuestras sexualidades tienen implicaciones políticas. Hacer sexo, sea virtual o no, no debería mirarse como un acto únicamente privado e individual, sino un acto político en el sentido que interfiere en nuestras sensibilidades y en las formas como percibimos a los demás y desarrollamos con ellos la convivencia. Seríamos más felices si pudiéramos ejercer nuestros deseos y nuestras consciencias democráticas a través de nuestra sexualidad. Eso podría ayudarnos a lograr más posibilidades de igualdad social e isonomía jurídica en todas las esferas, incluso la del derecho humano del libre ejercicio de su sexualidad. Las libertades sexuales están innegablemente relacionadas con el fortalecimiento de los valores democráticos.
[1] Chatbots son dispositivos informáticos con los cuales es posible mantener una conversación y que funcionan mediante inteligencia artificial.